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Inicio / Lista de Foros / Literatura :: Crítica / Círculo de lectura: la lengua de las mariposas de Manuel Rivas - [F:5:12240]


ninive,12.02.2012
La lengua de las mariposas

Manuel Rivas


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(Texto completo)

«¿Qué hay , Gorrión? Espero que este año podamos ver por fin la lengua de las mariposas».

El maestro aguardaba desde hacía tiempo que le enviaran un microscopio a los de la instrucción pública. Tanto nos hablaba de cómo se agrandaban las cosas menudas e invisibles por aquel aparato que los niños llegábamos a verlas de verdad, como si sus palabras entusiastas tuvieran un efecto de poderosas lentes.

«La lengua de la mariposa es una trompa enroscada como un resorte de reloj. Si hay una flor que la atrae, la desenrolla y la mete en el cáliz para chupar. Cando lleváis el dedo humedecido a un tarro de azúcar ¿a que sienten ya el dulce en la boca como si la yema fuera la punta de la lengua? Pues así es la lengua de la mariposa». Y entonces todos teníamos envidia de las mariposas. Que maravilla. Ir por el mundo volando, con esos trajes de fiesta, y parar en flores como tabernas con barriles llenos de jarabe.

Yo quería mucho a aquel maestro. Al principio, mis padres no podían creerlo. Quiero decir que no podían entender como yo quería a mi maestro. Cuando era un «picarito», la escuela era una amenaza terrible. Una palabra que cimbraba en el aire como una vara de mimbre.
«¡Ya verás cuando vayas a la escuela!»
Dos de mis tíos, como muchos otros mozos, emigraron a América por no ir de quintos a la guerra de Marruecos. Pues bien, yo también soñaba con ir a América sólo por no ir a la escuela. De hecho, había historias de niños que huían al monte para evitar aquel suplicio. Aparecían a los dos o tres días, ateridos y sin habla, como desertores de la batalla del Barranco del Lobo. Yo iba para seis años y me llamaban todos Gorrión. Otros niños de mi edad ya trabajaban. Pero mi padre era sastre y no tenía tierras ni ganado.

Prefería verme lejos y no enredando en el pequeño taller de costura. Así pasaba gran parte del día correteando por la Alameda, y fue Cordeiro, el recolector de basura y hojas secas, el que me puso el apodo. «Pareces un gorrión».

Creo que nunca corrí tanto como aquel verano anterior al ingreso en la escuela. Corría como un loco y a veces sobrepasaba el límite de la Alameda y seguía lejos, con la mirada puesta en la cima del monte Sinaí, con la ilusión de que algún día me saldrían alas y podría llegar a Buenos Aires. Pero jamás sobrepasé aquella montaña mágica.

«¡Ya verás cuando vayas a la escuela!»

Mi padre contaba como un tormento, como si le arrancara las amígdalas con la mano, la manera en que el maestro les arrancaba la jeada del habla para que no dijeran ajua ni jato ni jracias. «Todas las mañanas teníamos que decir la frase 'Los pájaros de Guadalajara tienen la garganta llena de trigo'. ¡Muchos palos llevábamos por culpa de Juadalagara!» Si de verdad quería meterme miedo, lo consiguió. La noche de la víspera no dormí. Encogido en la cama, escuchaba el reloj de la pared en la sala con la angustia de un condenado. El día llegó con una claridad de mandil de carnicero. No mentiría si les dijera a mis padres que estaba enfermo.

El miedo, como un ratón, me roía por dentro.

Y me meé. No me meé en la cama sino en la escuela.

Lo recuerdo muy bien. Pasaron tantos años y todavía siento una humedad cálida y vergonzosa escurriendo por las piernas. Estaba sentado en el último pupitre, medio escondido con la esperanza de que nadie se percatara de mi existencia, hasta poder salir y echar a volar por la Alameda.

«A ver, usted, ¡póngase de pie!»

El destino siempre avisa. Levanté los ojos y vi con espanto que la orden iba para mi. Aquel maestro feo como un bicho me señalaba con la regla. Era pequeña, de madera, pero a mi me pareció la lanza de Abd el-Krim.

«¿Cuál es su nombre?»

«Gorrión»

Todos los niños rieron a carcajadas. Sentí como si me batieran con latas en las orejas.

«¿Gorrión?»

No recordaba nada. Ni mi nombre. Todo lo que yo había sido hasta entonces había desaparecido de mi cabeza. Mis padres eran dos figuras borrosas que se desvanecían en la memoria. Miré cara al ventanal, buscando con angustia los árboles de la alameda.

Y fue entonces cuando me meé.

Cuando se dieron cuenta los otros rapaces, las carcajadas aumentaron y resonaban como trallazos.

Huí. Eché a correr como un loquito con alas. Corría, corría como solo se corre en sueños y viene tras de uno el Sacaúnto. Yo estaba convencido de que eso era lo que hacía el maestro. Venir tras de mi. Podía sentir su aliento en el cuello y el de todos los niños, como jauría de perros a la caza de un zorro. Pero cuando llegué a la altura del palco de la música y miré cara atrás, vi que nadie me había seguido, que estaba solo con mi miedo, empapado de sudor y de meos. El palco estaba vacío. Nadie parecía reparar en mi, pero yo tenía la sensación de que toda la villa estaba disimulando, que docenas de ojos censuradores acechaban en las ventanas, y que las lenguas murmuradoras no tardarían en llevarle la noticia a mis padres. Las piernas decidieron por mí. Caminaron hacia el Sinaí con una determinación desconocida hasta entonces. Esta vez llegaría hasta A Coruña y embarcaría de polisón en uno de esos navíos que llevan a Buenos Aires.

Desde la cima del Sinaí no se veía el mar sino otro monte más grande todavía, con peñascos recortados como torres de una fortaleza inaccesible. Ahora recuerdo con una mezcla de asombro y nostalgia lo que tuve que hacer aquel día. Yo sólo, en la cima, sentado en silla de piedra, bajo las estrellas, mientras en el valle se movían como luciérnagas los que con candil andaban en mi búsqueda. Mi nombre cruzaba la noche cabalgando sobre los aullidos de los perros. No estaba sorprendido. Era como si atravesara la línea del miedo. Por eso no lloré ni me resistí cuando llegó donde mi la sombra regia de Cordeiro. Me envolvió con su chaquetón y me abrazó en su pecho. «Tranquilo Gorrión, ya pasó todo».

Dormí como un santo aquella noche, pegadito a mamá. Nadie me reprendió. Mi padre se había quedado en la cocina, fumando en silencio, con los codos sobre el mantel de hule, las colillas amontonadas en el cenicero de concha de vieira, tal como pasara cuando había muerto la abuela.

Tenía la sensación de que mi madre no me había soltado de la mano en toda la noche.

Así me llevó, agarrado como quien lleva un serón en mi vuelta a la escuela. Y en esta ocasión, con corazón sereno, pude fijarme por vez primera en el maestro. Tenía la cara de un sapo.

El sapo sonreía. Me pellizcó la mejilla con cariño. «¡Me gusta ese nombre, Gorrión!». Y aquel pellizco me hirió como un dulce de café. Pero lo más increíble fue cuando, en el medio de un silencio absoluto, me llevó de la mano cara a su mesa y me sentó en su silla. Y permaneció de pie, agarró un libro y dijo:

«Tenemos un nuevo compañero. Es una alegría para todos y vamos a recibirlo con un aplauso». Pensé que me iba a mear de nuevo por los pantalones, pero sólo noté una humedad en los ojos. «Bien, y ahora, vamos a comenzar con un poema. ¿A quien le toca? ¿Romualdo? Ven, Romualdo, acércate. Ya sabes, despacito y en voz bien alta».

