Las mónadas me cruzan la piel bruscamente,
recordándome lo pasajero de los labios ajenos,
y la memoria no es un buen aliado para nadie,
saca a luz la infortunada red de posibilidades.

No nos quedan ansias ni fantasmas a esta hora,
solo estampidos vomitados por el arco de un violín,
carcomidos espejísmos de una noche frenética
donde la seriedad se configuro como estrellas.

Y nos preguntamos incluso las preguntas necias,
las que dan el asqueroso orden de las ideas,
esas que conllevan más silencio que una ola,
que nos marcan con espíritus altaneros de atardecer.

¡Y estas piedras que vomito a carcajadas
no se las regalo a la miseria de las miradas!
¡No intento colgarme de tu cuerpo pleno,
pretendo solo un cielo y medio de Febrero!