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El Cañon de Plata
Alain Chacón
Fue una noche muy fría aquella, cuando entro en su cuarto, apago la luz y se acostó lentamente sobre su cama. El triste suceso retumbaba en su memoria, le faltaban fuerzas para mantenerse otro minuto en pie o siquiera pensando; hundirse en la almohada le ayudaría a aclarar un poco el panorama mental de lo que sería su próximo paso. Era el tercer día de la desaparición de su hija Claudia, cosa que ocurrió de la manera más estúpida y descuidada: Dejó a la niña olvidada sobre la barra de una cantina de un pueblo cercano. Lo único que recuerda Galindo, fue que después del décimo trago de aguardiente que tomaba –teniendo la niña sentada sobre la barra dándole un vaso de leche malteada- tuvo el deseo de comprarle una galleta de chocolate, salió de la cantina con ese propósito pero olvidando a la niña en la el citado bar; Quizás en ese momento no la olvido, solo que su poco juicio le hizo pensar que ella a sus tres años podría lidiar tranquilamente con quince o veinte beodos malolientes sin ningún problema. La farra alcohólica provocó un bloqueo de memoria que produjo una nueva toma de decisiones y un pensamiento totalmente desfasado de la realidad: - Le llevare esta a galleta a mi niña querida que me espera en casa. Tres días borracho no han podido borrar de su mente la pesada carga del infortunado olvido. Ahora que los incesantes giros que el mareo provocado por el alcohol han cesado un poco, Él tiene la suficiente voluntad y claridad para sacar el viejo revolver con el cañón de plata (única pertenencia de mas de 5 pesos que poseía) que le robo a un amigo hace unos diez. Lo acaricio como se acaricia un gato, abrió el tambor y reviso que estuviera cargada con las dos únicas balas que compro hace como un año, mirando hacia el techo pensó en cuantas personas asistirían a su funeral y sí su ex esposa lloraría en su tumba aunque lo haya abandonado. Él tenía el presentimiento que la niña la encontraría alguien con mas cuidado del que le puede dar un padre borracho, triste sin trabajo y darle una mejor vida que un cuartucho opaco con una sola ventana, sin sillas, un horrible baño sin agua todo el tiempo y una cocina a kerosene que casi nunca se enciende. Coloco el cañón plateado del revolver dentro de su boca, con el dedo pulgar derecho halo el martillo y con el izquierdo halo el gatillo. Luego del mortal sonido todo quedo en silencio, era normal escuchar detonaciones en un pueblo tan hostil como Carauca. Quince minutos mas tarde se escucho un grito femenino llamando desde la calle hacia la ventana del cuarto de Galindo:
- Eh, Galindo la niña la tienen en la comisaria hace tres días, despierta borracho sinvergüenza -.


Texto agregado el 25-07-2003, y leído por 159 visitantes. (0 votos)


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