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CAVETSS Y EL VIAJERO DEL SUR

Original de Carlo Tegoma.

El viejo se sentó de manera plácida sobre el taburete, tenía esa expresión que dan los años de hartazgo, su sonrisa imperceptible apenas languidecía por momentos. El sol estaba por ocultarse y las cabañas eran bañadas por los pocos rayos de su fulgor, el mar bullía presumiendo leves olas color turquesa que adornaban la playa, las palmeras radiantes envolvían el paisaje como el sueño de los marinos que anhelan el mar. El viejo tomó su bastón, sorbió un poco de su bebida, camino tocando con sus piel la arena fina que se deslizaba por sus dedos, la tarde estaba por caer, se acercó a la silla de alguien que dormía.
- Despierta, es hora del atardecer, no quieres morirte sin volver a ver uno antes.- el viejo golpeó con su bastón la silla del durmiente, éste, viejo como el otro despertó de un sobresalto.
- Por Dios, ¿Quieres matarme de un infarto?- El otro empezó a reír mientras con sus manos asía un taburete contiguo.
- Que bello se ve el mar cuando atardece, viejo suizo, ¿que tal eran las puestas de sol cuando vivías en la ciudad?
- Ni me lo recuerdes, viejo hindú, este lugar es un asilo a final de cuentas pero es lo más maravilloso que he visto en mi vida. Oye viejo hindú, nunca hablas de tu familia, estamos viejos y la espera de este lugar es solamente aguardar la muerte, pero todos hemos tenido una vida y muchos ya la hemos compartido, tú nunca hablas de ellos, ¿No recuerdas cuando te volviste invisible y apareciste en este lugar?
- Claro que lo recuerdo, viejo suizo, y hoy es el tiempo, ves a aquellos viejos que están allá. – El viejo señaló a los viejos que tendidos en la arena cantaban con guitarras en las manos mientras algunas ancianas bailaban de manera seductora, las bebidas eran en recipientes de cocos y algunos llevaban guirnaldas hechas con flores.- Ellos, viejo suizo, se han olvidado que alguna vez fueron invisibles, esa etapa ya desapareció. Todos sabemos que a los sesenta años en nuestro mundo desapareces automáticamente, pero debes prepararte, según la tradición debes haber tenido el encuentro maestro, si nunca lo has tenido, entonces serás invisible el resto de tu vida, tus familiares no te podrán ver, se les olvidará poco a poco atenderte, los niños no se te acercarán, los jóvenes no te buscarán porque ya no te ven y tus hijos se olvidarán de ti hasta que mueras, para ese entonces tu cuerpo aparecerá automáticamente y entonces se darán cuenta que existías.
- El encuentro maestro ¿Quieres decir que yo lo tuve y por eso estoy aquí, que no desaparecí y me quedé con mi familia, sino que aparecí en este maravilloso lugar?
- Así es, viejo suizo. Muchas veces el encuentro maestro lo tienes y no te das cuenta hasta que llegas aquí. Se que pronto no estaré y quiero contarte el mío como fue.
- Claro que si viejo hindú, nada me gustaría más.
“… Tenía veinticuatro años, vivía en el sur del país, mi familia no vivía conmigo, vivía solo en una casa en un fraccionamiento privado, tenía pocas pertenencias pero con las que tenía eran suficientes, se acercaba la navidad y las fiestas de esas fechas no eran de mucha emoción para mi, las estaciones de autobuses estaban repletas y el hervidero de gente era perceptible. Mi ánimo era deprimente, el día posterior a la nochebuena fui a despedir a mi familia, debían estar en la capital del país al otro día por cuestiones laborales; los acompañé a la terminal, mi vida en fechas anteriores no había estado llena de ningún tipo de aventura, mis relaciones amorosas habían sido un desastre y de verdad que ahora no me preocupaba mucho por ello, mis amigos y yo constantemente salíamos a divertirnos por las noches, las mujeres no faltaban, pero en ese momento no eran indispensables; una mañana antes de la despedida en la terminal me fue revelado un misterio, el mismo que ahora empiezo a comprender, los encuentros se dan una sola vez en la vida, como aquellos de Salomón con la Reina de Saba, o los ojos de Cristo con la mujer samaritana. Lo cierto es que la luz de mi conciencia era despertada ahora por un nuevo sentimiento: la ilusión. Ese encuentro maestro estaba próximo.
