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Inicio / Cuenteros Locales / la_columna / de RELOJES DE ARENA. En la columna de los lunes pequeños entre realidades y sueños. Por carloel22.

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"Los domingos en general me gusta dejarme demorar por los niños, niños que viven aquí en esta plaza frente a donde trabajo y que cuando salgo se acercan como ahora de mañana a vender una flor cortada de la misma plaza, que juegan con una calesita vacía que ellos mismos impulsan con la mano o le dicen piropos con los ojos a la chica que me acompaña.
Demorar por el ciprés, por las risas lejanas de dos enamorados que se pierden al doblar en la primer esquina, por este silencio de grillos en el baldío de al lado entre el bullicioso cotorrear de los edificios altos.
Por la melancolía de los balcones de los primeros pisos que dejan asomar buscando luz una maceta con geranios y los diálogos mudos tras los vidrios de las ventanas.
Los domingos en general me traen una honda certeza de retraso por apreciar la creación una vez mas.
Quizá he vivido tantos domingos con retraso que no advertí la importancia de cada instante que apreciaba.
Hoy aquí sentado, me doy cuenta que los niños que me demoraron ya son ancianos, y millones de hojas de ciprés formaron una alfombra de hojas secas sobre la plaza.". (charlábamos entre café y café ayer por la mañana).

En realidad a esta edad, todo lo escrito arriba es totalmente cierto. Ya existen pocas cosas que me demoren los tiempos, uno está curtido de demoras, de esperas.
Tiempos gastados en las largas filas de la vida, tiempos que uno no elige sino que están allí, tras la carrera por una profesión, un estudio, los bancos. Tiempos de pagos de otros tiempos, de amores irrealizados, de amistades hurtadas por la señora muerte, de falsas promesas, de cuentos reales y de los "otros cuentos".
Por eso los domingos en general me gusta dejarme demorar hasta hoy lunes, por esos, mis tiempos elegidos.
Los tiempos de los niños que siempre poseerán sobre mí la magia de demorarme, al igual que la mirada de un anciano, la belleza pura de una mujer, de un paisaje, de un hijo, de una nota musical o de una amistad verdadera.
Estos tiempos abrazados con solo los dedos de la mano me hacen sentir vivo, hacen que los relojes no reciclen hacia atrás, que sea bueno esta aventura de seguir viviendo.
Si me dieran la posibilidad de entregarme un reloj de arena y descomponer de él los granitos de tiempo, buena parte de esos granitos malgastados en necedades quedarían sin empleo fijo.
Construiría para ellos un gran arenero sobre esta plaza y colocaría los granitos holgazanes, los necios, los discutidores, los mal utilizados, el grano auto suficiente, el mal compartido, el lamentado, el arrepentido, el egocéntrico.
Todos esos pretéritos de tiempos mal usados por mi personalidad "adulta" serían depositados allí.
Después...
Después llamaría a una ronda de niños en esa misma plaza de ayer me sentaría en la mesa del viejo café y les daría la libertad de volver a usarlos, de jugar con ellos.
Observaría seguramente a algunos de los niños emplear los granitos de arena del reloj del tiempo en calesitas, sube y baja, hamacas y helados de fresas.
Otros con ese tiempo conseguirían monedas para conseguir pan y leche caliente.
Algunos ya muy cansados de vivir con tan pocos años lo utilizarían para intentar "volarse del mundo entre aromas y pegamentos".
O en dormir un día entero sobre una cama limpia recuperando el tiempo de velar en noches de frío, sobre los bancos de madera.
Vería que algunos aprovechan de ese tiempo por conocer de adentro por primera vez las aulas de algún colegio.
Tal vez los mas pequeños intenten conseguir tiempo para que sus padres les hablen, jueguen con ellos les expliquen para que decidieron traerlos al mundo y por las noches les cuenten cuentos.
Y me arriesgo a quedarme dormido observando tantas otras cosas mas sobre las que los niños podrían utilizar estos tiempos.

Quizá he vivido tantos domingos con retraso que no advertí la importancia de cada instante que apreciaba.
Hoy aquí sentado, me doy cuenta que los niños que me demoraron ya son ancianos, y millones de hojas de ciprés formaron una alfombra de hojas secas sobre la plaza.
Pero ¿que puedo pretender que me haga mas feliz que eso de demorarme descomponiendo ese tiempo mal utilizado y entregarle granitos de arena a quienes pueden utilizarlo desde pequeños?.



Texto agregado el 28-02-2005, y leído por 516 visitantes. (3 votos)


Lectores Opinan
05-03-2005 La infancia y el tiempo, dos grandezas líricamente expresadas. Darse tiempo para volver a ser niños de corazón es la meta, es la zanahoria ante nuestro hocico, otros se sienten atraidos por otras zanahorias pero a fuerza de proclamar las delicias de esta que persegimos nosotros puede que cambien de gusto. Una gran columna, Pedro. Un abrazo. Juan graju
01-03-2005 Me ha encantado. Tiene un toque de melancolía y de revisionismo vital precioso. Un verdadero lujo haberte leido. enhorabuena Alejandro_1007
28-02-2005 "No se ha de ser un adulto feliz si no se han agotado todas las instancias de ser niño..." Jugar, jugar, jugar... ese espacio tan necesario que necesitan... Y sólo es un espacio, nada más... ellos ponen su creatividad en marcha. ¡Dejémoslos aburrirse! ¡Basta de comprarles todo hecho! Démosle a cada niño su espacio y la posibilidad de crear. Magnífica columna, Pedro. Un abrazote. NEUS_de_juan
28-02-2005 Muy hermosa reflexión. Es tan importante quedarse donde nos necesitan o donde el alma necesita nutrirse. Yo brindo por esos tiempos en los que nos demoramos por alguien o por nosotros mismos, por esos instantes que hacemos un alto en el camino y miramos más alla de lo que nuestros ojos ven. meci
 
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