Estoy escuchando los string quartets y me da por sudar, todo empezó con Michael Nyman si se escribe así, pero éste me da ganas de matarte, lenta y silenciosamente mientras duermas plácidamente.

Me introduzco en tu cuerto a oscuras, te escucho roncar, tengo que hacer lo que díje haría. El buen juez por su casa empieza dicen, y no puedo quedarles mal, aunque considero que la mayoría no siempre tiene la razón, las gentes (que son mucho más que gente ya plural) me guían ahora, no soy capaz de pensar.

Siento comezón en los brazos y me suda la axila derecha, me trueno el cuello y me acerco a tu cuerpo, no deja de sonar la op. no. 5 101 de 1956 en G mayor dentro de mi cabeza, los violines no me dejan escuchar los ruidos ajenos a este cuarto.

No me veas maldito gato... calla y aprende, así se captura a una presa. Me va a ayudar esta almohada, nadie puede verme es demasiado fácil. El chelo me marca el ritmo y mi palpitar es el metrónomo que lleva el paso mientras dejas de luchar.

Nadie supo que estuve aquí y menos sospecharán de quien hace tan bien las cosas, siempre he sido un ejemplo a seguir donde quiera que me paro, inclusive me defenderán de algunas absurdas acusaciones.

De nada sirvieron las pataditas que diste al inicio, era tu fin, sólo me hubiera gustado ver tus ojos desorbitados de terror e impotencia, pero el movimiento terminó, le hice un bien a tu familia aunque no lo sepan valorar.

Eras la persona indicada para morir, y yo la indicada para darte muerte, no creo en la justicia divina. Eras un ser tan nocivo y oscuro para ti mismo como para los demás, tanto que opacabas la luz natural de los que te rodearan, pero no más.

No podía permitir que siguieras actuando, impunemente bajo la protección de los padrinos y los compadres, ahora no tienes a quien tocar, no violarás mas a nadie, ni a nadie después de esto harás mierda tragar, soy el juez y el verdugo, por ello te tuve que matar... Bendito Dmitri, me animaste a hacerlo, escuchándote no puedo fallar.