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albertoccarles,02.03.2004
D. H. LAWRENCE
2 de marzo de 1930- 2 de marzo de 2004

En la Introducción al volumen de sus CARTAS (publicadas en español por Ediciones IMAN,, Buenos Aires, 1945), Aldous Huxley comenta y reflexiona:

“ Lawrence fue siempre, ineludiblemente, un artista. Sí, ineludiblemente, porque hubo momentos en que quiso evadirse de su destino. “Desearía con todo mi corazón que el hado no me hubiera impuesto los estigmas de escritor. ¿Por qué tendremos que estar inficionados de literatura , y tonterías semejantes?”- escribía a su editor. Sin embargo, Lawrence amaba su destino; amaba el arte en el cual era un maestro: “Uno descarga sus enfermedades en los libros, repite y vuelve a presentar sus emociones hasta dominarlas”. Porque Lawrence era un poseído, en un sentido estricto del término, por su genio creador: Nada podía hacer contra eso.
“El don característico y especial de Lawrence era una extraordinaria sensibilidad para lo que Wordsworth llamó “los modos desconocidos de lo existente”. Siempre estuvo intensamente penetrado por el misterio del universo, y ese misterio fue para él, constantemente, un inúmen/i divino. Lawrence no pudo olvidar nunca, como hacemos generalmente los demás, la oscura presencia de ese iotro (otherness/i, en el sentido metafísico de alteridad cualitativa esencial) que está más allá de los límites de la conciencia del hombre. Esta sensibilidad especial era acompañada por un prodigioso poder de traducir ese otro experimento en forma inmediata, en términos de arte literario.
“·Tal era el don peculiar de Lawrence. El hecho de que lo poseyera, explica, por ejemplo, su actitud hacia el isexo/i. Para Lawrence el significado de la experiencia sexual era: Que en ella el conocimiento inmediato e irracional de eso otro divino es llevado a un foco....de tinieblas. Parodiando la fórmula de Mattew Arnold, podemos decir que el sexo es algo extraño a nosotros, que tiende, no hacia la virtud, sino más bien hacia la vida., a la unión con el misterio. Esa quintaesencia de la alteridad es, no obstante, la quintaesencia de nuestro ser. Y a Dios Padre, el Inescrutable, el Incognoscible, le conocemos en la carne de la mujer. Ella es la puerta por donde penetramos y por donde salimos. Testigos de la transfiguración, salimos ciegos e inconscientes. Así, el abrazo del amor aportaría tinieblas y olvido.
“ Para el que posea el don de sentir el misterio de esa alteridad, el verdadero amor debe ser, necesariamente- en el vocabulario de Lawrence- nocturno. Así también ha de ser el conocimiento verdadero: Nocturno y tangible; un palpar en la noche. El hombre habita un mundo construido por él mismo dentro del universo mayor-que le es extraño- de la materia objetiva y de su propia irracionalidad. En la ilimitada negrura de este universo, la luz de su pensamiento excava una pequeña cueva e ilumina un túnel de claridad en el cual, desde el nacimiento de la conciencia y hasta su muerte, él vive, se mueve y halla su subsistencia. Muchos de nosotros ignoramos las tinieblas externas, o las condenamos por temor. No así Lawrence. Tenía unos ojos que veían más allá de los muros de luz, internándose profundamente en las tinieblas, y unos dedos sensitivos que le mantenían siempre en contacto con el misterio circundante. Además, a diferencia de los filósofos y hombres de ciencia, él ino pretendía ni deseaba aumentar el área iluminada/i, aprobaba las tinieblas externas, y en ellas se sentía en su ambiente. Descreía de la ciencia, y como Keats, brindaba por la destrucción de Newton, que había explicado el arco iris.
“Fuesen cuales fuesen las consecuencias intelectuales, él mantuvo siempre su lealtad al propio genio. El idaimon/i que lo poseía era una cosa divina a la cual jamás negaba ni trataba de explicar. Esa lealtad, a su ser, a su don, al extraño y poderoso inúmen/i que le tomaba como tabernáculo, es fundamental en Lawrence. No era una incapacidad de comprensión lo que lo hacía rechazar la filosofía y la ciencia; era tan inteligente como genial. Los métodos de la ciencia y los de la filosofía crítica eran incompatibles con el ejercicio de su genio, con la inmediata percepción y la traducción artística de la divina ialteridad/i.
