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Inicio / Lista de Foros / Literatura :: Microcartas de amor / Triciclo de Cartas de Amor - [F:10:174]


gammboa,18.02.2003
(Primer ciclo)

Me quedé con las ganas. Me quedé con las ilusiones de verte, de escucharte. Me quedé con las esperanzas de saber de ti, de tu existencia. Quise suponerte pero no me fue posible porque la palabra se convirtió en muerta cuando, trágicamente, no apareciste. Mi esperanza se derramó y quedó vacía. Detrás de aquel cristal que separa a tantos sueños y que une tantas suposiciones no apareció tu rostro ni tu nombre; aquel nombre tan soñado, tan invocado por mi memoria hasta el cansancio. Maricruz. Soñé una carta y no la escribiste, soñé una cita y no llegaste y yo me quedé con las ganas. Te supuse y supuse muchas otras cosas que no imaginas.

¿Me olvidó? ¿Acaso desistió? ¿Acaso tuvo toda la intención de hundirse tan trágicamente en mi memoria?

El hecho es que la respuesta nunca llegó y yo me quedé a medias de ti, de tu imagen, de mi esperanza. No sé cuánto tiempo más tengo que esperar pero se me hace largo. Y parece que el tiempo medido en mi cuerpo es muy distinto al que se mide en el tuyo. ¿Qué más hay que decir?

Que pases buenas lunas.

José Luis


(Segundo ciclo)

Hola Maricruz.
Te escribo en este martes soleado después de una hora y cuarenta minutos de no verte. Mi conciencia aún no entiende cómo es que el tiempo puede ser usado en formas tan distintas; ahora funciona como una trágica ansiedad, como un hoyo negro e infinito en el que se sumerge mi necesidad de ver nuevamente tus ojos.

Después de despedirnos tomé el camión con dirección al metro Polanco, ese punto era mi única referencia para llegar hasta mi coche. Durante el viaje pensé en todo lo que hicimos durante la mañana y sonreí; al mismo tiempo la conciencia no dejó de molestarme por la falta que cometí contigo. Debí decirte desde el principio que no estaba preparado para comenzar con los alebrijes. Aunque no lo creas necesito estar preparado para ello, pero eso debí decirlo desde el principio, porque desde que salí de casa lo supe pero cuando te vi nunca pude hablarlo. Tengo que hacerte saber que tienes una cara tan angelical que a veces creo que debo medir mis palabras y mis frases, me da miedo decir ciertas cosas por temor a hacerte daño. Y no es falta de sinceridad. No. Es sólo que estoy tan acostumbrado a guardar profundos silencios que cuando tengo que decir las cosas no sé cómo hacerlo. Por otro lado cuando estas junto a mí te siento tan cerca y tan natural que es como si ya fueras parte de mi conciencia; a veces doy por echo que tú ya sabes lo que yo sé o lo que estoy pensando. Voy a tratar de eliminar esas obviedades e intentaré decirte lo que pienso tal como pasa por mi cabeza. Es lo más sano.
Sé que es una falta de respeto lo que hice y no puedo dejarlo así; ahora tengo una deuda contigo. Antes que cualquier cosa quiero ofrecerte una disculpa por mi estupidez.

