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CUANDO LA MUERTE NO PUEDE


Bajo la ventanilla lentamente mientras se asombraba una vez más de lo simple y hermoso que era el atardecer que lo rodeaba; la brisa fresca se arremolino en su rostro y reforzó más la sensación de bienestar que lo invadía; por unos minutos descanso su espíritu y se llenaron de vida sus sentidos.
El auto circulaba raudo por la ruta y para él todo en ese momento era una postal de naturaleza y alegría. Ese sol cayendo en la lejanía, esa ruta fundida con el verde enmarcado por la disimulada blancura de las nubes y el cielo en constante armonía; los sonidos en mixtura de la naturaleza y el hombre.
Como no distraer el alma ante tanta maravilla, es que su persona necesitaba con avidez descansar en esta simple alegoría.
Sus ojos se asombran, en un instante sus pupilas se dilatan, tan solo un destello entre tanto ensueño, la curva tan pronunciada a escasos segundos y ese niño corriendo a su despreocupado cachorro; sabe que no hay tiempo, su mente como un látigo actúa por reflejo, desde su hombro hacia abajo todo un brazo se tensa y deja descargar todo su impulso en el volante que como un huracán gira.
Pasmado y rígido percibe en lentitud ese rostro asustado que pasa a su costado y casi al instante su parabrisas se llena de sombra con la imagen de ese camión alto como una casa, aprieta sus dientes y suelta su cuerpo. Una explosión de luz y crujidos…luego la oscuridad.
Todo negro y un zumbido que se acelera, crece y se transforma…lo oscuro se diluye y el zumbido se convierte en palabras.
Con la vista de una borrachera alcanza a percibir ese rostro que le habla rodeado de hierros. Siente varias partes de su cuerpo húmedas y cálidas y un dolor como llaga en su pecho.
Entre brumas su lucidez se manifiesta para ayudarle a comprender, al verse revuelto con los hierros, que su situación es comprometida.
El dolor no para, ese rostro tan cerca lo alienta y comprende que están en la tarea de ayudarle. Su garganta, prisionera con partes del tablero de su auto deja escapar un pedido, una orden a esa persona que es la más cercana; la pierde de vista por un instante hasta que siente en sus manos eso que pidió.
Con dificultad lacerante lo acerca a su pecho, allí donde sabe que está la herida más profunda, esa foto que como un niño celoso guardaba se apoya con ternura, sus pedazos de vida más amada están allí, sus dos hermosos retoños y la razón de su corazón.
A su alredor escucha gritos, súplicas y corridas, percibe que mucha gente rodea eso que hace un instante era su vehículo; esa cara del principio sigue a su lado sin dejar de alentarlo y ve con tristeza en sus ojos que está asustada, hasta percibe la lastima que este desconocido siente ante un moribundo.
Nota con preocupación que su sangre se derrama lenta pero persistentemente como algo que se empecina en escapar de su cuerpo.
La foto sigue pegada a su pecho, no lo abandona permanece inmóvil junto a su corazón, ese corazón tan herido y lastimado.
Todo su cuerpo le duele terriblemente, al fin piensa que se igualo con su espíritu, es que su alma está tan rota y quebrada desde hace tanto tiempo por ese amor que está ahora tan lejos.
Tanto dolor, tantas equivocaciones y daños compartidos generaron esta situación de lejanía.
Fue culpa del rencor y el odio que perdió su correcta apreciación de la vida y sin saber donde estaba parado permitió esta distancia entre él y sus amados.
Es consciente cuanto se equivocó su espíritu pero también sabe que nunca obro sin falta de sinceridad, simplemente en medio de la tormenta que esa herida recibida causo; su alma eligió un camino, ese que entre confusión penso el correcto pero tuvo que admitir fue fruto del desconcierto.
Al comprender con el tiempo, luego que la ceguera del rencor y la ofensa perdieron su fuerza, que nunca ni por un momento ella dejó de ser su vida.
Todo este recuerdo vuelve a su alma y en su rostro se mezclan las lagrimas de dolor físico con esas otras de su corazón demolido.
Su pulso disminuye, pierde sensibilidad en casi toda su anatomía, lentamente su vista se hace difusa, apenas aprieta la imagen de sus queridos y la tentación se vuelve cada vez más imparable; desea ya dejarse ir, al menos esa postal de su vida esta junto a su pecho y la dulzura engañosa de dejar de sufrir lo embelesa.
Cierra sus ojos, comienza a sonreír y sus dedos de a poco liberan su afecto. Casi ya está dejando de percibir cuando esas sonrisas en su mente plenas de frescura y esos ojos profundos que son sus últimos compañeros comienzan a cambiar, recién en este momento comprende que esas boquitas dejarán de reír y esas perlas negras perderán su brillo. Ahora se da cuenta, no puede permitirse dejarlos, él no es dueño de su dolor y desde lo más profundo, desde ese recóndito lugar que las almas tienen para guardar lo más preciado sube un grito de desafío; decide luchar, ya lo sabe, el amor puede más que la muerte.
Abre sus sentidos, como un gladiador se defenderá más allá de sus fuerzas.
La presión alrededor de su cuerpo se afloja, ya no invaden su cuerpo esos aceros tan fríos. Manos sudorosas y firmes lo levantan por sobre ese rosal de hierros.
Entre sueños nota las luces parpadeantes y el grito de la sirena, la suavidad de una tela lo envuelve y oxigeno límpido y fresco como brisa otoñal le llega a lo más íntimo.
Luces y pitidos le despiertan, entre cables y somnolencia su vista se recompone; la foto es casi un bollito en su mano pero sigue firme en su pecho, no lo abandono.
Casi sin darse cuenta al principio allá detrás de un vidrio los ve con palidez en sus rostros, al verlo parpadear una sonrisa en llanto estalla en sus caras.
En su bata perfectamente blanca una enfermera los deja pasar, saben que no necesitan palabras, solo lo rodean por ambos extremos de la cama.
Está muy débil, casi al limite, suelta la foto y su garganta nada puede decir; dentro de él siente que algo se aprisiona, ese pitido que escucha de pronto pierde su ritmo…la enfermera se tensa; con último aliento su mano diestra rodea el calor de esas pequeñas manitas mientras con la otra atrapa las lágrimas de esos bellos ojos negros.
Por detrás, allá en la ventana, se dibuja una sombra tan oscura como el infinito; sus ojos se quedan fijos en ella y la figura sé hiergue en desafío, sin dudarlo su mano funde en un puño esas lágrimas que la acarician mientras en la otra aprieta con dulzura la carnecita de sus hijos……la sombra permanece inmóvil unos segundos para luego, con un ademán de desprecio, diluirze tras el vidrio.
Si, ya lo sabe bien….el amor puede más que la muerte.

Texto agregado el 29-07-2003, y leído por 272 visitantes. (0 votos)


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