“Consideraba que el arte debía ser completamente espontáneo, y como el artista, imperfecto, limitado, transitorio. Y que el primer deber moral del hombre es no intentar vivir por encima de su condición humana...De todos los materiales de construcción prefería el iadobe/i; su gran plasticidad y su fugacidad se lo encarecían. Lawrence amaba a los etruscos, entre otras razones, porque construían templos de madera que no han sobrevivido. La piedra le agobiaba con su indestructible solidez. Y en la esfera ética ocurría lo mismo que en el arte. El arte de vivir es mucho más difícil que el arte de escribir. “Es algo más delicado hacer el amor, triunfar en el amor, que expresarlo”-decía.
Todos los sistemas de filosofía y de ética tienden a armonizar el politeísmo en nombre de algún Jehová de consistencia intelectual y moral. Para Lawrence era éste un procedimiento indefendible. Un dios tenía tanto derecho a existir como otro, y los de las tinieblas eran tan genuinamente divinos como los radiantes...En todo caso, este politeísmo era una democracia. Esta concepción de la naturaleza humana era extraída de la formulación de dos doctrinas bastante sorprendentes: Una ontológica, la iDoctrina de la Indiferencia Cósmica/i, donde no hay ningún fin. La vida y el amor, son la vida y el amor; un manojo de violetas es un manojo de violetas e insistir en la idea de la finalidad es arruinarlo todo. Vivir y dejar vivir, amar y dejar amar, florecer y marchitarse, y seguir la curva natural que fluye sin cesar (¡Adhiero!) Y la ética, la doctrina de la despreocupación. No dejarse devorar por las preocupaciones, ni dejarse condenar a ser abstractos. Consideraba que el verdadero vivir era más serio que el trabajo y las preocupaciones. Creía que era inmoral fatigarse con las preocupaciones, pues era una evasión del primer deber del hombre que es vivir. Tenía una condenación puritana para el vicio del trabajo. La otra distracción que repudiaba era la iespiritualidad/i, esa elevada meditación sobre las cosas que constituye para Pascal” toda la dignidad y toda la tarea del hombre”. Lawrence se espantaba de que así se pudiera olvidar de los goces y dificultades del vivir inmediato.
“La conciencia mental- escribía Lawrence- , es un asunto puramente del individuo. Algunos hombres nacen para ser concientes de una manera profunda y delicada”. El genio peculiar de Lawrence era tal, que proclamaba el vivir espontáneo con exclusión de los ideales y principios ya fijados: La intuición suplantando al pensamiento abstracto. La aversión de Lawrence por éste y la espiritualidad pura, le hizo devenir en una especie de místico materialista. La materia tiene que ser intrínsecamente tan vital como el espíritu que la percibe y que es impulsado por esa percepción. En otras palabras, creía de una u otra manera, en la posibilidad de la magia. El materialismo místico de Lawrence encontró su expresión definida en la curiosa cosmología y fisiología de sus ensayos especulativos, y en su reelaboración de la extraña doctrina cristiana de la reencarnación. Para su entendimiento, la supervivencia del espíritu no era suficiente, porque el espíritu es una identidad de la conciencia del hombre y Lawrence no quería mantenerse siempre igual a sí mismo, quería conocer lo otro, conocer vitalmente, conocer con la carne viva, que es la esencia de lo otro.
“La lealtad a su genio no le daba posibilidad de elección. Debía insistir en esas fuerzas misteriosas de lo otro, que están esparcidas por fuera y concentradas por dentro del cuerpo y el espíritu humano. Rehusaba escribir sobre las grandes actividades del mundo contemporáneo, y en algunas novelas, como iEl arco iris, o Mujeres enamoradas/i, se negó a describir la personalidad human, en el sentido corriente del término. “No se debe buscar en mis novelas- decía- la antigua conformación estática el carácter. Hay otro ego de acuerdo a cuya acción., lo individual es irreconocible, y pasa atravesándolo todo como si fueran estados alotrópicos para lo cual necesitaríamos una percepción más profunda que la que estamos acostumbrados a usar”.