A Romualdo los pantalones cortos le quedaban ridículos. Tenía las piernas muy largas y oscuras, con las rodillas llenas de heridas.

«Una tarde parda y fría...»

«Un momento, Romualdo, ¿qué es lo que vas a leer?»
«Una poesía, señor».

«¿Y como se titula?»

«Recuerdo infantil. Su autor es don Antonio Machado»

«Muy bien, Romualdo, adelante. Despacito y en voz alta. Repara en la puntuación»

El llamado Romualdo, a quien yo conocía de acarrear sacos de piñas como niño que era de Altamira, carraspeó como un viejo fumador de picadura y leyó con una voz increíble, espléndida, que parecía salida de la radio de Manolo Suárez, el indiano de Montevideo.

«Una tarde parda y fría

de invierno. Los colegiales

estudian. Monotonía

de lluvia tras los cristales.

Es la clase. En un cartel

se representa a Caín

fugitivo, y muerto Abel,

junto a una marcha carmín...

«Muy bien. ¿Qué significa monotonía de lluvia, Romualdo?», preguntó el maestro.

«Que llueve después de llover, don Gregorio».

«¿Rezaste?», preguntó mamá, mientras pasaba la plancha por la ropa que papá cosiera durante el día. En la cocina, la olla de la cena despedía un aroma amargo de nabiza.

«Pues si», dije yo no muy seguro. «Una cosa que hablaba de Caín y Abel».

«Eso está bien», dijo mamá. «No se por que dicen que ese nuevo maestro es un ateo».

«¿Qué es un ateo?»

«Alguien que dice que Dios no existe». Mamá hizo un gesto de desagrado y pasó la plancha con energía por las arrugas de un pantalón.

«¿Papá es un ateo?»

Mamá posó la plancha y me miró fijo.

«¿Cómo va a ser papá un ateo? ¿Cómo se te ocurre preguntar esa pavada?»

Yo había escuchado muchas veces a mi padre blasfemar contra Dios. Lo hacían todos los hombres. Cuando algo iba mal, escupían en el suelo y decían esa cosa tremenda contra Dios.

Decían dos cosas: Cajo en Dios, cajo en el Demonio. Me parecía que sólo las mujeres creían de verdad en Dios.

«¿Y el Demonio? ¿Existe el Demonio?»

«¡Por supuesto!»

El hervor hacía bailar la tapa de la olla. De aquella boca mutante salían vaharadas de vapor e gargajos de espuma y berza. Una abeja revoloteaba en el techo alrededor de la lámpara eléctrica que colgaba de un cable trenzado. Mamá estaba enfurruñada como cada vez que tenía que planchar. Su cara se tensaba cuando marcaba la raya de las perneras. Pero ahora hablaba en un tono suave y algo triste, como si se refiriera a un desvalido.

«El Demonio era un ángel, pero se hizo malo».

La abeja batió contra la lámpara, que osciló ligeramente y desordenó las sombras.

«El maestro dijo hoy que las mariposas también tienen lengua, una lengua finita y muy larga, que llevan enrollada como el resorte de un reloj. Nos la va a enseñar con un aparato que le tienen que mandar de Madrid. ¿A que parece mentira eso de que las mariposas tengan lengua?»

«Si él lo dice, es cierto. Hay muchas cosas que parecen mentira y son verdad. ¿Te gusta la escuela?»

«Mucho. Y no pega. El maestro no pega»

No, el maestro don Gregorio no pegaba. Por lo contrario, casi siempre sonreía con su cara de sapo. Cuando dos peleaban en el recreo, los llamaba, «parecen carneros» y hacía que se dieran la mano.

Luego, los sentaba en el mismo pupitre. Así fue como hice mi mejor amigo, Dombodán, grande, bondadoso y torpe. Había otro rapaz, Eladio, que tenía un lunar en la mejilla, en el que golpearía con gusto, pero nunca lo hice por miedo a que el maestro me mandara darle la mano y que me cambiara junto a Dombodán. El modo que tenía don Gregorio de mostrar un gran enfado era el silencio.

«Si ustedes no se callan, tendré que callar yo».

Y iba cara al ventanal, con la mirada ausente, perdida en el Sinaí. Era un silencio prolongado, desasosegante, como si nos dejara abandonados en un extraño país.

Sentí pronto que el silencio del maestro era el peor castigo imaginable. Porque todo lo que tocaba era un cuento atrapante. El cuento podía comenzar con una hoja de papel, después de pasar por el Amazonas y el sístole y diástole del corazón. Todo se enhebraba, todo tenía sentido. La hierba, la oveja, la lana, mi frío. Cuando el maestro se dirigía al mapamundi, nos quedábamos atentos como si se iluminara la pantalla del cine Rex. Sentíamos el miedo de los indios cuando escucharon por vez primera el relincho de los caballos y el estampido del arcabuz. Íbamos a lomo de los elefantes de Aníbal de Cartago por las nieves de los Alpes, camino de Roma. Luchamos con palos y piedras en Ponte Sampaio contra las tropas de Napoleón. Pero no todo eran guerras.

Hacíamos hoces y rejas de arado en las herrerías del Incio. Escribimos cancioneros de amor en Provenza y en el mar de Vigo. Construimos el Pórtico da Gloria. Plantamos las patatas que vinieron de América. Y a América emigramos cuando vino la peste de la patata.

«Las patatas vinieron de América», le dije a mi madre en el almuerzo, cuando dejó el plato delante mío.

«¡Que iban a venir de América! Siempre hubo patatas», sentenció ella.

«No. Antes se comían castañas. Y también vino de América el maíz». Era la primera vez que tenía clara la sensación de que, gracias al maestro, sabía cosas importantes de nuestro mundo que ellos, los padres, desconocían.

Pero los momentos más fascinantes de la escuela eran cuando el maestro hablaba de los bichos. Las arañas de agua inventaban el submarino. Las hormigas cuidaban de un ganado que daba leche con azúcar y cultivaban hongos. Había un pájaro en Australia que pintaba de colores su nido con una especie de óleo que fabricaba con pigmentos vegetales. Nunca me olvidaré. Se llamaba tilonorrinco. El macho ponía una orquídea en el nuevo nido para atraer a la hembra.

Tal era mi interés que me convertí en el suministrador de bichos de don Gregorio y él me acogió como el mejor discípulo. Había sábados y feriados que pasaba por mi casa y íbamos juntos de excursión. Recorríamos las orillas del río, las gándaras, el bosque, y subíamos al monte Sinaí. Cada viaje de esos era para mí como una ruta del descubrimiento. Volvíamos siempre con un tesoro. Una mantis. Una libélula. Un escornabois. Y una mariposa distinta cada vez, aunque yo solo recuerde el nombre de una es la que el maestro llamó Iris, y que brillaba hermosísima posada en el barro o en el estiércol.

De regreso, cantábamos por las corredoiras como dos viejos compañeros. Los lunes, en la escuela, el maestro decía: «Y ahora vamos a hablar de los bichos de Gorrión».

Para mis padres, esas atenciones del maestro eran una honra. Aquellos días de excursión, mi madre preparaba la merienda para los dos. «No hacía falta, señora, yo ya voy comido», insistía don Gregorio. Pero a la vuelta, decía: «Gracias, señora, exquisita la merienda».

