Ni el aire ni el viento existen.
Son los espíritus de los muertos
que viajan al reencuentro con la vida
los que mueven las hojas de los árboles
esperando ser reconocidos.
Son ellos los que silban por las tardes
de otoño y levantan el polvo de los caminos
perturbando a los conductores.
Texto agregado el 18-04-2005, y leído por 251
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