“El conocimiento del iartista/i en Lawrence era manifiestamente personal. Sabía, por experiencia propia que “el verdadero escritor” es un ser esencialmente aislado que no debe desear ilas uniones ni las mezclas/i, y que se traiciona cuando apetece con demasiada vehemencia las satisfacciones humanas comunes. El estar separado en lo íntimo del ser, no es cosa de bromas. Lawrence padeció toda su vida la soledad esencial a la cual le condenaba su genio. “Lo que me desgarra es la absoluta frustración de mi instinto primario de sociabilidad... Creo que ese instinto es mucho más profundo que el sexual, y que su represión es mucho más devastadora. Pero el verdadero artista no puede servir a dos amos. El primer deber lo tiene con su genio, para con su idaimon/i” La única relación humana profunda y permanente fue la que mantuvo con Frieda Von Richthofen, su mujer: “Una mujer a la que amo, me mantiene unido a lo desconocido, en la cual, de otra forma, me hallo un poco perdido”.
“Fue el sentimiento de su desgajarse lo que , según Huxley, le llevó a su peregrinaje sin descanso sobre la tierra. Sus viajes eran una evasión y una búsqueda interminable. Pero esa búsqueda fue tan infructuosa, como inefectiva su evasión. No pudo escapar ni siquiera de su nostalgia, ni de su sentido de responsabilidad. Con desesperación se hundía profundamente en el misterio circundante, dentro de la noche oscura de ese otro cuya esencia y símbolo están en la experiencia sexual. En iEl amante de Lady Chaterley/i escribió el epílogo de sus travesías y de su larga experiencia de evasión y de búsqueda, y extrajo su moraleja inevitable en ese extraño y hermoso libro, mas indeciblemente triste. Al final de su vida, el aislamiento se acentuó, y esto explica por qué un hombre de su delicadeza podía ser a veces un censor tan cruel, tan equivocado y certero a la vez, con todos sus dones. Sus juicios eran a veces vehementes y violentos, los consejos, aunque admirables, eran equivocados. “Si las cosas que son del César difieren de las que son de Dios, es porque las cosas que son del César se cuentan por miles y millones, mientras que las de Dios son almas individuales. Y las cosas del Dios de las tinieblas de Lawrence no eran ni siquiera almas sino átomos psicológicos cuya integración en un molde constituye un alma.
Huxley cuenta que en 1926 estaba en Florencia con él, y desde entonces y hasta su muerte estuvieron muchas veces juntos en Florencia, en el Forte del Marmi, durante un invierno entero en Diablerets, en Bandol, en París, en Chexbres, en Forte nuevamente y por f in en Vence, donde murió el 2 de marzo de 1930.
“Diferente y superior en calidad”. Creo que la mayoría de los que lo conocieron, termina Huxley deben haber sentido que era así , como yo siempre lo he sentido. Un ser perteneciente a otro orden, más sensible, con una conciencia mayor, más capaz de sentimientos que la mayoría de los hombres de talento. Estar con él era una especie de aventura, un viaje de descubrimientos de novedades y cosas extrañas. Para Lawrence, la existencia era una convalecencia continuada, como si cada día de su vida renaciera de una enfermedad mortal. Uno nunca se aburría con él; podía estarse sentado y ser completamente dichoso. Y tan contagioso como su placidez era su buen carácter y su risa. Aún en los últimos años de su vida, ya muy enfermo, Lawrence aún reía, con algo de la antigua alegría exuberante. Pero hacia el fin, ¡ay!, la risa era más amarga y su buen humor casi terriblemente salvaje. La conciencia secreta de su desintegración llenaron los últimos años de su vida con una tristeza agobiadora. Pero también en los últimos tiempo recuperaba la risa de los primeros, gozosa y enteramente sin amargura.
La vitalidad tiene el atractivo de la belleza, y en Lawrence había una fuerte de vida manando continuamente. Ella continuó fluyendo con él, saltando en algunos momentos, en una gran explosión de luminosa espuma iridiscente, mucho tiempo después de que la medicina de entonces lo diera por muerto. Porque los dos últimos años fue como una llama que continuaba ardiendo sin tener más combustible que justificara su existencia. A pesar de las alarmas que se renovaban a diario, uno se iba acostumbrando tanto a ver surgir la llama de sí misma, de su lámpara quebrada y vacía, que se creía que el milagro se prolongaría indefinidamente. Pero no podía ser...



