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Sigue lloviendo, la luna se debe hallar en el centro del cielo ahora, sin embargo, mi ventana esta totalmente empañada y no puedo comprobar mi teoría. En la mesa de la sala se halla la taza de café que me preparé cuando llegué al apartamento, a su lado, una caja de terrones de azúcar espera con impaciencia que, violando su espacio personal, tome terrones de ella.

Presiento que fue una pésima idea escuchar a mis amigos, -ella es perfecta para ti- decía “el curí”; -“fueron hechos el uno para el otro”, la lagartija con nalgas; “juéguesela toda hermano, no va perder nada y seguro gana mucho” me dijo el gato. ¿En que momento decidí escuchar al zoológico que es, en mas de un sentido, mi grupo de amigos? , y lo peor no es haberlos escuchado lo peor es haberles creído. Recuerdo que pase toda la tarde pensando en ella. Ella miraba, de manera vacía, el tiempo pasar mientras sus labios se veían como besando una burbuja. Nos conoceríamos y amaríamos inmediatamente y quizás esta vez no tuviera que terminar. Sé que piensa en otro hombre, mis palabras resbalan por su silueta. Tendríamos dos hijos y un perro llamado Deutico Ramses. Un extraño olor a mar invadió la mesa mientras ella me contaba una anécdota de su niñez y su padre. Ella me querría y envejeceríamos juntos,ella moriría primero, no quisiera que tuviera que sufrir por mí. El café se había enfriado en mi taza y el mesero nos miraba con desconfianza por nuestra larga estancia sin haber pedido nada de cenar.

Ella vivía cerca de mi casa, me pidió acompañarme en mi auto. Se sentó en el asiento del pasajero y abrochó el cinturón, bajó el espejo del acompañante, se miró los labios y las pestañas en él. Fue un viaje silencioso, éste sólo fue interrumpido por el sonido de la radio sintonizando la emisora de música americana, ella tatareaba la canción en voz queda, yo la miraba de reojo de vez en cuando. No cruzamos una sola palabra en todo el viaje, paré en la esquina de la calle en la que se encontraba su edificio y ella se desabrochó el cinturón, abrió la puerta, dijo -gracias..., por todo...- con su voz de Barbie adicta al helio, se bajó, cerró la puerta y se fue caminando como si batiera chocolate para el desayuno. - Es perfecta para ti – había dicho el curí y en ese momento lo recordé y no pude evitar reírme a carcajadas ante tal desproposito. Mis risas hicieron que ella se volteara y apresurara su paso, siempre me han dicho que tengo carcajada de psicópata. Por el espejo retrovisor vi a un hombre caminando rápido hacia la escultural mujer que se había bajado hacía poco de mi auto.

Aun está lloviendo, pero ahora el silencio se ha cernido sobre y alrededor mío, ni siquiera los perros aúllan en este momento y la sirena que hace poco aun nos avisaba de su eterna lucha contra la muerte ahora esta callada. Me pregunto si debí pitar cuando vi al hombre, sin embargo, ¿por qué habría de querer dañar esa hermosa noche de silencio?

Texto agregado el 21-02-2005, y leído por 121 visitantes. (0 votos)


Lectores Opinan
21-02-2005 ellas son crueles, el tipo hizo bien en no arañar el silencio. hahaha, me gustó. me acordé de cosas. saludos. Holiveira
 
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