Me han dicho que escriba algo. Claro, que fácil es decirlo. Y además algo donde se mencione una flor. Tiene que ser cruel. Difícil también. Crueldad y flor no hacen muy buenas migas. ¿Qué escritor relacionaría una crueldad en sus escritos con algo tan bello? Creo que ya lo entiendo...Hay que ser muy cruel para poner semejantes cosas tan opuestas en una misma redacción, un pensamiento o conversación. A veces pasa, y creo que lo intentaré, y así ponerme a la altura de aquellos perversos que son capaces de marchitar esa flor tan cruelmente por unas monedas.

Yo he venido aquí para aprender y mi profesor, para empezar, me dice que escriba cualquier cosa, sobre acontecimientos personales, aquellos que uno desea desfogarse mediante la escritura. Me dice que es lo más fácil para los novatos como principio para ir cogiendo el tranquillo. Aquí no me comenta que tengo que mencionar una flor. Lo hago y parece ser que bastante bien. He contado la historia de mi infancia cuando tuve que emigrar de mi ciudad natal a otra con la familia, donde había trabajo para mi padre, y mis hermanos y yo pudiéramos ir al colegio. Después de tan descalabrada historia, porque en aquellos años que nos tocó vivir, no se los deseo a nadie. El profesor anda detrás para que redacte algo aún más cruel, y encima que aparezca la susodicha flor. Lo intentaré una vez más

Siempre me cautivó su personalidad, quizás mal dicho porque esa palabra viene de persona y a ella se refiere cuando la escribimos. Yo se la coloco a una bella flor que, como he dicho, me cautivó desde muy niño y jamás he dejado de ofrecerle mi admiración y preocupación por la supuesta extinción a la que está sometida.
Muchas han sido las pesadillas que acumulo desde años atrás. Unos treinta y tantos. Noches sin dormir y días pensativos que no cumplía en su totalidad en el desarrollo de mi trabajo. Soñaba con sus elementales formas y su alegre vistosidad. Las forma de ser y como se abastecía de enseres naturales para su protección. Oculta siempre, pero dejando que el Sol la mimase demasiado, sin que el frío desapareciera y el amparo del viento cobijase su recóndito lugar apartada de la mano cruel del ser humano.
No es que su nombre fuera nada del otro mundo. Quien la bautizó creo que aquel día fue el más feliz de su vida. Con los años me he dado cuenta que sí, un bello nombre para semejante hermosura. Sus colores no son nada vistosos y es por ello que la hace tan atractiva y bonita, sugestiva y atrayente la mires por donde la mires.

Mis pesadillas iban en aumento. Solicité en la empresa unos días de ausencia por estrés. Pasaba todo el día sentado frente a la ventana, con la mirada perdida entre las colinas que rodeaban mi casa. Mataba el tiempo dándole manotazos a las moscas y pequeños bichos que rondaban por mi alrededor. Todo me estorbaba. Hasta el canto de los gorriones martirizaban mi cabeza. Los hubiera cogido y retorcido el cuello, pisoteado y lanzados al fondo de un container para la basura. Llegué a soñar una noche que armado con una escopeta liquidaba a todos los pájaros de mi ciudad y luego hacía una pira con ellos y les prendía fuego.

Sudaba como un condenado a muerte antes de recibir los disparos ante un paredón o una descarga de corriente en una silla amarrado con correajes. Y entre sudores y sudores me vino a la cabeza que aquellos pájaros podría igualmente freirlos en vez de quemarlos y la sensación sería más alucinante.
Los días iban pasando y mi estrés no. Debía de encontrar la forma de deshacerme de él con algo tan satisfactorio como la quema de los gorriones. ¿Qué podría encontrar para sugestionarme y aplacar mi estado?. Con el pensamiento no solucionaba nada. La ansiedad no era de tipo sexual, ni relacionada con los cuernos, sino de tipo vengativo ya que no era capaz de poseer en mi mano una flor tan hermosa como aquella que se escondía tras las colinas que decoraban mi vista a través de los sucios cristales de la vivienda. Debía escaparme y buscarla. Hallarlas todas y quemarlas en una hoguera, como venganza. Exterminarlas de la Tierra. Una breve sonrisa apareció en mis labios. Temblaba de alegría al saber que mi cerebro funcionaba con ese pensamiento tan cruel y a la vez satírico, pero era lo que me había hecho reaccionar después de tanto tiempo posado en la butaca mirando al infinito cielo que decoraba las altas montañas, aún verdes, por la estación en la que estábamos y que pronto se vestirían con un manto más pálido, y terminar el año de blanco, como la virginidad que una mujer supuestamente lleva al altar antes de contraer matrimonio.

