Un piano en la alta noche discurseando a los astros:
casi todo,
y tu mano sobre sus alfileres de deleitoso filo
dibujan la armonía que no encuentro en los anaqueles
del gran bosque, del delgado río,
del pobre hombre o de la enhiesta montaña

La música invade el cuerpo
y lo posee hasta su invalidez
el sonido lleva la historia en pequeñas partículas,
como resumida

la voz de un cantor lejano flota sobre las gargantas,
pero nadie canta, pero nadie canta
porque el piano es un tirano de
hermosura innata.

Surca la yema de la espada que los hombres por penta
ostentamos
cada grácil poro de aquél lince de cedro
muere en algún espacio la húmedad del llanto
crece la sonrisa frente a todos los espejos

pero nadie canta, pero nadie canta
antes que la madrugada haga suyo el recoveco

pero nadie besa la carnal mirada
del piano con el sueño y del sueño con
la distancia.