Retomando mi anécdota. Llegué al metro Polanco y comencé el camino de regreso. No sabía qué hacer y tomé tu idea de caminar por las mismas calles que recorrimos juntos. Volví a sonreír porque recordé ciertos momentos, pero advertí, en ese momento lo supe, que cuando caminé contigo por esos lugares no puse la menor atención de las calles por las que paseamos. Caminé por calles desconocidas. También en ese momento supe que no es lo mismo caminar contigo, por calles inéditas, que hacerlo solo. Di algunas vueltas y reconocí algunas esquinas, algunas ventanas, algunos locales; recordé nuevamente tu imagen junto a mí, caminando sin prisa y escuchando atentamente esa historia que salía de mi voz; ninguna pista de a dónde ir. En cierta esquina pensé, este es el camino adecuado, entonces mis pasos siguieron esa corazonada. Me clavé en el recuerdo de cuando atravesamos juntos esa misma esquina e imaginé que nuestras líneas seguían una dirección distinta, tanto como un par de ramblas que se cruzan pero no unen sus direcciones, distinta a la que yo en ese momento seguía, me clavé imaginando en lo que estabas pensando en ese momento y en lo que yo pensaba. Cuando mi razón regresó a las calles de Polanco noté que había perdido mis pasos, ya había recorrido muchas calles y ninguna se parecía a las que tú y yo caminamos por la mañana. La esquina que había reconocido momentos atrás se había perdido junto con los pensamientos matutinos. Intenté encontrar mis pasos nuevamente pero no logré. Ya no sabía en dónde me localizaba. Caminé de regreso para tratar de encontrar mis pasos. Llegué hasta cierta hamburguesería en donde nunca nos atendieron y desde ahí retomé el camino. Por la mañana hicimos un largo recorrido. Lo noté en ese momento porque aquellos pasos de regreso fueron pesados. El sol caía en mí como una losa. Unas gotas de sudor nacieron en mi frente y recorrieron un camino pequeño hasta llegar a mis ojos que se nublaron; los cerré. Tu rostro llegó a mi memoria. Es extraño, cuando estoy contigo tengo que verte constantemente porque unos segundos después de no hacerlo tu cara se me ha olvidado, como si fuese algo sagrado, algo que no se puede tocar ni ver directamente. Pero en ese momento tu imagen llegó fresca y clara, nítida como si realmente estuvieras frente a mí, casi podía tocarte, casi podía escuchar tu voz, casi podía olerte, ese aroma tan fresco, tan característico de ti. Abrí mis ojos y reconocí el camino; era ese mismo, no había duda. Caminé muchas calles y me sentí lejano. Te sentí ausente.

Habíamos caminado muchas calles y muy largas, lo supe nuevamente. Pero compartir una caminata contigo hace que ninguna calle sea demasiado pesada o demasiado larga; todas sufren una especie de transformación y se sienten cortas y ligeras. A veces demasiado cortas. Cuando camino contigo no importa en dónde estoy y a dónde voy. Lo importante es que estas junto a mí, que me escuchas atenta y que por momentos puedo olerte. Lo importante en ese momento es que puedo escucharte y que te sé cercana. Hoy no. No en este momento. Y por eso dudo de la realidad del tiempo y de la distancia porque no puedo creer que jueguen papeles tan distintos y que se muten en formas tan trágicamente abismales cuando tú estas y cuando no. No puedo creer que todo sepa así, que la sensación del tiempo sea tan exageradamente diferente.

Que pases buenas lunas.
José Luis


(Tercer ciclo)

Hoy es Lunes. Lunes 21 de octubre.
Por la mañana desperté con unas ganas desgarrantes por verte. Anoche, después de hablar contigo no pude tener otra cosa en la mente que abrazarte. No sé exactamente por qué. Cada momento que pasa me siento más confundido. Entonces me levanté, me bañé y salí de casa con dirección a la tuya, aunque no sepa exactamente donde está. Llegué al metro Cuitlahuac, que es el único punto de referencia que tengo de cercanía a donde tú duermes. Busqué el primer teléfono público y marqué a tu casa. Alguien me contestó y después de una serie de gritos, porque ni yo le escuchaba ni ella me escuchaba, entendí que no estabas y que no regresarías sino hasta la noche. Casi se me doblan las piernas. Un frío glacial cubrió mi epidermis. Sentí como si el mundo se hubiera terminado. Un vacío se hizo presente en mi estómago y oprimió todo lo que tengo dentro. Estuve a punto de gritar pero me contuve. Colgué muy enojado, no sé por qué, me subí al coche y manejé de regreso. Llegué a mi escuela en donde ahorita estoy; desde donde te escribo y desde donde te pienso. Estoy muy enojado. No puedo explicarte por qué. Sólo quiero verte, abrazarte y escuchar tu silencio. Estoy cayendo en forma vertiginosa y creo que no hay quién me reciba en el fondo. Es más, no sé si hay un fondo. Creo que voy a buscarlo.

Te quiero mucho Maricruz. No tienes idea de todo lo que te quiero.

Buenas lunas.

José Luis
 
leunam,02.07.2009
j
 



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