«Estoy segura de que pasa necesidades», decía mi madre por la noche.

«Los maestros no ganan lo que tienen que ganar», sentenciaba, con sentida solemnidad, mi padre. «Ellos son las luces de la República».

«¡La República, la República! ¡Ya veremos donde va a parar la República!»

Mi padre era republicano. Mi madre, no. Quiero decir que mi madre era de misa diaria y los republicanos aparecían como enemigos de la Iglesia.

Procuraban no discutir cuando yo estaba delante, pero muchas veces los sorprendía.

«¿Qué tienes tu contra Azaña? Esa es cosa del cura, que te anda calentando la cabeza»

«Yo a misa voy a rezar», decía mi madre.

«Tu, si, pero el cura no»

Un día que don Gregorio vino a recogerme para ir a buscar mariposas, mi padre le dijo que, si no tenía inconveniente, le gustaría «tomarle las medidas para un traje».

El maestro miró alrededor con desconcierto.

«Es mi oficio», dijo mi padre con una sonrisa.

«Respeto muchos los oficios», dijo por fin el maestro.

Don Gregorio llevó puesto aquel traje durante un año y lo llevaba también aquel día de julio de 1936 cuando se cruzó conmigo en la alameda, camino del ayuntamiento.

«¿Qué hay, Gorrión? A ver si este año podemos verles por fin la lengua a las mariposas»"

Algo extraño estaba por suceder. Todo el mundo parecía tener prisa, pero no se movía. Los que miraban para la derecha, viraban cara a la izquierda. Cordeiro, el recolector de basura y hojas secas, estaba sentado en un banco, cerca del palco de la música. Yo nunca vi sentado en un banco a Cordeiro. Miró cara para arriba, con la mano de visera. Cuando Cordeiro miraba así y callaban los pájaros era que venía una tormenta.

Sentí el estruendo de una moto solitaria. Era un guarda con una bandera sujeta en el asiento de atrás. Pasó delante del ayuntamiento y miró cara a los hombres que conversaban inquietos en el porche. Gritó: «¡Arriba España!» Y arrancó de nuevo la moto dejando atrás una estela de estallidos.

Las madres comenzaron a llamar por los niños. En la casa, parecía haber muerto otra vez la abuela. Mi padre amontonaba colillas en el cenicero y mi madre lloraba y hacía cosas sin sentido, como abrir el grifo del agua y lavar los platos limpios y guardar los sucios.

Llamaron a la puerta y mis padres miraron el picaporte con desasosiego. Era Amelia, la vecina, que trabajaba en la casa de Suárez, el indiano.

«¿Saben lo que está pasando? En la Coruña los militares declararon el estado de guerra. Están disparando contra el Gobierno Civil»

«¡Santo cielo!», se persignó mi madre.

«Y aquí», continuó Amelia en voz baja, como si las paredes oyeran, «Se dice que el alcalde llamó al capitán de carabineros pero que este mandó decir que estaba enfermo».

Al día siguiente no me dejaron salir a la calle. Yo miraba por la ventana y todos los que pasaban me parecían sombras encogidas, como si de pronto cayera el invierno y el viento arrastrara a los gorriones de la Alameda como hojas secas.

Llegaron tropas de la capital y ocuparon el ayuntamiento. Mamá salió para ir a la misa y volvió pálida y triste, como si se hiciera vieja en media hora.

«Están pasando cosas terribles, Ramón», oí que le decía, entre sollozos, a mi padre. También él había envejecido. Peor todavía. Parecía que había perdido toda voluntad.

Se arrellanó en un sillón y no se movía. No hablaba. No quería comer.

«Hay que quemar las cosas que te comprometan, Ramón. Los periódicos, los libros. Todo»

Fue mi madre la que tomó la iniciativa aquellos días. Una mañana hizo que mi padre se arreglara bien y lo llevó con ella a la misa. Cuando volvieron, me dijo: «Ven, Moncho, vas a venir con nosotros a la alameda».

Me trajo la ropa de fiesta y, mientras me ayudaba a anudar la corbata, me dijo en voz muy grave: «Recuerda esto, Moncho. Papá no era republicano. Papá no era amigo del alcalde. Papá no hablaba mal de los curas. Y otra cosa muy importante, Moncho. Papá no le regaló un traje al maestro».

«Si que lo regaló».

«No, Moncho. No lo regaló. ¿Entendiste bien? ¡No lo regalo!»

Había mucha gente en la Alameda, toda con ropa de domingo. Bajaran también algunos grupos de las aldeas, mujeres enlutadas, paisanos viejos de chaleco y sombrero, niños con aire asustado, precedidos por algunos hombres con camisa azul y pistola en el cinto. Dos filas de soldados abrían un corredor desde la escalinata del ayuntamiento hasta unos camiones con remolque entoldado, como los que se usaban para transportar el ganado en la feria grande.

Pero en la alameda no había el alboroto de las ferias sino un silencio grave, de Semana Santa. La gente no se saludaba. Ni siquiera parecían reconocerse los unos a los otros. Toda la atención estaba puesta en la fachada del ayuntamiento.

Un guardia entreabrió la puerta y recorrió el gentío con la mirada. Luego abrió del todo e hizo un gesto con el brazo. De la boca oscura del edificio, escoltados por otros guardas, salieron los detenidos, iban atados de manos y pies, en silente cordada. De algunos no sabía el nombre, pero conocía todos aquellos rostros. El alcalde, el de los sindicatos, el bibliotecario del ateneo Resplandor Obrero, Charli, el vocalista de la orquesta Sol y Vida, el cantero q quien llamaban Hércules, padre de Dombodán... Y al cabo de la cordada, jorobado y feo como un sapo, el maestro.

Se escucharon algunas órdenes y gritos aislados que resonaron en la Alameda como petardos. Poco a poco, de la multitud fue saliendo un ruge-ruge que acabó imitando aquellos apodos.

«¡Traidores! ¡Criminales! ¡Rojos!»

«Grita tu también, Ramón, por lo que más quieras, ¡grita!». Mi madre llevaba agarrado del brazo a papá, como si lo sujetara con toda su fuerza para que no desfalleciera. « ¡Que vean que gritas, Ramón, que vean que gritas!»

Y entonces oí como mi padre decía «¡Traidores» con un hilo de voz. Y luego, cada vez más fuerte, «¡Criminales! ¡Rojos!» Saltó del brazo a mi madre y se acercó más a la fila de los soldados, con la mirada enfurecida cara al maestro. «¡Asesino! ¡Anarquista! ¡Comeniños!»

Ahora mamá trataba de retenerlo y le tiró de la chaqueta discretamente. Pero él estaba fuera de sí. «¡Cabrón! ¡Hijo de mala madre¡». Nunca le había escuchado llamar eso a nadie, ni siquiera al árbitro en el campo de fútbol. «Su madre no tiene la culpa, ¿eh, Moncho?, recuerda eso». Pero ahora se volvía cara a mi enloquecido y me empujaba con la mirada, los ojos llenos de lágrimas y sangre. «¡Grítale tu también, Monchiño, grítale tu también!»