Fue ese día precisamente cuando despedía a mi familia en la terminal, prometo viejo suizo, no alargarte mucho el cuento y no tienes porque poner cara de aburrido, si, ya sé que estás impaciente, quizá sea mi último relato, quizá mañana no despierte porque el Altísimo me llamó a su presencia, déjame que me regocije con la narración de mis propias palabras.
Llegué con ellos, bajamos, hicimos una larga fila para que su equipaje fuera documentado, me apresuré a formarme y ellos solo me siguieron, mis ojos veían un programa por la televisión de la sala de espera, de reojo pude ver que alguien se formó detrás de mi, mi familia se formó detrás de ese alguien, seguía viendo el programa y de pronto percibí la sensación que provenía de manera semejante a lo sentido por la mañana en la que me fue revelado el misterio. Volteé, mi encuentro llevaba un atuendo en color naranja y bolsa de viaje, no presté importancia, cuando llegó mi turno de documentar uno de los trabajadores era un conocido amigo mío, lo saludé efusivamente. Me olvidé por un segundo que la gente esperaba, mi encuentro me tocó en el hombro, al voltear pude verlo mejor, sostenía mis boletos en sus manos, cuando se volvió a dirigir a mi para entregarme el papel que indicaba la documentación sus dedos rozaron los míos y sentí esa misma electricidad que provenía del misterio revelado. Y entonces lo comprendí, era mi encuentro, debía estar seguro o no, pero si lo era no debía dejarlo pasar si quería que al desaparecer a los sesenta años me encontrara en el maravilloso lugar en el que tú viejo suizo te encuentras ahora. Seguí a mi encuentro sin perderlo de vista, mi familia me seguía adivinando que buscaba lugares para sentarme, así lo hice, pero cerca de mi encuentro. Cuando tuve oportunidad lo vi bien, debía ser un poco mayor que yo por dos o tres años, me equivoqué viejo suizo.”
- ¿No era tu encuentro, viejo hindú?
- No viejo suizo, si era mi encuentro, me equivoqué con la edad, prosigo mi relato: “Me levanté de repente y me dirigí al sanitario, mi encuentro puso su mirada en la mía, no sé si lo haya sabido o no, pero debíamos encontrarnos o seríamos invisibles para siempre.
Deposité las dos monedas de la entrada, una vez dentro el lugar es algo deprimente pues a pesar de presumir buen servicio no deja de ser rústico, la ropa color naranja que pude ver de reojo me indicó que ya estaba en el interior del sanitario, me dirigí al lavabo, estaba al lado mío. Debió entenderlo, pues mi encuentro inició el proemio.
- ¿Vas a viajar a la capital?
- No, sólo lo hará mi familia – contesté – Me imagino que si vas a viajar hacia la capital, ¿eres de allá?
- Si, estoy de viaje por el sur, amigo, ¿Cuál es tu nombre?
- Cavetss – respondí.
- Mucho gusto, Cavetss, sabes, me gustaría platicar contigo posteriormente, tienes localizador, quizá pueda estar en contacto. Estoy en el sureste por motivos de trabajo.
- Ah, está bien, un viajero del sur, me parece bien, mira aquí están mis datos, ponte en contacto conmigo, tal vez más adelante sabremos porque nos hemos conocido.
- así es, Cavetss, la vida y sus encuentros. Que estés bien. Nos vemos. – Extendió su mano y lo saludé, se despidió de mí, el encuentro estaba hecho. Al final, cuando ya hube dejado a mi familia, vi que también se subió al mismo autobús, el misterio estaba cada vez más claro. Transcurrida una media hora después, mi localizador con su timbre musical me anunció que un mensaje había sido recibido, el mensaje provenía del viajero del sur devolviendo los datos para que yo tuviera forma de encontrarlo.
La vida prosiguió para mi como el agua y su fluir, en cada etapa de ella mi encuentro me acompañó, por las noches, cuando la soledad era una amenaza y no una compañera me dirigía al teléfono y marcaba su número y allí estaban las palabras, el remanso de manantial en el cual se descansaba. Pero no era ese el menester, cuando mi encuentro sentía que la vida se le aparecía deplorable entonces a la hora que fuese mi localizador sonaba y sabía que encontraba en mi el cúmulo de apacibilidad que en ella no encontraba. Cuando pasaron unos meses lo volví a ver por escasos dos días y fueron llenos de tranquilidad y esperanza, pero tu encuentro no es para