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La vida, la vida plana de todos los días, desde que me desenredo de las sábanas para embarcarme en mis zapatos, la vida fútil, sin matices, agua, agua que cae desde la ducha y desde la llave para conversarme de sus antiguas aventuras, agua que llena la cafetera, fuego que se enciende y dialoga con esa parlanchina sempiterna y su conversación va subiendo de tono hasta tornarse en una alborotada gesta de pitos estridentes, vapores mefistofélicos y burbujas enardecidas. Ajeno a esa discusión, me bebo ese café que de tanto saborearlo ya me parece insaboro, pensando en cualquier cosa o no pensando en nada. Allí estoy una vez más retratado en el espejo y me reconozco, me saludo y me despido momentáneamente ya que me encontraré en otros espejos o en cualquier vitrina que me sorprenda a mansalva. El concierto de motores y bocinazos va in crescendo y a ese ritmo camino y me interno en esas calles en donde las miradas torvas y desconfiadas, tienen la virtud de desperezarme, recordándome que tengo que refugiarme pronto en mi propia trinchera. Alguien sonríe y eso parece algo inusitado para este escenario en que hasta el sol no transige y envía sus rayos envenenados anhelando acabar luego con esta especie belicosa y desquiciada. Un perro me ladra con un furor tan humano que presiento que alguien le ha dicho cosas malas de mi. Camino pausado, sin prisas, desautorizando al entorno que pareciera querer acabar pronto con la jornada para deshabitarse de problemas y responsabilidades. Me apasiona el estar un tanto desvinculado de ese engranaje tortuoso, contemplo las mismas nubes de otoño, hermanas o primas hermanas del agua que bulló en mi cafetera, contemplo los muros repletos de injurias y rayados picasianos, adivino una rutina contestataria, desenfadada pero sin sustancia, manotazos de gente sin ideales o con una espantosa caricatura de ellos en sus mentes refractarias. Buenos días, buenos días, hola, hola, ¿Todo bien? Todo bien. Un quiosco exhibe la prensa matutina, prensa que rearma las mismas noticias de ayer y de anteayer, buscándole un tópico diferente aunque lo diferente sea ambiguo o poco importante, sólo diferente. Puertas, candados, llaves que se desordenan, se ocultan y se transfiguran maliciosas para sacarme una maldición y luego rechinar en la cerradura con una risa de metales, aguda y burlesca. Buenos días digo y no hay respuesta lo que me indica que todo está bien, todo está demasiado bien.
Horas que resbalaran como reptiles sinuosos, partículas de tiempo que atraerán situaciones similares, calcadas a las de todos los días, sucesión de reflejos, calores y olores, existencia encajonada en cuatro paredes en las que rebotan las voces y se multiplican o se revisten de polvo voluntarioso para depositarse sobre los muebles, detrás de los cuadros, en los lugares más inaccesibles, minutos grisáceos que alguna vez sacudiré para borrar el tiempo de una plumada. Por ahora no tengo ganas de pensar en nada de eso, dejo fluir la vida, soy una marioneta a expensas de los elementos, la tarde se va extienguiendo a la proa de ese sol amarillento, amansado de fuegos, hinchado de gozo al saber que va a refrescar su faz en ese mar que se adivina tras las montañas. La tarde, ruido de platos, ronquidos de siesta, tazas que dialogan con esa agua teñida de aromas tropicales, sosiego, gente que completó otra jornada con la ilusión de haber atado algo que de inmediato se desata para que al día siguiente se realice la misma interminable rutina.
Silencio, risas juveniles, ladridos lejanos, pregón de las hojas que despelucan a golpe de viento el oscuro follaje de los árboles, noche, oscuridad y soles de bujías atornillados al techo que asisten al despliegue de cuadernos, de manos, de seres que dialogan en este espacio mezquino que antecede a la huida sin reproches a esos lechos que aguardan como sarcófagos floreados. He completado mi periplo diario con la certeza que he calcado a la perfección la jornada de ayer y la de anteayer. Guardo en mi memoria los detalles para que mañana, cuando la luz del día me sorprenda enredado en mis sábanas carcelarias, recurra a las mismas instancias que me permitieron sobrevivir a un día más en esta existencia de reiteraciones múltiples…














Texto agregado el 06-04-2005, y leído por 265 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
07-04-2005 Genial "desmenuzado" ese que has hecho con la jornada de cada día. Pero los dos sabemos que mañana esa rutina verá rota su existencia antes de que te desenredas de las sábanas, y que tampoco podrás acudir a esas instancias que pareces tener guardadas, si amaneces enredado. Magnífico. entrelineas
07-04-2005 ...y de improviso el viento deposita una pluma frente a los pies justo cuando el hombre mira hacia abajo huyendo del entorno... quiero creer que la levanta, se la guarda en el bolsillo, y piensa que esa noche la luna brillará con un halo. Un abrazo* neus_de_juan
07-04-2005 tus invocaciones a al griego periplos algo tienen de especial. Sabis? pereciera estar frente a una letanía, pero no es tan así, sabemos que ni un solo día puede ser igual a otro. Tal vez hoy, el perro en vez de insultos te de algún consejo. Y el café te sepa a vida. Puede que el Sol se desprenda o que las montañas se suban la falda... solo hay que estar atento, na más. En todo caso excelente texto "gravedigger" anemona
07-04-2005 Es muy fluido, no cuesta imaginarlo, y sorprendente el final. Muy bueno. yoria
 
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