Cuando los camiones arrancaron cargados de presos, yo fui uno de los niños que corrían detrás lanzando piedras. Buscaba con desesperación el rostro del maestro para llamarle traidor y criminal. Pero el convoy era ya una nube de polvo a lo lejos y yo, en el medio de la alameda, con los puños cerrados, sólo fui capaz de murmurar con rabia: «¡Sapo! ¡Tilonorrinco! ¡Iris!».



 
justine,12.02.2012
Vaya, ¡qué historia! De estos relatos cubriríamos el mapa de España. Yo misma tengo un cuento en la página que habla de lo mismo. Triste España y triste guerra que aún sigue minando en el silencio los perdidos corazones de los hombres.
Sé ninive que hablaremos de la relación alumno maestro, pero mañana. Hoy se me han escapado estas letras como una baba de rabia, mientras Garzón declina ochenta años después ante la misma barbarie.
Un abrazo a todos.
 
ninive,12.02.2012
Será fundamental la relación alumno maestro pero surgirán una gran gama de enfoques. Estoy segura que llegaremos a roer bien este hueso.
 
m_a_g_d_a2000,12.02.2012
Has traído una de mis debilidades.
 
musas-muertas,13.02.2012
Estoy de cama.... nunca habia leido ese cuento. La guerra civil española es una de las historias mas crueles de las que he leido. Una guerra que dividió familias de por vida y por generaciones. Coincido con Justine, quizas el eje no sea la guerra sino la relacion del alumno y el maestro. Pero he estado en España, en Monegros, en lo que fue el frente de Aragon, y he hablado con muchos... nunca vi tan de cerca las heridas que deja una guerra civil. la unica emocion que tengo ahora es impotencia y bronca... a partir de mañana me uno al grupo para colaborar en un analisis mas desapasionado. hoy no puedo.
Saludos
Gustavo
 
leobrizuela,13.02.2012
El poder maléfico de la guerra -una guerra entre hermanos-, hace a una madre cobarde, que un padre se humille y que un niño traicione no sólo a su maestro-guía, sino a sus propios sentimientos.
Un cuento para leer con los ojos húmedos.
 
sara_eliana,13.02.2012

Dice Justine "de estos relatos cubriríamos el mapa de España", y yo que vivo muy lejos podría agregar que por desgracia, no es solo el de España.

Como siempre, a mi entender, la literatura registra mucho mejor que la historia los avatares de los pueblos. Lo hemos leído, y vamos por más.

Yo sí había leído este cuento y visto la película; ambos me parecieron excelentes. Acá en Argentina ha sido muy comentado, y lamentamos mucho la muerte del actor que encarnó al maestro.

Con esta lectura actual, no pude evitar hacer relaciones con García Lorca y Miguer Hernández, algo que antes no me había pasado. Si bien se trata de regiones diferentes de España, para mí, hay puntos en contacto entre las obras de teatro de Lorca y este cuento.

Bueno ... a leer, dijo Ninive.

Buena semana. Cariños.

 
musas-muertas,13.02.2012
Exacto leobrizuela!!! asi se siente... la historia intenta simplificar... que los realistas o Franquistas eran catolicos, humildes, ignorantes que los republicanos eran intelectuales, comunistas, democraticos.... lo que me mata de este cuento es la TRAICION!!!! la cobardia, la bajeza, entregada a mamar a un niño (como dice Serrat) con la leche temprana...
tremendo!!
 
ninive,13.02.2012
La maestría de un escritor está en reforzar su argumento con toques aparentemente casuales pero que contienen la semilla de la idea:la lucha fraticida , el odio entre hermanos. Hablo de las 2 neciones a Caín y Abel muy al comenzar del cuento.

Esto es lo que escucha el niño el primer día de clase; que un hermano pueda matar a otro.
 
musas-muertas,13.02.2012
Tomando el toro por las astas uno de los temas que deberiamos abordar es la educacion... a quien/quienes corresponde? educacion familiar vs educacion institucional?.. suma?, resta?.... divide?.... el niño se mea el primer dia de clase por tanto generarle miedo a la educacion institucional "ya veras cuando vayas a la escuela"... adicionalmente rescato lo comentado por Ninive, en la escuela le enseñan que los hermanos se matan.... pero, acaso no es asi?... se debe explicar o no?.... se que hago mas preguntas que proporcionara respuestas pero yo tampoco tengo claras las cosas...
Gustavo
 
ladanny,13.02.2012
¡Cómo duele este cuento!
Como de la admiración se pasa al odio y todo por el miedo.
En unas pocas páginas el autor logra demostrar la miseria humana. Y no voy a hablar de lo que pasó después, porque conocemos lo que fue la Guerra civil española...
Tengo que volver a leerlo, sin la emoción que sentí, para poder analizarlo, si puedo, tomando distancia.
Gracias Ninive, por elegir este cuento
 
divinaluna,13.02.2012
Doloroso texto donde la infancia es testigo de la crueldad de una guerra, que pone a los hombres en la disyuntiva de elegir entre su vida y la de los otros. Cain y Abel, hermano contra hermano, en medio de la belleza del conocimiento y los temores de una educación estricta que se ve dulcificada por un maestro diferente, con amor a su patria, a sus poetas, a su gente. Duele leer y pensar que fue asi el comienzo de la barbarie de la guerra civil española, igual a tantas que todavia arden por el mundo.
La imagen del niño corriendo detrás del camión que se lleva a su maestro es trístisima porque de la boca de Gorrión solo salen palabras que él amó.
 
ninive,14.02.2012
Mi intención al subir este cuento era relacionarlo con la esnseñanza.Ante el impacto que suscita la lectura, comprendo que ese aspecto se ve superado por otros problemas existenciales del hombre: el amor, la amistad, la muerte, la cobardía ,la verguenza, el dolor ,la traición. Si faltara más agrego que también proyecta luz sobre la comunicación y la incomunicación
El cuento es por lo tanto de gran riqueza temática y todo esos temas están presentes el un período histórico conflictivo en el que actúan los personajes.

Pregunta ¿a qué se refiere el autor cuando habla de los tios que emigran para no ir de quintos?
 
sara_eliana,14.02.2012


Se refiere al servicio militar obligatorio.

 
ninive,14.02.2012
gracias sara-eliana
 
leobrizuela,14.02.2012
«¡Sapo! ¡Tilonorrinco! ¡Iris!».
Las palabras finales del cuento son desgarradoras.
Porque el niño intenta devolver a modo de insulto aquello que el maestro puso en él, como desembarazándose de aquel conocimiento particular que terminó –por lo visto- siendo indeseable y pecaminoso.
Lejos de la genuflexión inducida por sus mayores (aún no le es dado comprender el valor social de la connivencia y adulación política –como vemos a diario en la sociedad-, ni sus implicaciones), ha adoptado la actitud pueril de la irreflexión y el cumplimiento de una natural obediencia.
Y su respuesta es, paradójicamente, la pronunciación agresiva de aquellas palabras puestas en su intelecto por alguien que sería, durante la adultez, recordado como una puerta hacia el conocimiento de la vida.
Palabras gritadas que, en su momento y de poder escucharlas, habrían sonado en los oídos del infortunado maestro como una mínima victoria sobre la perversidad de los hombres. Victoria que le señalaría que un algo, diminuto pero vital, había sembrado en aquel niño.
Que es el máximo objetivo de un maestro.
 
ninive,14.02.2012
Arriesgo. Me dirán que veo el antiguo testamento en todas partes.
¿no es sugestiva la elección del nombre del monte Sinaí. No sé si existe en España un monte Sinaí y con más razón. El niño se refugia en el monte, van a recoger insectos al monte y el maestro cuando castiga a los alumnos con su silenciolo hace mirando a través de la ventana hacia el monte Sinaí.
Del Monte Sinaí Moisés le entregó al pueblo los diez mandamientos que son el código moral de la humanidad.
Otro lugar del cuento me atrae por su simbolismo:
La alameda, metáfora de alegría y libertad que se convierte al final en un lugar negativo y se convierte en símbolo de la incomunicación, en lugar de horror ,mentira y traición.
 