Pisé un escarabajo con mis zapatos al levantarme. No quería ver ningún bicho viviente que me rodeara, me estorbaban todos. Algún grillo torturó mis noches y por la mañana lo busqué desesperadamente sin éxito alguno. Tenía en la cabeza otra idea para acabar con ellos. De momento les di una tregua: cuando termine con el otro trabajo que me espera en las montañas entonces continuaré con esos animales de largos bigotes y sonidos aterradores. En mi lista ya seguían a la depuración que primero haría con las flores esas y los gorriones. Los escarabajos irían después.

De los muchos días que ya duraba mi estresada vida, pasaron a ser varias semanas. Era el tiempo de la floración y debía aprovecharlo. Mi estrés tiene que durar algunos días más. Hasta finales de Agosto o principios de Septiembre y como faltaba poco, renuncié a levantarme de mi lugar habitual, ya sin gorriones, escarabajos y grillos que amenazaran mi existencia. Sólo debía pensar en como eliminar aquella planta ridícula y enana, de nombre difícil que tanto amaba y que ahora quería extinguir de este globo donde los humanos nada más entendemos de guerras y venganzas. ¿Qué más da una flor de menos en el campo?. Muchísimas más desaparecen con las bombas y las especulaciones urbanísticas en lugares tan inverosímiles como las montañas o tan naturales como son nuestras costas, playas de libre circulación y baño...

Creo, me estoy yendo por el camino inadecuado y a este paso mi estrés desaparecerá muy rápido y las bellas Edelweiss seguirán floreciendo en verano, esperando que llegue la mano del hombre para su destrucción definitiva. Yo no quiero eso, seré el primero en llegar allá arriba y destruirlas todas, una gran montaña de Edelweiss lucirá en lo más alto y desde cualquier punto de la Tierra divisarán sus llamas, olerán sus tallos quemados mientras se retuercen al amparo del viento que avivará el fuego y la crueldad inquicisoria será difícil de olvidar. No habrán grietas que se resistan a dar vida a una flor como esa, ni Sol que acaricie sus formas. Los hombres de este mundo tan redondo y lleno de adversidades llorarán tan denigrante desaparición y yo reiré de satisfacción al ver como las cenizas se esparcen por el universo, junto a los pájaros, grillos y escarabajos que posteriormente exterminaré también.

Entrego a mi profesor lo que acabo de escribir. También tiene relación con mi personalidad, con mi vida y mi forma de ser. Puede creer que soy un salvaje, un incomprendido de la vida. Escribí algo cruel y real. Puede que no llegará a prender ninguna hoguera, ni a freir pájaros, sí a pisar algún que otro escarabajo y a guardar en latas vacías de conservas más de un grillo. O a emborrachar lagartijas con tabaco y cortarles la cola para ver si les crecía después. A lanzar gatos de una altura considerable para quitarles una de esas siete vidas que dicen que poseen y cuando lleguen a la última ver si se vuelven a regenerar y tener otra vez las del principio. Meterlos dentro de un saco y querer ahogarlos en un depósito lleno de agua, algo imposible, o al menos casi imposible....Puede que lo redactado haya sido espeluznante para la conservación de la Naturaleza, para los defensores de los animales y las plantas, para la misma subsistencia de cada especie que intento exterminar, pero sí está muy claro que siempre sería un granito de arena, del desierto del Sahara, lo mío comparado con otras cosas tan simples como puede ser una Guerra.
FIN---------------------------------------------------------------------------------------- -------------

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