A ver cómo explico esto: gran parte de este cuento me llegó ya armado, siguiendo una línea y una estructura. El juego consistía en tomar un texto madre y hacerlo circular por un foro, a ese texto se le podía modificar parte, todo, e incluso se podía re-escribir un nuevo cuento basandose siempre en el cuento original que recibíamos. Lo de acá abajo es mi versión de ese cuento.
OTRA PELEA
Estoy harta, Tomás- [protesta Natalia. La voz vibrando de furia indisimulable]- Harta de ese auto de mierda. Para lo único que sirve es para darle de comer a tu amigo el mecánico. Los pocos ahorros que juntamos se diluyen como si nada... Pero por detrás de la bronca que destilaba por los poros había un cansancio supino de repetir palabras, gestos, poses y hasta silencios.
La voz de Tomás le llegaba entre algodones, veía como su cara se contraía de rabia mientras vomitaba las frases monótonas. - ¡Ah! Claro, claro, como si vos nunca lo usaras ¿eh? ¡Como si nunca te hubieras ido de vacaciones en el autito de mierda! Como si el resorte indicado hubiera sido pulsado, como si el termostato hubiera llegado a la temperatura señalada, la respuesta de Natalia no se hizo rogar. [La voz aguda, penetrante, taladrando los tímpanos de Tomás y de los vecinos tras las delgadas paredes.] - ¿Qué tendrá que ver? ¿Qué tendrá que ver una cosa con la otra me querés explicar? ¿Eh? Y no te quedes mirándome con esa cara de lechuza cascoteada [Natalia sigue rezongando]- No me dedicás ni la décima parte del tiempo que te pasás con la chatarra esa [el tono se vuelve siseante mientras repasa su libro de quejas privado]- Para lo único que me hablás es para reclamar cosas: por qué otra vez milanesas, por qué lavaste las ropa azul con la blanca, por qué esto está acá y no allá, por qué el control remoto de la tele no aparece... Lo único que te falta es que le tires la bronca a mi vieja por haberme parido... ¿Y?... ¿no hablás? ¿No me vas a contestar?
Tomás la miraba desde el fondo de un túnel oscuro y delgado, también él estaba agotado hasta el aburrimiento de tanta patraña, de tanta representación vacía. La mirada de Natalia se volvió implorante y su tono de voz se alteró un poco tratando de llenar el vacío que había dejado la respuesta pendiente de él. -¿No me vas a contestar? - ¡Sí, seguro que te voy a contestarte! [ya no es Tomás hablando desde su ira, sino a la inversa. La ira, apoderándose de Tomás, fluyendo por su garganta. Saliendo de sus laberintos lodosos, y pasando revista a sus propias miserias]- ¡Me tenés hasta las pelotas, Nati! ¡Podrido! ¡Seco! ¡Vos, y tus protestas imbéciles! [lejos de aplacarlo, los insultos lo estimulan. Le aplica la estocada final]- ¡No te soporto más, momia de mierda! ¡La última vez que te moviste en la cama pensé que te había lastimado!
[Sale al pasillo. La puerta cimbra al golpear contra el marco. Esperando el ascensor, quiere prender un cigarrillo. Necesita las dos manos para controlar el encendedor.]
- ¡Ah! ¿Ahora te vás? [Natalia gritando. Como si él aún permaneciera en el living diminuto]- ¡Y claro, si es lo único que sabés hacer, burro: pegar portazos! Mejor, che. ¡Andate a la puta que te parió, nomás! [se ahoga en sus palabras]- Maldito sea el día en que te conocí. ¿Por qué me dejás siempre así, hecha mierda? Contestame guacho, ¿por qué? La marcación de las pausas la llevaba interiorizada de tal manera que sentía lo mismo que andar en bicicleta, sólo debía empezar las frases y dejar que su cuerpo se moviera para que la coreografía de brazos en alto, puños cerrados, ojos llorosos y cuerpo exasperado se desgranara delicadamente en un continuo fluir. Pero aún detrás del ritual de movimientos y voces Natalia fue capaz de distinguir en el portazo de Tomás algo indefinible que le dio miedo. Miedo a que fuera probablemente el primero del final.
[Tomás se sube al Fiat verde oscuro. Consigue hacerlo arrancar al tercer intento. Se produce una nube azul blanquecina, una niebla aceitosa y rastrera que le augura la cercana muerte del motor. Su cara tensa se refleja en el parabrisas como una proyección fantasmal. Los pensamientos surcan su cabeza sin remedio ni orden.] -Loca está completamente loca loca histérica seguro que se quedó llorando pero a mí con las lágrimas no me agarra más es lo único que sabe hacer llorar como una magdalena la yegua que no me venga con pelotudeces bien que el sueldo que banca todo acá es el mío todavía me cuestiona lo de los ahorros histérica de mierda me la tendría que haber cojido a Ingrid el sábado qué tetas tiene bien paradas y si se enteraba mejor sus amigas me merecen más que ella cómo me pude casar con semejante mediocre no lee nada mejor que el horóscopo por lo menos Ingrid lee tiene el culo duro parece de piedra quién me mandó casarme con esta loca- Por detrás de esos pensamientos desordenados pero dispuestos en el tablero con una precisión digna de un departamento de ingeniería, estaban los pensamientos de Tomás. Pensamientos donde trataba de encontrar la salida a esa trampa infernal en que estaba metido. Ingrid seguramente debería sacarlo, Ingrid y sus libros fantásticos, Ingrid y sus autores de nombres extraños, Ingrid.
