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[C:985]

Esa era la gran noche. La noche más esperada. Desde pequeño soñaba con ella, aunque jamás había pensado seriamente que ocurriría. Pero el sueño era realidad.
En el camarín se escuchaban lejanos los aullidos de los fanáticos. Eso lo ponía más nervioso aún. Ya habían quedado atrás largos meses de pruebas para encontrar el reemplazo a la estrella de la banda. Y él lo había logrado. Y hoy tocaría sobre un escenario colosal frente a miles de personas las mismas canciones con las que había aprendido a tocar la guitarra, imitando resguidos y gestos que ya no se repetirían: el ídolo había muerto de sobredosis.
Ahora Pedro, un chico demasiado distinto de los que estaban del otro lado de la valla, ocupaba el lugar de un ícono en la historia de la música. Del barrio de casitas bajas, a los lujosos hoteles. De la tribuna, al escenario. Del anonimato, al divismo. De escuchar, a escucharse. Era soñar despierto. Era la apoteosis.
Las horas parecían estar cansadas, transcurrían muy lentamente. La ansiedad lo carcomía. Pedro repasaba una y otra vez los temas que una y otra vez había esnsayado hasta la perfección. Tal vez no tenía la magia de aquel místico personaje, pero lo suplía con sus naturales dotes técnicas. Sin embargo, repasaba los temas, haciendo gala de su humildad.

- ¡Al escenario!- gritó el manager.
- ¡Por fin!. ¡No soportaba más!- exclamó Pedro. Había llegado su hora.

Oscuridad. Gritos. Explosiones. Luces. Show. Sonaron los primeros acordes. Pedro estaba extasiado. Era la sensación suprema.
En el momento de mayor furor del primer tema, tan sólo un par de minutos después de subir, en pleno solo de guitarra, a Pedro se le corta una cuerda. Se frustra su debut al sentir que arruina el espectáculo. No lo duda. Arranca la cuerda y la mira. Maldice a quien la hizo. Maldice a quien la colocó. Maldice a quien la cortó. Se la enrieda en el cuello y tira de ambos extremos con fuerza. Un hilo de sangre se desliza suavemente por su cuello cada vez más caudaloso. Cae al piso sobre la guitarra de su ídolo. Su rostro tiene una expresión de paz. De una paz infinita, sólo observable en el rostro de los que mueren con la tranquilidad de haber hecho lo correcto.

Y la banda siguió tocando.

Texto agregado el 04-12-2002, y leído por 703 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
04-12-2002 muy tragico, no creo que su problema debio solucionarse asi. Krystal
 
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