Hubo un tiempo en que no había cielo. Sólo oscuridad. Por aquel entonces la tierra era un lugar triste. Las piedras se hacían arena y los peces vertían lágrimas sin cesar. Así se crearon las playas y los mares.
Para consolar tanto desánimo, las cumbres nevadas derramaron los primeros ríos de alegría. El viento inventó las caricias en las vertientes más escarpadas y, celosos de esos mimos, brotaron los bosques. En las ramas de los árboles germinaron los susurros y los primeros pájaros, atraídos por la belleza de esos ecos, aprendieron a volar.
En ese mundo nació Tibubaet, el pintor de cielos. Se ponía manos a la obra muy temprano y verle trazar un paisaje celeste era todo un espectáculo. Al terminar, se sentaba a descansar unas horas... hasta que decidía que podía hacerlo mejor y descolgaba su cielo. La tierra se acostumbró a ver un firmamento distinto cada mañana y a convivir con la oscuridad por la noche.
Pero el tiempo no pasa en balde y Tibubaet empezó a sentir el peso de los años. Cada atardecer le costaba más terminar su trabajo. La vista le empezó a fallar y a pesar de sus esfuerzos, algunas veces, dejaba pedazos de cielo sin pintar.
Fue así que, enternecidos, algunos campos de algodón decidieron subir al cielo y convertirse en nubes, para tapar los agujeros que Tibubaet no llegaba a completar. El pintor de cielos, agradecido, les regaló la luna.
Poco después, tras dar por terminada una puesta de sol, Tibubaet dejó dicho a las gaviotas que ya había pintado todos los cielos posibles y que en la paleta sólo le quedaban unas gotas de color. Les pidió por favor que en su ausencia cambiaran el cielo cada jornada y les entregó las llaves del almacén donde reposaba la obra de toda su vida.
Se marchó por el horizonte con su caminar cansado, con la paleta en una mano y el pincel en la otra. Quienes le vieron partir dicen que andaba lento, como quien no tiene prisa y que cada tanto se detenía y dibujaba deseos amarillos en la oscuridad. Cuenta la leyenda que así nacieron las estrellas, sueños que al caer la noche alumbran el camino que lleva a casa de Tibubaet, el pintor de cielos.
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