musas-muertas,14.02.2012
De acuerdo con Niníve.... busque por todos lados, ningun monte Sinaí en españa y menos proximo a la Coruña (supuesto lugar de embarque para Buenos Aires)... Lastima, me hubiera gustado identificar el pueblo si es que realmente existió.... como aporte adicional el pueblo Vazco (Coruña) y el Catalan fueron principales bastiones de los Republicanos en la guerra civil.
 
ladanny,14.02.2012
El cuento se va desenrollando como "la lengua de las mariposas" Los padres no pueden creer que el Gorrión quiera a su maestro. Ese maestro que va desplegando frente a los chicos del pueblo los conocimientos en forma viva, hasta que un día gorrión descubre que sabe más que sus padres.
Me quedé intrigada con el monte Sinai . Gracias por aclararmelo Ninivey sin duda el autor lo eligió a propósito igual que el poema de Machado con la lucha entre hermanos.
De pronto recordé los discursos de Hitler y como la multitud, llevada por un sentimiento atávico lo vitoreaba, aunque él solo rugía sin palabras.
Me preguntaba porque el padre, supuestamente republicano que de pronto grita enfurecido, insulta al maestro y empuja a su hijo a insultarlo también. Esa histeria y además ser igual a los demás, está descripto en forma magistral.
Hace mucho ví la película y me quedó grabada la imágen del maestro mirando tristemente a su amigo, el Gorrión, que lo insulta, tirándole piedras.
Vuelvo a leer este cuento una y otra vez; me tiene atrapado.










Machado
 
sara_eliana,14.02.2012

Realmente el cuento da para mucho. Explorar la relación maestro-discípulo en comparación con "La rosa de Paracelso" me parece una línea de lectura apasionante.


Comparto con los que opinan que el tema principal es la educación, si es que cabe aquí hablar de temas principales y secundarios. Me parece que la educación es anterior al de la guerra civil, porque me da la impresión que está tratado como causa de ésta.


Es un tema del que yo ignoro casi todo, así que tuve que buscar información. Y lo primero que uno encuentra es que por los noventa –del siglo XX- hubo en España (y no solo aquí, obviamente) un movimiento de revisionismo de la historia de la educación tomando como marco teórico-metodológico algunas disciplinas que hasta el momento no estaban demasiado reconocidas como tales: la sociohistoria, la microhistoria y la historia regional. Por tal motivo se puede encontrar datos sobre la historia de las diferentes regiones, más allá de lo que diga la historia nacional de la educación. Y yo creo que Manuel Rivas se centra en la educación de La Coruña. El cuento se publica en 1995, y con seguridad él estaba enterado de todo este accionar de los cuadros de estudio españoles.

El cuento está fechado de una manera que no deja dudas: la guerra de Marruecos (1909), el movimiento migratorio hacia América (1880-1920 aproximadamente), ambos como períodos amplios previos al tiempo de la historia ficcional, que se desarrolla durante la presidencia del republicano Manuel Azaña como período puntual (1931 a 1936, momento en que comienza la guerra civil).

No quiero entrar en el tema político, simplemente decir que en el mencionado tiempo previo el espectro se vio diversificado, ya que además de conservadores y liberales surgió el partido socialista: la izquierda ganó su lugar en España.

Respecto de la educación en La Coruña, yo señalaría tres cuestiones:
1 – Las escuelas de oficios han dejado su huella en la clase del maestro: Además de ciencias enseñaba la fabricación de elementos de agricultura. La historia dice que en La Coruña, por su situación portuaria y por contar con una incipiente burguesía mercantil, las escuelas de oficios desarrollaban contenidos técnicos orientados al comercio, la navegación y la industria. La aparición y proliferación de estas escuelas está ligada a la historia de los movimientos gremiales, y surgieron como respuesta al avance del capitalismo a ultranza. Por lo que he leído, estas escuelas no llegaron a prosperar en la región de Galicia. En cambio, prosperaron “numerosos centros de enseñanza por iniciativa de los indianos en d o n de muchas veces se compaginaba de manera ejemplar la enseñanza primaria y secundaria con clases de instrucción técnica y artística”

2 – Los padres se educaron padeciendo la carga de ser usuarios de una lengua que no era el idioma nacional, de registro formal, por todos aceptado. Debieron pasar muchos años para que se valorara positivamente la diversidad lingüística y se impartiera educación bilingüe.
3 - La clase del maestro parece ser solamente de varones; no aparecen nombres de niñas. Aunque la Ley Moyano, segunda mitad del S XIX, declara la obligatoriedad de la escolarización a niños de ambos sexos, los estudios consultados señalan la resistencia de las familias a enviar a sus hijas a la escuela priorizando antes las tareas del hogar. En relación con esto, también hay que mencionar que en regiones rurales los niños debían dar prioridad a la ayuda a sus padres antes que la asistencia a la escuela.

Son apenas algunos de los tópicos que se pueden señalar en el texto que apoyan la tesis de quienes recurrieron a las historias regionales y locales para tener un panorama más cercano de la educación en cada lugar en particular. Las estadísticas y las conclusiones elaboradas hasta ese momento para la nación en general, dejaban fuera los verdaderos problemas que la realidad educativa debía abordar en las diferentes regiones de España, o al menos, quedaban desfasadas las cifras estadísticas que ofrecía el análisis de los especialistas.

Hasta aquí, Manuel Rivas no dice nada nuevo. Para quienes peinamos canas, los problemas de la educación, la guerra civil, los movimientos migratorios … etc. ya no son ninguna novedad. Sin embargo, a mí me gustaría saber si en España se enseña la Guerra Civil Española como contenido curricular. Si tengo que sacar cuentas por lo que ocurre en mi país, Argentina, debería decir que no. Acá en Argentina no se enseñan como contenidos curriculares los estragos de la guerra civil que culminó con la última dictadura militar, no se enseña la guerra de Malvinas. Quienes vivimos la época conocemos los hechos, pero los jóvenes y los niños no.

¿Por qué no se enseñan? Cada uno con sus motivos. Para la historia oficial, mostrar hechos que no pueden abonar un imaginario de grandeza, es una situación inconveniente. Quienes podrían romper esta línea, en muchos casos temen ser identificados con movimientos de izquierda. Para los padres y familiares, por dolor, por vergüenza, por remordimientos, por desidia, por ignorancia, por rabia … Y así es como poco a poco van quedando esas verdades históricas sepultadas en el silencio. Hasta que la voz del poeta sacude las conciencias.

Me ha costado mucho sintetizar con claridad y creo que no lo he logrado. Cada vez que uno toma el plumero y comienza a desempolvar los estantes, sumergiéndose en lo profundo de los temas que la literatura nos muestra así, con mentirosa sencillez, renace la pasión que nos encaminara por estos sitios de encuentros literarios.

Saludos, y un gran abrazo.

 
sara_eliana,14.02.2012
Algo que se me quedó fuera:

¿dónde y cómo carga las tintas el autor respecto de este tema de la educación?

