Hay canciones que son como escalas, otras como bajadas, otras como recordaciones remembránticas, otras son sólo canciones, otras no son canciones.

Y son las que no son canciones las que mas destruyen la integridad del sujeto y las termina odiando pero escuchando mas de dos millones de veces, y cuando decide que las odia es cuando más las escucha. Porque lo hacen ponerse de cabeza en sus mundos al revés, guiñando ojos a sombras de otras sombras. Así la música es tan importante como perniciosa... dan ganas de ahorcarla cuando se establece el vínculo de dependencia (y eso no tiene nada que ver con que las canciones que no son canciones puedan llegar a remover lo que de forma natural parecía imposible; revivir, resucitar, recordar, remirar)

(Después aparece un instrumento cualquiera bajo la voz principal del sujeto y remata todo lo que venia anunciando. Ipso Facto oyente nota que le pasaron gato por liebre, y que esta canción no es apócrifa o hecha para una masa en común, sino que le estaba esperando a él mismo en algún recodo perdido que él y sólo él tenia que encontrar –y, trágicamente, encontró- y a nadie le dice el titulo de tal música, el cantante de tal cantata, el guitarrista de tal guitarra -que usa electricidad para funcionar-)

Joyce odiaba el vino tinto pero igual era un borracho.