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Inicio / Cuenteros Locales / Pablo_A / ¡Por fin es viernes!

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Por fin era viernes. Después de una semana de duro trabajo César Vivó estaba en casa. Los viernes siempre se sentía de buen humor. -“Todo el fin de semana por delante” – Pensaba mientras entraba en la cocina dispuesto a prepararse algo de cenar. Al entrar en la cocina se dio cuenta del desastre que tenía en el fregador mientras se sonreía. – “Antes no pasaba esto” – Se dirigió al fregadero, apartó un poco los cazos para meter la mano entre ellos, con cuidado pues podría cortarse con algún cuchillo, para llegar a un plato. Sacó el primer plato que tocó con las yemas de los dedos, lo enjuagó un poco con agua y lo puso al lado de la encimera. Se dirigió al frigorífico, cogió un huevo y, como pensándolo un poco mejor, tomó otro. Cascó un huevo en el borde del plato que acababa de enjuagar, lo abrió con las dos manos y observó como caía la yema naranja y reventona. Luego cascó el otro y, con un tenedor, comenzó a batirlos, produciendo el característico tintineo. De momento miró hacia arriba, como intentando escuchar algo, y se dio cuenta del silencio que había en casa. Se dirigió a la radio que tenía en la mesa de la cocina y la encendió, sintonizando una emisora musical y poniendo el volumen como a él le gustaba que se oyera la música, bien alta. Comenzó a hablar una locutora. No supo bien cual era, pues, para él, todas las locutoras de radio tenían la misma voz. Volvió hacia la encimera y siguió batiendo los huevos. Mientras observaba la yema y la clara mezclándose, adquiriendo un color amarillento, le vino a la memoria un polo que se había comprado hace años del mismo color. – “Que bien me sentaba aquel polo”- pensaba. – “Recuerdo que la dependienta estaba como un tren. ¡Y que voz tenía!. Era muy profesional esa chica, me sacó polos de todas las tallas y colores para que me probara. ¡Que paciencia!. Estuve casi una hora probándome. Empecé por el naranja que a mi me gustaba, pero el maniquí tenía mucho mejor cuerpo que yo, así que, la dependienta, muy eficiente, me trajo otros modelos. Yo creo que ese polo color huevo fue el último que me probé. A mi no me convencía demasiado pero María... “ – En el momento que le vino a la mente María, sacudió la cabeza, como si le estuviera rondando un mosquito por el oído y volvió a fijarse en el plato. Los huevos estaban ya suficientemente batidos, se dirigió al armario donde guardaba las sartenes, se agachó para buscar una por costumbre, pero al mirar dentro del armario, sólo había una. El resto estaban en el fregadero, junto a los cazos, platos y cubiertos de esa semana. – “Que tonto” – sonrió para si. Cogió la única sartén que le quedaba limpia y la puso sobre el fuego, buscó la caja de cerillas y la encontró al lado del fregadero. Debió desbordarse algo de agua cuando buscaba el plato, con tan mala suerte que fue a parar a la caja de cerillas y ésta estaba húmeda. No le importó, buscó una cerilla seca y la acercó al cigarro que tenía entre los labios. Arrimó la cerilla al fogón y giró la llave del gas. De repente salió una llama azulada. – “Ese azul es el que tenía el camping gas cuando fuimos de acampada a pirineos. ¡Que frío hacía!. Pusimos a hervir una olla con agua para calentarnos con el vapor. ¡Mira que no haber hecho un fuego!. Y ahí estábamos, envueltos en mantas, con las manos sobre el vapor de agua. ¡Como no entraríamos a las tiendas antes!. Tanta timidez y luego tanto desfogue... “ – Puso la sartén sobre la lumbre y la roció con un poco de aceite. Esperó un rato a que éste se calentara mientras escuchaba la música que ponían en la radio. - Ahora vais a escuchar “Seasons Change” de Anastasia – Decía la locutora sin haber dejado terminar el tema anterior. - “No está mal esta canción” – Pensaba César mientras movía con torpeza las caderas intentando bailar – “Y la cantante mucho menos”. Cogió el plato con los huevos batidos y derramó éstos poco a poco sobre el aceite hirviendo. Los huevos, con el aceite chisporroteante, comenzaron a hacer ruido y el aroma de la futura tortilla comenzó a subir hasta el olfato de César. – “Que tranquilo estoy” – Se decía – “Con la música como me gusta... Usando la sartén que quiero.. Pero.. Entonces... ¿Por qué tengo este sentimiento de desasosiego dentro?. ¡Cuidao, Cesar, que se te quema! “ – Movió el huevo cuajado del fondo y fue derramando el que seguía líquido hacia los lados, dándole forma a la tortilla. Cuando estaba bien cuajada, apagó el fuego y la vertió sobre el plato. Cogió unos cubiertos del cajón.. – “Voy a tener que fregar algo. Ya no me queda casi nada limpio” - . Partió un trozo de pan con las dos manos y se lo llevó todo a la mesa de la cocina. Cortó con el tenedor un trozo de tortilla y se lo llevó a la boca. –“¿Recuerdas la primera tortilla que hiciste? – “ Se reía él solo – “¡Que desastre!. Casi salimos ardiendo. Puse el aceite a calentar y se me olvidó que estaba ahí. ¡Que humareda!. Creo que estuvo oliendo la casa a aceite requemado durante un mes. Y encima, yo, el hombre de la casa, tomando con calma la situación, cojo la sartén tan tranquilo y la pongo debajo del grifo. No se me olvidará nunca el grito que pegó María cuando yo ya estaba abriendo la llave. ¡NOOO!. Hasta el vecino de enfrente se asomó por el patio de luces a ver qué pasaba. Nada, vecino, no pasa nada. Le decía yo sonriendo. Pero gracias a que María ya había tomado control de la situación. ¡Hay que ver!. Yo presumía de tranquilidad, pero ella siempre me solucionaba las papeletas. Con qué calma me explicaba como tenía que hacer las cosas de la casa. ¡Si mi madre me hubiera enseñado antes!. Todos los días metía la pata en algo, pero ella siempre me sonreía, me perdonaba, y me explicaba todo. ¡Qué jóvenes éramos cuando nos casamos!...”. En ese momento la melodía que estaba sonando en la radio atrajo su atención: Si tú no estás aquí no se Qué diablos hago amándote Si tu no estás aquí, sabrás.... - Habéis escuchado “Si tu no estás aquí” de Rossana. Y ahora.... César había dejado de masticar, todavía con el bocado de tortilla en la boca y decía aun sabiendo que nadie le oiría: - ¿Cómo pude ser tan gilipollas? Mientras una lágrima le resbalaba por la cara. Pablo A. Septiembre 2004

Texto agregado el 20-02-2005, y leído por 209 visitantes. (1 voto)


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