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Me preguntaron qué diablos era la Polla Gol. Polla es una forma de llamar al pene en España y Gol, bueno, Gol es la entrada de la pelota en el arco en el futbol.

Un buen día unos señores que se tomaron el poder a la fuerza en Chile, allá por el año 73, entre otras tantas idioteces, se les ocurrió inventar un juego que se llamaba POLLA GOL.

Millones de chilenos ilusionados y hundidos en sus miserias y culpas, cesantes y locos, creyeron que este juego les cambiaría el destino.

Uno de ellos era Claudio. Claudio era mi amigo. Y digo era porque no lo veo desde hace años y ya no siento cariño por él.

"Mira, si es fácil ahora hacerse millonario. Sólo acertar a los 12 partidos que se juegan cada domingo y ganas millones. Mucho más seguro que un boleto de lotería".

Eso me decía Claudio cada vez que discutíamos el tema mientras bebíamos unas cervezas tratando de imaginar un Chile mejor, una vida mejor, un cambio de estilo.

Y, religiosamente, como era Claudio en esos tiempos, siempre jugaba su Polla Gol. Y por supuesto, no se le podía despegar del radio, escuchando partido tras partido, cambiando de estaciones cada vez más nervioso, para terminar rompiendo aquel boleto que con tanta ilusión jugaba el viernes después de cerrar su zapatería.

"Ya no mandan a arreglar zapatos", se quejaba. "Es que como traen ahora todo de Taiwan, a la gente le sale más barato comprar nuevos", le decía. "Pero nunca tendrán la calidad del buen zapato de cuero esas mierdas de plástico..." contestaba susurrándo.

La esposa de Claudio tenía cáncer y agonizaba hace meses. Tenía el páncreas reventado. Yacía en la cama y miraba con sus ojos vidriosos como él trabaja en zapatos que nunca le venían a pagar. Así, un dia, se le apagó la vida.

Hubo que ocuparse del funeral y Claudio no tenía nada preparado.

Fue un viernes. Claudio tenía marcados los partidos del juego de fin de semana. Salimos a la funeraria rápido. Sólo alcanzó para un ataud de madera forrado en paño y encima de color lila. Los vecinos juntaron en una colecta la plata para el nicho.

"Tate tranquilo Claudito",- le decía el vecino Sebastián- la Moni ya descansa, no sufre".

Nos fuimos al Quitapenas, ahi frente al Cementerio General. Puro vino blanco. No sé cuantos litros, pero todo mareados llevamos al Claudio a su casa y lo dejamos tendido en su cama. Ya era domingo de noche y yo tenía que salir a buscar trabajo temprano.

Me desperté tarde y con mucha caña. Me dolía la cabeza como si me hubiera partido un rayo. Me duché con agua fría, me vestí con lo mejor que encontré y partí a presentarme al trabajo que ofrecían en el diario.

Volví triste. Nuevamente no encajaba en el perfil del trabajador que buscaban. Pensé en Claudio y decidía hacerle una visita. Me sentí culpable por sufrir por esto y él recién que había quedado viudo. Le prepararía café y pasaríamos la pena entre cigarrillo y cigarrillo.

Me extrañó que la puerta estuviera abierta, aunque Claudio también era medio distraído. Entré y dije "Claudito, compadre, ya, arriba, póngase los pantalones que vamos a desayunar". Me contestó el silencio del crujir de las maderas rotas del piso.

En la cama no estaba Claudio. Sólo había un papel con cruces. Era el boleto de la Polla Gol que -recordé en ese instante- él no alcanzó a jugar.

Cuando me disponía a comprar el diario y comprobar una vez más que Claudio no había ganado y no había nada que temer, que no se había perdido la oportunidad de su vida porque no alcanzó a jugar el juego que siempre jugaba y sabia de memoria, me encontré con Sebastián. "¿Supo lo del Claudio? supo que fue él único que le achuntó a la Polla Gol este fin de semana y el pobre huevón no la jugó?- Que mal día escogió la Moni para morirse".

Sí, le contesté, pésimo día.

Texto agregado el 20-02-2005, y leído por 518 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
31-03-2007 un cuento que trae nostalgias...u episodio triste y desolado como el de aquella epoca,. remi_dee
02-07-2006 Tremendo cuento! Excelentemente narrado, casí viví la incertidumbre de saber si le había tocado la quiniela! Mis ***** para tí y continua escribiendo, ya me leí todo lo que tienes escrito aquí, eres genial! Desde España, besos.Lola Orcha lolao
12-12-2005 Tremendo como la vida misma, es como ese verso de una canción de Alanis Morisette "Un viejo de 98 años ganó la lotería y murió al día siguiente..." Ikalinen
17-10-2005 Buen cuento; atrapa por su sencillez y por el clima de mediocridad que denuncia:felicitaciones. marlon
11-09-2005 que buen relato..me gustó...ya sabemos que contra la Ley de Murphy nadie puede.....igual esos tiempos fueron tristes y amargos.....felicitaciones trotskki
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