Duermo profundamente pero regreso del sueño cuando siento que una mano me remece con mucha suavidad. En medio de la penumbra veo a una figura oscurecida por una larga túnica que me dice con voz cálida:
-¡Vamos! Ya es la hora.
-¿Tan luego?
-No preguntes y sólo sígueme.
-No te esperaba tan luego.
-Nunca es demasiado pronto sino que es el momento preciso.
-Aún me quedan cosas por hacer acá.
-Tu misión termina acá y comienza en otro escenario.
-¿Para adonde me llevas?
-Sólo sígueme.
Me levanto y siento mi cuerpo tan liviano como una pluma. La sombra ha salido de la habitación y me hace un gesto con su mano para que no le pierda pisada. Salgo también de la habitación como atraído por ella. La penumbra no dificulta mis pasos ya que mis pies parecieran navegar hacia cierto estado de trascendencia. Se que no regresaré jamás a mi casa, que me iré desmembrado poco a poco para ir desapareciendo detrás de mis últimas huellas. Ya no miro hacia atrás porque sé que las despedidas son dolorosas, desgarradoras, insufribles. Si, llegó la hora de partir para aventurarme en regiones ignotas. Me llorarán, sufrirán mi partida, esa muerte altanera que despoja a los seres de sus ilusiones y a los suyos de su recuerdo. Desde ahora sólo seré un destello, una imagen difusa, acaso una fotografía, más tarde quizás ni siquiera eso.

Caminamos parapetados en las sombras hasta llegar a una llanura iluminada apenas por la difusa luna. Una densa neblina emparienta el lugar con esponjosos estratos. Luego, se disipa y la voz me dice que emprenderemos el vuelo. Comprendo que nada más me ata a este mundo. Dentro de mi liviandad siento que nos movemos suave y velozmente, nos elevamos como si fuésemos un ave apocalíptica surcando la noche y veo como las nubes nos tragan en sus estómagos vaporosos. Voy camino a…

Tres horas después aterrizamos en otra nación y Peter Olsen, ya despojado hace rato de su capucha, me indica que hemos llegado al lugar en que se me brindará asilo político. Mi país comienza a ser desde ese momento un nostálgico recuerdo…