En mi opinión, dirige sus dardos a la iglesia. "Tú vas a la iglesia a rezar, pero el cura no" dice el padre. Se debe rezar en la iglesia y en la escuela también; y el enfrentamiento entre hermanos está puesto por el maestro dentro del discurso literario, tomando nada más y nada menos que a Machado.

 
ninive,15.02.2012
El ensayo de bsara-eliana/b 14-2 es muy esclarecedor con respecto al tema "educación"
Me interesó sobretodo cuanto dice de la falta de información en las escuelas sobre los acontecimientos que desgarraron el país y las conciencias en su momento.
Creo que el motivo no es solo que no es "glorioso" presentar épocas de oscuridad y horrores cometidos por el propio pueblo. Yo creo que la historia para ser enseñada desapasionadamente tiene que esperar un cierto período de decantación de los acontecimientos. Es probable que la guerra civil se enseñeen España, espero la palabra de los españoles del grupo. El período del holocauto de la segunda guerra mundial, tardó en llegar a las escuelas.

Otra cosa que rescato del escrito de bsara-eliana/b es lo que dice (y el cuento de Rivas lo menciona) que frecuentaban la escuella aquellos niños que no debían dar una mano en el campo o en otras actividades de la familia.
Esto explica la burla que se ganó en La Argentina la inmigración española. La mayoría de los emigrados eran analfabetos. Hoy escucharía un cuento sobre gallegos con más comprensión.

En el cuento la escuela está presentada con un halo de terror, el niño teme por todo lo que ha escuchado en la casa. El maestro "no pega" dice y el maestro le abre la mente y siembra nuevos conceptos en la mente del niño. Estos conocimientos comienzan a crear una diferencia cultural entre él y su madre: Por ejemplo "las patatas y el maíz vienen de América" Al padre lo sabemos lector pero no mucho más.
 
sara_eliana,15.02.2012
Nínive

No sé qué ocurrirá con la enseñanza de la historia en Bolivia, Chile o Perú ... etc. Pero acá en Argentina tanto la historia argentina como la de América, se enseñan de una manera fragmentaria e incompleta. De los pueblos originarios, las únicas culturas valoradas son las incas, aztecas y mayas. Tenían pirámides, calendarios, y monumentos que nadie puede comprender. El resto, eran cazadores, recolectores, nómadas y en el mejor de los casos vivían en toldos. Culturas primitivas. Eso no es verdad.

Para las currículas escolares, la historia de América comienza en el siglo XV. La historia argentina es la historia de la pampa húmeda. Muy poca gente se quiere enterar de que América es mestiza, como lo grita Carpentier a voz de cuello. Mestiza y mulata.

El analfabetismo es un flagelo HOY. La deserción escolar es un flagelo HOY. Pero en las currículas escolares aparece como un contenido teórico, inclusive en los Institutos de Formación Docente. Hay que recorrer las escuelas una por una, hablar con los docentes y los alumnos, recorrer los barrios, para tomar conciencia de las deficiencias que tenemos en la educación, que no se arreglan regalándole una computadora a cada uno.

Pero esas cosas únicamente las denuncian los poetas. Yo aprendí la historia a través de las obras literarias, y lo que es más importante que aprender libros de historia, es a leer la historia a través de los libros.

En las escuelas se enseña que la Patagonia era un desierto hasta que llegaron los colonizadores. Este concepto de desierto es insostenible, desde todo punto de vista. Dijo Esteban Valentino: "Un desierto lleno de gente".

Lo que ocurre, creo yo, en el fondo, es que duele demasiado vivir con los ojos abiertos. Tomar conciencia de una realidad que no nos enaltece como pueblo, mirarla de frente, enfrentar nuestras miserias y salir a trabajar todos los días, mandar a nuestros hijos a la escuela ... es muy duro. Mejor nos vamos, con Luis Sepúlveda, a leer novelas de amor. Dicho esto con todo respeto.

La pluma de Manuel Rivas intenta reavivar la llama de las conciencias, denunciar los excesos que se han cometido con el pueblo mientras las estadísticas sobre la educación mostraban guarismos aceptables, llamar a la reflexión ... ¿Y qué pasa si lo logra? ¿Como se corrige, cómo se mejora? En el barrio en el que estamos trabajando los índices de analfabetismo y deserción escolar son pavorosos. Ahí estamos nosotros con nuestra biblioteca, cursos, talleres de ajedrez etc etc. ... y puede mucho más el político de turno que viene a ofrecer un puestucho de puntero político. Son estos iletrados los que sostienen el aparato estatal, por ende, no van a desaparecer nunca por decisión de las autoridades.

Gracias, nínive, por tus apreciaciones. Y disculpen que haga catarsis acá, pero a mí estas cosas me hacen llorar.



 
loretopaz,15.02.2012
Un cuento bellísimo, lleno de humanidad y comprensión, incluso perdón podría decirse, perdón a quienes vivieron durante los difíciles años de la guerra civil española, y que no sólo callaron durante décadas sino también muchas veces traicionaron a sus amigos con tal de protegerse de la represión terrible que asolaría a una parte del pueblo español, represión que aun hoy continúa, en forma diferente, claro está, tratando de acallar (a través de la condena al juez Baltasar Garzón) los testimonios de centenares de familiares de las víctimas de la dictadura franquista.

Entiendo que quiera destacarse la relación maestro-alumno, pero lo que acabo de leer me parece tan fuerte, tan irresistiblemente conmovedor, que a pesar de ser el tema principal del cuento, la relación entr el Gorrión y su maestro parece diluirse entre todas las demás relaciones que existen entre los diferentes personajes. Para mí, lo más importante en este cuento es la mirada, el enfoque ponderado con que el autor observa las actitudes, las tomas de posición de cada uno, una especie de calma y equilibrio que sólo pueden dar los años de distanciamiento de los hechos.
 
divinaluna,15.02.2012
Manuel Rivas es un autor joven que narra de manera certera los hechos tal como si los hubiera vivido, eso hace que el cuento parezca más real y cercano al corazon del lector. Me conmueven hondamente este tipo de obras
 
ninive,15.02.2012
Vayamos un poco al contenido literario.
En el cuento hay muchas metáforas y descripciones extraordinarias ,una de ellas es esa deliciosa de la lámpara que al oscilar "desordena las sombras."
La estructura del relato no es lineal, hay saltos hacia adelante y hacia atrás, encuentro que esto agiliza la lectura. Si lo vemos como una obra de teatro podríamos decir que hay secuencias o escenas que se siguen unas a las otras por asociación,la cocina de la casa es una de las escenas , la escuela, las carreras por la Alameda , la escena de la preparación del traje para el maestro... Este traje, regalado por agradecimiento y aprecio va introducir el descenlace del relato. Negar que el padre confeccionó el traje en regalo es el primer paso que simboliza la negación de la verdad y la traición . Al final esos gritos del niño que quieren ser insulto resultan ser el vínculo que lo unía al maestro.
 
ladanny,16.02.2012
Ninive estoy de acuerdo con vos respecto a la parte literaria. Además pienso en ese maestro tan especial, que sabe despertar el interés de esos niños, que en la mayoría de los casos temen a la escuela..
El maestro del cuento me maravilla y se me ocurre que ese final es muy español, ya que es un pueblo, que por una parte odia a la iglesia y por otra( como la madre) es creyente a utranza.
 
ninive,16.02.2012
Sara-eliana, más arriba en un posteo dices que comparar la relación discípulo maestro entre este cuento y el cuento de Borges sería interesante.
Por más que le é vueltas al asunto no encuentro ninguna semejanza. ¿y tú?
 
musas-muertas,16.02.2012
Ninive.. Probablemente de la comparacion que propone
Sara-eliana no surjan semejanzas sino diferencias
se me ocurren algunas:
1- en el primero el alumno busca al maestro voluntariamente esto no ocurre en el segundo.... el alumno le tenia terror al maestro (al estudio y a la escuela
)
2- en el primero el maestro aunque rogaba dios por un alumno termina rechazandolo en el segundo el rechazado es el maestro
3 - en el primero el alumno le pide una prueba de coocimiento al maestro, en el segundo el maestro regala sin pedido previo.
creo que podria seguir con las diferencias que producen la comparacion... aunque desconozco a donde nos llevaria esto.... jeje por ahi Uds me asustan!! jejeje

 
Gadeira,17.02.2012
Hola chicos, no he podido acudir antes a comentar esta lectura. Esta mañana la leí y ahora saco algunos minutos para comentarla. Leídas vuestras aportaciones, la verdad es que poco me queda por decir que no sea el estar de acuerdo con las opiniones que habéis ido sumando. Pero bueno, a ver si soy capaz de señalar algo en paralelo, sobre el tipo de docencia que practica el maestro, y su origen histórico. El resto ya lo habéis aportado . Por cierto Sara...hay que quitarse el sombrero contigo. Qué placer leer tus profundas críticas.