toda la vida, jamás lo volví a ver, claro, físicamente, porque seguíamos en contacto por las llamadas uno al otro, los mensajes en el localizador y el servicio electrónico, pero sabía que sus palabras y las mías nos daban el consuelo a este mundo tan subversivo. ¿Qué te pasa viejo suizo? Todavía no termino el relato y ya quieres asomar las lágrimas, es triste lo sé, pero así son los grandes encuentros de la vida. Pasó el tiempo, a los treinta y cinco años me casé, el se casó antes que yo según me dijo, se que tiene una linda familia, pero tu encuentro no participa en ella, la mía también lo es, cuando cumplí los cuarenta, él era mayor que yo, pero siempre que queríamos descansar del mundo y sumergirnos a ese lago cristalino que era la paz del corazón recurría al viajero del sur, a veces me decía: Cavetss, no andes de coqueto, la vida te presenta muchas tentaciones. Me gustaba sentirme cuidado, y era sí, lo estaba, cuando tuve más de cincuenta mis hijos estaban grandes, pronto se irían de casa, yo estaba tranquilo esperando mis sesenta años, sabía que había tenido mi encuentro por lo tanto al desaparecer iría al mejor lugar y no permanecería al lado de mi familia muriendo lentamente porque no me veían. ¿Qué pasa, viejo suizo?, no quería hacerte recordar a tu familia, verás que pronto los vas a ir olvidando y tu felicidad será plena entes de partir. El viajero del sur siguió viviendo en la capital del país, siempre trabajando, siempre con sus estudios, con sus metas, sus propósitos, no hablábamos seguido, no se si las cumplió todas, la vida te provee de sentimientos que son muy hermosos, pero cuando los necesitas es cuando más indefenso estás y recurres a la nostalgia, la melancolía y hasta el olvido, como nosotros, viejo suizo, olvidados aquí por el mundo, míralos, ellos están allí. Me hubiera gustado saber más del viajero del sur, sus anhelos, sus gustos, sus placeres, no me veas así viejo suizo, el placer no se reduce a eso nada más.
¿A dónde vas, viejo suizo? El relato ya terminó pero no es para que te levantes. ¿Vienes enseguida? Bueno, tráeme la sorpresa, en este lugar se antojan las sorpresas. Ya volviste, mira nada más la cara que traes, ya estamos viejos, pronto nos va a llegar la cita ante el Altísimo y tu sin prepararte. ¿Qué es esto?”
- Es mi localizador antiguo, me aferré a él cuando sabía que iba a desaparecer y que lo encontraría algún día, y se que lo encontré, ¿No te han hablado de un segundo encuentro? Yo soy el viajero del sur, viejo suizo, tenemos más de cuarenta años que no nos hemos visto, perdón por las lágrimas, la emoción me llena, pero tengo en mi memoria y hasta el día que no la tenga de ese encuentro en la terminal, me cambió la vida, Cavetss, yo soy ese viajero del sur que lo anhelé y lo tuve, por eso estoy aquí y al desaparecer no lo hice quedándome con mi familia, lo hice para aparecer aquí, y estás tú. Cuanto tiempo y sin saberlo, es que hemos cambiado con los años, mírate, estás….estás….
- Cuarenta años más viejo, viajero del sur, amigo, mi amigo y hermano, me dejas darte un abrazo, llevo toda mi vida esperándolo.
Cavetss abrazó al viajero del sur, los dos permanecieron unos segundos con el alma en el encuentro, aquel que les había cambiado la vida para siempre, por el resto de sus vidas, seguirían en ese lugar del paraíso, recordarían cuando fueron niños, ninguno de los dos conoció al otro de niño, después recordarían cuando eran adolescentes, cuando fueron jóvenes y cientos de veces repasarían el encuentro que tuvieron, uno solo, una vez en la vida, pero que había sido suficiente, el viejo suizo y el viejo hindú, dos sobrenombres que se les otorgaba cuando llegaban a ese lugar serían borrados, se llamarían por sus nombres. La noche ya había caído y la luna de plata había derramado su luz blanca sobre el mar y las olas, el olor nocturnal de las cabañas llenaba el ambiente, permanecieron un rato más, con la brisa en el rostro, con alegría en sus miradas, Cavetss y el viajero del sur, al final, ambos regresarían a sus cabañas.


FIN

Copyright Carlo Tegoma
ISBN 800422-57

Texto agregado el 18-04-2005, y leído por 671 visitantes. (0 votos)


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