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Inicio / Cuenteros Locales / Keiji / 107) Hoy después de tantos años, narro.

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Hoy narro un poco de cómo y cuanto pienso al despertar de madrugada sin sueño de nada, de cómo es que escucho los cantos que entonan los muros y siento que ya me hace falta el fulgor de tus ventanas asomándose a mi. Del como es que me visto y recuerdo que te he de observar a ti también mientras me observas tu, y es cuando me importa lo que veas y lo que observo de ti cuando me invadan tus ojos el alma.

Avanza el día y espero sentado que la marea me lleve a tus brazos que no se animan aún a envolverme del todo, no se dejan tocar, no me permiten acercarme y percibir así tu aroma.

Para que me inundes por fin en cuerpo entero si deseas que a ti me acoja cuando el frío y la soledad me pidan que me aleje sin saberlo tu, deseando desaparezcan los ojos que te miran.


Es entonces cuando volteo en mi largo ascenso hasta tu encuentro y no veo más nada que el espacio en que no te encuentras esperando a mi llegada, y sufro sin saberlo nunca tú.

Otra vez entro a mi claustro y arranco de tajo las imágenes tuyas que bailan frente a mis ojos, escucho murmullos y gritos mientras el frío me abraza en tu lugar cuado me siento junto a mi eterna compañera soledad, que pensé había marchado con tu llegada y es ahora que veo mi error y vanidad.

Por fin llega la hora de sentir tu encuentro, beso y abrazo, me tiemblan las piernas y el corazón se oprime por saber lo que nos espera cuando te pida seas mi novia y compañera en éste viaje.

Llegó el ahora no tan esperado momento y pasó lo que tenía que como siempre pasar, nada que no sea el viento con forma humana rondando tu cuerpo ausente de mí pero con toda tu absurda y desconocida compañía, la cual no alcanza a mostrarse completa ni deseosa de ser acompañada, conocida, desmembrada por las manos que no habrán de tocarte nunca el alma misteriosa y meditabunda que no me corresponde.

No asimilo aún tu negada respuesta y ya surgen otras tantas, como las limitantes que me abordan ahora que sé no soy visto con los mismos ojos que miro y creí me veían a corta distancia sin distinguir mancha alguna que opacara la intención de caminar la misma senda, y compartir el aire que de amor inunda los pechos henchidos de algo más que soledad disfrazada de camaradería o compañerismo afectivo poco desarrollados.

Mi destino la distancia y mi guarida la solitaria estrofa que no encuentre motivo existencial que fundamente su vana transitoriedad en que ahora debe dejar de transcurrir, sin un autentico motor que le justifique.

Texto agregado el 08-04-2005, y leído por 144 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
31-05-2006 Orale, cuantos sentimientos. Que bello. andyengel
 
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