Yo tomo
Un día Andrés se levanto en la mañana, al no soportar más su condición alcohólica y preocupado por el trabajo que dejo sin terminar el viernes por beber, hizo un alto en el camino al ver como el padre de uno de sus amigos lo miraba con esos ojos acusadores con los que suelen ver a un alcohólico social… bueno al menos eso decía él, que era un alcohólico social, se había gastado un cuarto de su sueldo en ese fin de semana, invitando a sus amigos y solucionando los problemas derivados del abuso del alcohol.
Andrés había tenido 3 intentos de suicidio en su infancia y adolescencia, y descubrió un día que el alcohol era mejor que los antidepresivos y los antiansiolíticos que el psiquiatra le había mandado tomar...
Después de descubrir esto, Andrés ingiere alcohol en reuniones sociales y comienza a usarlo como escape cada vez más frecuente de las tensiones; aumenta su tolerancia y sus amigos no resisten su ritmo y ya no quieren beber más con él, debido a esto a Andrés le resulta más importante beber que hacerlo específicamente con alguien. Andrés comienza a beber solo y a horas inusuales; busca excusas para beber, al tiempo que se propone pasar largos períodos de abstinencia para demostrarse a sí mismo que no ha adquirido el buen hábito.
El menor pretexto es útil para beber; la vida gira alrededor de la bebida. Hay un deterioro creciente en las relaciones sociales y laborales de Andrés, pues ya no puede controlar el hábito.
Quien sos, le pregunté un día al verlo tirado en la calle ebrio como siempre, pasándola bien, creo que hacia tiempo no lo veía, era el amigo que solía ver cuando me emborracho, era él, y al preguntarle quien era, me contesto:
-Que no me reconoces…
Después de eso nunca volví a pasar ebrio por las tiendas de espejos ni las marqueterías.
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