[Natalia llora... como una magdalena. Mientras hace zapping con el control remoto en una mano, con la otra manotea los kleenex de su caja de cartón. Trata de enjugar la chorrera de lágrimas gordas que ruedan por sus mejillas.] Estaba aburrida. Aburrida hasta el culo. Aburrida de Tomás y sus ataques de furia. Del color celeste subido de las paredes. De la vajilla azul del casorio. De los programas repetidos ad infinitum por el cable. De los libros que Ingrid insitía en hacerle leer. De discar números telefónicos y que siempre diera ocupado.
Aburrida de tener que ajustar, todo el tiempo, el nudo que la anclaba a la realidad. Aburrida de repetir su historia hasta el hartazgo, hasta encontrarla ajena a ella misma, hasta sentir que ya no era ella la que lloraba como una magdalena frente al televisor, sino otra Natalia lejana y distinta a la que se peleaba con Tomás por culpa de un auto verde de mierda.
[Apaga el televisor. Ha decidido que no es más instructivo que contemplar las paredes del living. Se encuentra en esa tarea agobiante cuando escucha el motor del auto estornudar en la calle. Tomás ya volvía. No le queda energía para volver a discutir. Para evitar otro choque con Tomás se refugia en el dormitorio. Continúa la observación de las paredes, esta vez concentrándose en uno de los vértices del techo. Se queda en silencio, abstraída; los ojos como botones negros. No puede separar la vista del punto que había elegido, o del punto que la había elegido a ella.] Su cuerpo se mueve como en un acuario de fantasía, deslizándose entre las penumbras. Hablando con cada centímetro de piel sin emitir ni una palabra. Si pudiera evadirse de alguna manera, desatar el nudo. Dejar que el ancla se hundiera, mientras ella ascendía hacia la superficie de otro mar. Ingrid y los libros que siempre le da para leer. No tendría que dejarse influenciar tanto por Ingrid, después de todo ella es la causante de esta sensación de
de
de no sensación. Con cada segundo que transcurría, su voluntad se volvía más y más ajena.
El ancla hundiéndose en la oscuridad abismal y ella cada vez más liviana, ascendiendo...
- ¡Natalia! [llama Tomás con voz ronca.] Se habrá ido a lo de su vieja cuándo me dará ese gusto cuándo será el día en que llegue a casa y no la encuentre cómo bajó la temperatura carajo así ya no se puede vivir. [murmura en una letanía mientras recorre el pequeño living cerciorándose de su ausencia] -¡Natalia! [repite.] Bueh si te hacés la indiferente jodete yo no te sigo más el jueguito si estás loca es problema tuyo dónde habrás metido el puto control remoto y esto que mierda hace acá. La sorpresa se le escapó antes que pudiera dominarla y esconderla detrás de sus enormes ojos indiferentes. Ya no tuvo más remedio que incorporarla a su esquema mental como si fuera algo absolutamente habitual y rutinario. Tomó el libro. Leyó el título antes de hojearlo. Antología del cuento Fantástico debe ser de Ingrid el martes me la cojo aunque sea contra un árbol a que no leíste más de dos páginas insulsa de mierda qué dan hoy en la tele una de terror va a ser mejor que mirarte la cara seguro que la tenés toda hinchada por las lágrimas. Satisfecho por la resolución que le dio al libro encontrado siguió desde donde había quedado. [El sonido del televisor invade la casa con los aullidos de mil demonios de utilería.
Por alguna razón, para él desconocida, Tomás recuerda una vieja conversación acerca de Fausto. Un escalofrío le recorrió la espalda, mientras una mano helada le tironea los testículos contraídos.]
Natalia tenía la cara hinchada. Pero ya no lloraba. El libro de Ingrid había sido el primer paso para poder cambiar esa uniformidad que representaba día a día. Ya no tendría que repetir la letra absurda que le era dictada en el oído desde tiempos inmemoriales. Se adelantó al deseo de Tomás y desde las sábanas ronroneó - Vení, amorrr -[la voz pastosa, siniestra, es una caricatura de sensualidad]- estoy en la cama... esperándote. [Natalia ya no llora. Una luz violácea y roja, por momentos verde, fluye intermitente por debajo de la puerta del dormitorio. Se escucha con sordina un fragmento Wagneriano y un suave olor a azufre inunda el pasillo y el comedor.]
Ingrid sonreía sosteniendo un cuaderno de tapas violetas después de releer lo que tan meticulosamente había escrito. Hoy le había agregado detalles sutiles pero que probablemente llevarían la historia por un carril inexplorado. La lapicera suspendida en el aire y la mirada perdida en un punto cualquiera de la plaza. Allá en la esquina está el departamento de Natalia y Tomás. Tenía un nuevo libro para prestarle a Natalia, sabía que ella no los leía nunca, pero no le importaba. Quería ver a Tomás y sentir sus ojos de gato perdido pegados a la piel. Soltó un botón más en el escote de la camisa y cargando con su mochila cruzó la avenida con paso firme.
Octubre 2002
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