Si por algo se podría caracterizar al sistema educativo español, es por las diversas Leyes Educativas y Reformas, en su mayoría tremendo fracasos, por los que ha pasado. leyes redactadas desde las distintas visiones y posicionamientos políticos, de marcado carácter religioso.

Ahora bien, centrándonos en la historia, habría que decir que en esos momentos la iglesia seguía teniendo como ya he dicho, una gran presencia en la educación. De hecho a inicios del siglo XX, la mayor parte del alumnado de primaria y secundaria estaba bajo la tutela educativa de los religiosos. A todo esto, mencionar el enorme analfabetismo general y la más de la mitad de la población infantil sin escolarizar.

El autor retrata a un profesor de izquierdas, posiblemente seguidor de las directrices educativas recogidas por la ILE (Institución Libre de Enseñanza). Creada en 1876 por el catedrático, Giner de los Ríos. Nueva corriente pedagógica de iniciativas pioneras caracteriza, por la no confesionalidad, la tolerancia, la libertad de ciencia, etc. Aunque bien es verdad, que el eco que tuvo dicha reforma en zonas rurales fue escaso.

El profesor entiende la educación y el aprendizaje desde la observación. Hace partícipar a sus alumnos, los implica en la búsqueda del conocimiento. El laboratorio es el campo. Los mapas desplegados recrean la historia a través de la sapiencia, verborrea y del gran cómico que conlleva la figura de un buen maestro. El profesor está a su manera, llevando a la práctica las tendencias más renovadoras en materia educativa, por la que pasara España hasta esos momentos. Tanto es así, que habríamos de esperar a los 60 para que diese comienzo una reforma en educación, que hasta esos momentos se había basado en la presencia religiosa, la prohibición de la coeducación y la importancia de la familia como institución .



Y ahora una pregunta personal. ¿Nadie más que yo, ve en los gritos finales del niño, en las palabras que emplea, más que una traición hacia su maestro, un guiño cómplice de despedida?

Un abrazo.
 
divinaluna,17.02.2012
Gadeira en mi comentario del 13-02 afirmo que "La imágen del niño corriendo detrás del camión que se
lleva a su maestro es trístisima porque de la boca de Gorrión solo salen palabras que él amó" lo que me parece responder a tu pregunta.
Senti al leer el último párrafo que el niño repetia las palabras casi agradecido del conocimiento brindado por el maestro y con la rabia de perder lo que había aprendido a querer
 
sagitarion,17.02.2012
Atendiendo una sugerencia de Ninive, acudo a este foro con esta sencilla opinión del texto que se está tratando.

Para que el aprendizaje se logre, es menester que exista un puente, un nexo afectivo entre el que enseña y el que desea aprender. Este nexo se logró cuando el niño desecha los prejuicios que le fueron inculcados por la familia, que sin mala intención, casi coloquialmente, lo atemoriza respecto a su próximo ingreso a la escuela.

Por otra parte, debo decir que desconozco el contexto histórico de la educación en el tiempo y el lugar en que se ubica la historia. Pero puedo establecer un símil entre lo que cuenta el autor, con lo que sucedía hasta hace pocos años en algunas regiones rurales de mi país. En donde los muchachos no acudían a la escuela hasta la adolescencia, mientras tanto, ayudaban a sus padres en las labores del campo. Este comparativo me da luces para desarrollar mi punto de vista.

Afortunado Gorrión, quien por ser de la “clase media” -hijo del sastre- antes de ir a la escuela dispuso de mucho tiempo para vagar en soledad libremente y sensibilizar su espíritu. Ello fue de gran ayuda para cuando conoció al maestro. Éste, un excelente conocedor de la condición humana, supo aprovechar las circunstancias del entorno, despertó y alimentó la curiosidad y la imaginativa de sus pupilos, él como un campesino, arrojó la semilla en aquellos surcos y vio con mucha alegría que donde florecieron primero sus esfuerzos, fue en la mente de Gorrión. Se había establecido el nexo afectivo, casi simbiótico. El deseo de aprender del niño y la necesidad de enseñar del maestro, ¡Sí necesidad!, porque la soledad huérfana de afecto del maestro se complementa con la fuerza arrolladora del conocimiento que empieza a experimentar el niño. El maestro ha logrado aproximarlo al conocimiento científico, hurgando, escarbando, descubriendo en su propio entorno.

Al final del cuento, el personaje del padre, derrumbado por el miedo, la autocensura y el sentido de lealtad y protección de su familia, lo obligan a gritarles a sus correligionarios... “traidores”, luego se dirige expresamente al maestro y le grita “Asesino” “Anarquista” “Comeniños” y fuera de sí “Cabrón” “Hijo de mala madre”. El niño que intuye el peligro en medio de aquel caos en que se encuentra, en donde importantes valores que conocía en su hogar y reafirmó luego en la escuela, como la lealtad, el agradecimiento, la dignidad en la pobreza, el respeto a sus semejantes y conducirse con la verdad, de pronto se han trastocado. Su madre misma le ha pedido que mienta: “...Recuerda esto, Moncho. Papá no era republicano. Papá no era amigo del alcalde. Papá no hablaba mal de los curas. Y otra cosa muy importante, Moncho. Papá no le regaló un traje al maestro...” “Sí que se lo regaló” “No, Moncho. No se lo regaló. ¿Has entendido bien? ¡No se lo regaló!” “No, mamá, no se lo regaló” Su padre, un hombre siempre respetuoso de los demás en público, ahora vocifera y le pide que insulte a su maestro.

Pero el niño no es capaz de llamarle traidor, ni criminal a su maestro, murmura con rabia una serie de palabras que son una gradación ascendente: “¡Sapo!” “¡Tilonorrinco!” “¡Iris!”. El nexo afectivo entre ellos se ha fortalecido con el reconocimiento y la gratitud. Este me parece el mensaje del final del cuento.

Esto es de Google, me pareció interesante pegarlo aquí: Mientras el padre se denigra, renuncia de sí, la autocensura lo ha matado, el niño demuestra la transformación que la educación logró en él. Mientras su padre cae, él se eleva y vuela con la mariposa que podría tomarse como una metáfora de su proceso.
 
kroston,17.02.2012
Un cuento triste. Y me parece que el tema no es la educación o la escuela; es, como en casi todos los buenos relatos, los afectos humanos y su fragilidad ante una crisis. El autor nos deja acá, eso si, un pequeño regalo: la inocencia de Gorrión.
 
