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luchochago,22.08.2005
EL BIBLIOTECARIO VALIENTE


Por Roberto Bolaño




Empezó como poeta. Admiraba la literatura expresionista alemana (aprendió francés por obligación y alemán por algo que podríamos llamar amor, y lo aprendió sin maestros, solo, como se aprenden las cosas importantes), pero posiblemente nunca leyó a Hans Henny Jahn. En las fotos de los años veinte podemos verlo con un gesto envarado y triste, un joven cuyo cuerpo casi sin aristas parece tender hacia la redondez, hacia la suavidad. Practicó la costumbre de la amistad y fue fiel, sus primeros amigos, en Suiza y en Mallorca, pervivieron en su memoria con el fervor de la adolescencia o de la memoria sin culpa de la adolescencia. Y tuvo suerte: frecuentó a Cansinos-Assens y descubrió, para siempre, una visión inédita de España. Pero volvió a su país y encontró la posibilidad de un destino. Un destino soñado por él mismo en un país soñado por él mismo. En las inmensidades americanas imaginó el valor y su sombra, la soledad inmaculada de los valientes, el día que se ajusta a la vida como un guante. Y volvió a tener suerte: conoció a Macedonio Fernández y a Ricardo Güiraldes y a Xul Solar, que valían más que la mayoría de los intelectuales españoles que había frecuentado, o eso pensaba él, y pocas veces se equivocó. Su hermana, sin embargo, se casó con un poeta español. Eran los años del Imperio argentino, cuando todo parecía al alcance de la mano y Buenos Aires podía autodenominarse la Chicago del hemisferio sur sin enrojecer acto seguido de vergüenza. Y la Chicago del hemisferio sur tuvo su Carl Sandburg (poeta, por cierto, que él admiró, y se llamó Roberto Arlt. El tiempo los ha juntado y los ha vuelto a separar para siempre. Pero entonces uno de los dos se sumergió en el vértigo y el otro en la búsqueda de la palabra. Del vértigo de Arlt nació la utopía en su estado más demencial: una historia de pistoleros tristes que prefiguraba, del mismo modo que Abaddón el extermínador, de Sabato, el horror que mucho tiempo después se cerniría sobre la república y sobre el continente. De la búsqueda de la palabra, por el contrario, surgió la paciencia y una modesta certidumbre en la felicidad de la literatura. Boedo y Florida fueron los nombres de ambos grupos, el primero designa un barrio popular, el segundo una calle céntrica, y hoy ambos nombres marchan juntos hacia el olvido. Arlt, Gombrowicz (aquella cena que nadie recuerda); pudo haber sido amigo de ellos y no lo fue. De ese diálogo inexistente hoy queda un gran hueco que también es parte de nuestra literatura. Por supuesto, Arlt murió joven, después de una vida agitada y llena de privaciones. Y fue básicamente un prosista. El no. El era poeta, y muy bueno, y escribía ensayos, y sólo bien entrado en la treintena se puso a escribir narraciones. Hay quien dice que lo hizo ante la imposibilidad de convertirse en el poeta más grande de la lengua española. Estaba Neruda, a quien nunca quiso, y la sombra de Vallejo, cuya lectura no frecuentó. Estaba Huidobro, que fue amigo y luego enemigo de su triste e inevitable cuñado español, y Oliverio Girondo, a quien siempre consideró superficial, y luego venía García Lorca, de quien dijo que era un andaluz profesional, y Juan Ramón, de quien se reía, y Cernuda, al que apenas prestó atención. En realidad, sólo estaba Neruda. Estaba Whitman, estaba Neruda y estaba la épica. Aquello que él creía amar, aquello que más amaba. Y entonces se puso a escribir una historia en donde la épica sólo es el reverso de la miseria, en donde la ironía y el humor y unos pocos y esforzados seres humanos a la deriva ocupan el lugar que antes ocupara la épica. El libro es deudor de los Retratos reales e imaginarios, que escribiera su amigo y maestro Alfonso Reyes, y a través del libro del mexicano, de las Vidas imaginarias, de Schwob, a quien ambos querían.

Muchos años después, cuando él ya era el más grande y estaba ciego, visitó la biblioteca de Reyes, en México DF, oficialmente bautizada como "Capilla alfonsina" y no pudo evitar comentar la reacción que ante tal despropósito tendrían los argentinos si a la casa de Lugones se la llamara "Capilla leopoldina". Ese no poder evitar un comentario, su permanente disposición para el diálogo, siempre lo perdió ante los imbéciles. Dijo que su primera lectura del Quijote la hizo en inglés y que ya nunca más le pareció tan bueno como entonces. Se rasgaron las vestiduras los críticos españoles de capa y espada. Y olvidaron que las páginas más certeras sobre el Quijote no las escribió Unamuno, ni la caterva de casposos que siguieron a Unamuno, como el lamentable Ramiro de Maeztu, sino él. Después de su libro sobre piratas y otros forajidos, escribió dos libros de relatos que probablemente son los dos mejores libros de relatos escritos en español en el siglo XX. El primero aparece en 1941, el segundo en 1949. A partir de ese momento nuestra literatura cambia para siempre. Escribe entonces libros de poesía estrictamente memorables que pasan inadvertidos entre su propia gloria de cuentista fantástico y la ingente masa de musos y musas. Varios, sin embargo, son sus méritos: una escritura clara, una lectura de Whitman, acaso la única que aún se mantiene en pie, un diálogo y un monólogo ante la historia, una aproximación honesta al English verse. Y nos da clases de literatura que nadie escucha. Y lecciones de humor que todos creen comprender y que nadie entiende.