 
hache,03.03.2004
Rosa de todo el mundo

Yo soy quien está aquí, como si esta ola de esfuerzo
Para empezar otra vida completara la mía:
Hojas de rosa que se arremolinan en color alrededor de un centro
De nubes de semillas recién inflamadas y suavemente sopladas

Por toda la sangre del rosal hasta dar vida—
Es raro que mi deseo urgente de unir
Mi boca a la de ella en besos, y tan suave
Como para unir dos raras chispas, engendre

Otra vida de nuestras vidas, ¡y que lance sobre mí
El fuego interior de mi propia alma oscura girando
Y arremolinándose en un capullo de fuego y ser!
¡Que la completud de mi adultez sea el principio

De otra vida en la mía! Porque así parece.
La semilla es propósito, el capullo un accidente.
La semilla es en sí misma, el capullo se presta
A coronar el triunfo de esta nueva descendencia.

¿Es así, mujer? ¿Así te suena?
¿El Gran Hálito soplando una diminuta semilla de fuego
Abanica tus pétalos en un exceso de llama
Hasta que todo tu ser humea de puro deseo?

¿O somos inflamados, tú y yo, para ser
Una rosa de asombro sobre el árbol
De la vida perfecta, y nuestra semilla posible
Es sólo el residuo del éxtasis?

¿Qué te parece? ¿La rosa es en sí misma,
O es el fruto maduro de la dulce caída?
¿El engendrar profundo, o lo que se engendró?
¿Nuestra consumación importa, o no?

A mí me parece que la semilla es sólo un resto
De la transitoriedad feroz de las rojas flores de la rosa;
Sólo resto, sobra, bayas que laten en la planta
Que arde ahora con maravillosa inmanencia.

Florece, querida, florece, sé una rosa
De rosas sin queja y sin propósito, una rosa
Por la rosidad tan sólo, sin motivo ulterior;
A mí me alcanza y sobra con que la flor se abra.

Alguien que logró escribir líneas como éstas, no merecía menos. Gracias por este estupendo aporte.
 
albertoccarles,03.03.2004
VERDE (1915)

El cielo era verde-manzana.
El cielo era vino verde sujeto en el sol,
en medio la luna era un pétalo de oro.

Abrió sus ojos y brillaron
verdes, claros como flores deshechas,
por primera vez, ahora vistos por primera vez.

D.H.Lawrence
 
blanquita,03.03.2004
bUn pimpollo blanco/b

Una luna diminuta, pequeña y blanca como un solo pimpollo de jazmín
se reclina en soledad contra mi ventana, sobre la glacial enramada de la noche;
líquida como un capullo de lima; suave como el agua brillante o la lluvia
brilla, primer amor blanco de mi juventud, sin pasión y en vano.

D.H. Lawrence
 
cabronflaco,03.03.2004
Me uno al luto. Siempre es triste saber que un gran artista nos abandone en este valle de lágrimas. No tengo algo que subir pero me uno al homenaje con el silencio, otra excelente forma de comunicación.









































































 
mandrugo,27.09.2005
Me uno al saludo, recuerdo y homenaje a D.H. Lawrence.
 
joyce,27.09.2005
"Una rosa de asombro sobre el árbol" qué hermoso....si también yo como Mandrugo me uno al saludo a Lawrence...en su memoria...bellísimo foro recobrado...miriam
 
pickwick,27.09.2005
Me hace mucha gracia que un hombre ordinario se haya follado a Lady Chatterley. Ese marido de Lady, tan arrogante, tan insufrible, tan flemático, tan inglés... je,je.
 
joyce,27.09.2005
El problema no es solo ser arrogante para aburrir...hay cierto condicionamiento (con el tiempo...digo) en ser marido...Curiosa manera de expresarlo la suya
pickwick , bueno, no era un hombre tan ordinario me parece...
saludos.
 



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