Gadeira,17.02.2012
Garcias por contestar Divinaluna. Efectivamente. Sagitarion reitera lo que pensamos con su comentario y Kroston aporta una opinión que comparto. El tema central no es el de la educación sino la fragilidad de los sentimientos humanos, en este caso ante el miedo y la represión.

 
loretopaz,17.02.2012
Excelente comentario Sagitarion, el niño es capaz, gracias a la relación que tiene con su maestro, de lograr un equilibrio, por un lado obedece a su padre tomando parte en el griterío de injurias a los detenidos, pero las palabras “¡Sapo!” “¡Tilonorrinco!” “¡Iris!”, que profiere no representan una ofensa en su mente infantil, "sapo" es no es más que la imagen que él se hace del rostro del maestro, y "tilonorrinco" e "iris" son las dos especies de animal que más lo fascinaron entre todas las que aprendió con él.

Me sumo a los comentarios de Kroston y Gadeira, el tema central del cuento es la reacción de todo un pueblo frente a una represión inesperadamente brutal.
 
sara_eliana,17.02.2012

Mirar el cuento a través de la multiplicidad de cristales que permite el foro es un privilegio. Se ha leído y se ha concluido quizás mucho más de lo que Manuel Rivas tuvo en mente cuando lo escribió. Cada lector o lectora ha ido escribiendo su propio texto paralelo al del autor, sumando a la obra abierta una parte suya.

Esto es maravilloso, y no es un invento moderno. La poesía precolombina quedaba abierta a la pluma de futuros poetas.

Lo dijo Filiberto: no sé si me gusta más el cuento o los comentarios. Muchas veces me ha pasado lo mismo.

Un abrazo.

 
justine,17.02.2012
Coincido con sagitarión. El niño está confundido por los mensajes contradictorios que lellegan de sus seres queridos, no entiende el porqué pero vislumbra el miedo de sus progenitores, la obediencia y el respeto que les debe pueden más que sus iniciales emociones como individuo naciente; no obstante, el lazo afectivo y la gratitud que siente hacia su maestro es tal, que aún queriendo hacer lo que le han ordenado y comportarse como el resto de los niños, de su boca las únicas palabras que salen son aquellas que le unirán para siempre, inexorablemente a Don Gregorio.
 
ninive,18.02.2012
Creo que a este punto en el cual casi todos los socios del círculo opinaron, puedo sugerirles la lectura del cuento de bjustine/b que versa sobre este mismo momento histórico y que también tiene por protagonista a un niño. Lo pueden leer en sus cuentos o llegar por medio de este link

El cuento de justine se llama "Malditos rojos"
Será interesante recibir aquí los comentarios.
Que tengan un buen fin de semana.
 
ninive,18.02.2012
 
ninive,18.02.2012
No me sale el link ,pero llegarán de todas maneras.
 
elclubdelapaginaazul,18.02.2012
Les recuerdo que ,salvo el actual, figuran en mi HOME todos los textos presentados hasta ahora.

Frecuentadores del club:
divinaluna
gadeira
justine
Kroston
ladanny
loretopaz
leobrizuela
m-a-g- d-a 2000
musas-muertas
ninive
sagitarion
sara_eliana

 
m_a_g_d_a2000,19.02.2012
Gadeira, estoy de acuerdo contigo en lo del guiño final del niño hacia el maestro. He creido entender en alguna intervención que el niño acaba odiando al maestro, no estoy de acuerdo con ello. El niño vive entre la fascinación de las enseñanzas del maestro y el miedo que su madre muestra todo el tiempo. Y lo último que le dice cuando se lo llevan, su grito final es la palabra que el maestro le enseñó. A mí me parece una reacción entrañable y desgarradora a la vez.

Es un auténtico lujo leer todas vuestras intervenciones.
 
Gadeira,20.02.2012
ninive, gracias por el link al cuento de justine. Es estupendo.

Personalmente como lectora, pienso que, si justine lo retomara para alargarlo, para recrearse tal vez en la última escena; podría darle un lucimiento aún mayor. El final que le ha dado, lo merece.

Es tan solo mi visión, una visión que para nada empaña el trabajo magnífico de la compañera.

¡Felicidades justine!
 
sara_eliana,26.02.2012
Comentario sobre “Malditos rojos” de Justine

Primero quiero disculparme por la demora en dejar el comentario; estuve paseando en estos feriados y recién voy retomando actividades.

Prosa impecable, cuya brevedad y sencillez sacuden al lector por la fuerza de los hechos narrados. Un poco porque no puedo con mi genio, otro poco porque considero que en un cuento tan conciso y bien elaborado no hay ninguna palabra “inocente”, estuve buscando sobre “trillaban el trigo en las eras de Agramante”, pensando encontrar simplemente una denominación de un lugar geográfico. Y ahí es donde el alcance de la lectura se abre en proyección angular, al menos para mí que estoy lejos del contexto. La noticia periodística (2007) en la que también se inserta este cuento, los comentarios de los lectores, indican hasta qué punto aún están vigentes las heridas dejadas por tan desgraciado suceso, y no es para menos.

Por otro lado, “las eras de Agramante” es una expresión que acuña la más rancia tradición literaria española a la que se le da el significado de “discordia”. Nunca tan bien aplicado para señalar las relaciones entre los personajes del cuento de Justine. También toma el concepto el escritor José Manuel Caballero Bonald , quien dice “A mí me sedujo Agramante, el caudillo sarraceno, porque me servía para definir lo que ese otro personaje del Orlando había bautizado con su nombre: un lugar donde reina el desorden y la confusión. Así que Campo de Agramante no sólo es el título de una novela mía de esa índole, sino que remite a otros trastornos más generales.” De manera que la relación intertextual que sugiere el cuento arrastra al lector por los caminos de la historia y la literatura españolas.

Dentro de ese contexto, me parece muy valiosa la ironía manifiesta en el título. “Los rojos” irrumpieron en el imaginario político y cultural de occidente como una fuerza demoníaca que venía del Este. Ya pasamos por etiquetas cromáticas como “los negros”, también “los amarillos”, y con el comunismo/socialismo fueron “los rojos”, gente sin dios y sin escrúpulos que pertenecían a un sistema político autoritario y bestial y a un país lleno de ignorantes y muertos de inanición. Esa era la prédica del bombo de occidente, y tuvieron que pasar cincuenta años para que los massmedia no tuvieran más remedio que declarar que Rusia había ganado en mucho la carrera espacial a EEUU y sus científicos estaban muy lejos de ser los brutos que por estos lados se decía.

La pregunta que sugiere el título y no se tarda nada en encontrar la respuesta es ¿quiénes son los malditos rojos?

Felicitaciones a justine y a nínive por dejar este trabajo para su lectura y análisis.

saludísimos



 
filiberto,01.03.2012

Un trabajo impactante. Además de las cuestiones desarrolladas magistralmente por los compañeros de lectura, me parece fundamental el tema de la traición.
El pequeño es inducido (¿motivos?...muchos y muy contundentes) sin embargo y este es (en mi criterio) el principal valor del cuento: Sin llevarse por lo que ese hecho puede acarrearle a él y a su familia, el niño no insulta al acusado y esto es importante, principalmente, porque con ello no se traiciona a sí mismo en lo que respecta al amor por su maestro. La traición a uno mismo suele suceder en numerosos momentos de la vida de cada individuo.
Un cuento didáctico desde todo punto de vista.
Reitero, los comentarios tan buenos como la obra literaria.
 



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