En los últimos días de su vida pidió perdón y confesó que le gustaba viajar. Admiraba el valor y la inteligencia.

 
mandrugo,19.10.2005
Extraordinario homenaje al grande bibliotecario; cuyas clases de literatura, digamos que, casi, nadie es capaz de escuchar el susurro de sus raíces, justamente porque esa biblioteca donde ellas se nutren, de fértil humus, es infinita.
 
mandrugo,14.06.2008
"Y nos da clases de literatura que nadie escucha. Y lecciones de humor que todos creen comprender y que nadie entiende."
Releyendo este párrafo de Bolaño, me habría gustado preguntarle qué es lo que quiso decir, más allá que sean frases de efecto literario, digamos.
Pero, en mi modesta opinión, son innumerables los grandes escritores contemporáneos que sí han entendido perfectamente tanto el humorismo de Borges, como su legado literario, y lo atestiguan las obras que están escribiendo.
 
GIULIANO,16.06.2008
No.
El personaje le quedó grande, o le faltó tiempo.
 
mandrugo,21.06.2008
Es el riesgo de las palabras incrustadas de algún virus pirotécnico, o de un lector de lectura opaca, emasiado condescendiente con las convencionalidades de reacción.
En palabras pobres: riesgo de soñolencia y peligroso alejamiento de la razón en aras de la cháchara. Puede ser?
 
mandrugo,21.06.2008
demasiado
 
quilapan,21.06.2008
Una de las cosas que le objeto a la obra de Bolaño es que no pudo prescindir de la alusión directa a otros autores y otras obras. La obra bolañiana está atravesada a cada rato de dichas alusiones; pero no sólo eso sin la manera en cómo enfoca dichas alusiones: o elogiandolas o destruyendolas. Me parece que ahí no radica en absoluto la grandeza literaria. Igual me gusta Bolaño, no se crea eh? Salud.
 
quilapan,21.06.2008
sino*
 
mandrugo,21.06.2008
Personalmente, sin haber leído a Bolaño aún, ese contínuo citar autores, textos, guiños culturales, como un hipertexto en expansión, es algo que aprecio mucho como lector, siempre y cuando justifiquen mi lectura. No sé si me explico.
Pongo un ejemplo: en mi lectura juvenil de Rayuela, quedé harto perdido con ese juego intelectual del grande cronopios, porque no me decían nada tantos nombres de autores y libros y alusiones literarias etcétera, aunque las disfrutaba igual. En cambio en una relectura de este año me sentí muy cómodo, porque muchos de esos libros y autores forman parte de mis recuerdos o emociones de lector, entonces se enriqueció mi permanencia en el mundo cortaciano.
 
mandrugo,21.06.2008
Coincido, quila, en que la grandeza literaria no estàa en las citas citables como fin en sí mismas, porque sería un juego inútil que no lleva hacia una lectura de abandono y lucidez.
Para mí, una buena lectura es un acceso a la propia intimidad, al propio silencio.
Un buen libro lo aprecio más en una relectura que no desilusiona, por el contrario, se va haciendo más inabarcable.
 
luchochago,14.07.2008
Interesante esta discusión .Bolaño fue un lector voraz y en sus escritos aparacen citas y autores que claro, constituyen en hipertextos que para los lectrores no avezados a veces confunden, a veces iluminan. Como Borges, donde también tuvo esa manía, Bolaño aparace como una especia de Pierre Menard, realizando y construyendo historias ya elaboradas por otros.
En eso creo que hay un aporte interesante, y concuerdo en que la lectura es un acceso a la propia intimidad, sin embargo, lo original está en que su literatura se constituye en una obra hecha de literatura, sin perder la idea de que en definitiva su obra esta hecha a partir de su propias vivencias hechas ficción, donde sus vivencias estan cargadas de autores y escritores muchas veces desconocidos u olvidados, y hay un rescate en medio de esta voragine, de escritores que solo escriben y ya casi no leen
 
quilapan,14.07.2008
Por eso mismo se dijo alguna vez que Bolaño era (solamente) un escritor para escritores. Del punto de vista que quieras tomarlo, será un punto a favor o en contra.
 



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