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Como un despertador de emergencia, nada más, y con el sólo propósito de evitar por todos los medios posibles llegar ese día atrasado a su antiguo trabajo de auxiliar administrativo en una lúgubre oficina de cobranzas ubicada en el centro de Concepción; Fernando había programado el encendido de la TV para las 6:30 am. Esto lo había hecho sin perjuicio de dejar también conectada la alarma de la radio instalada al costado de la cama sobre el velador de raulí barnizado. Por eso cuando más tarde despertó y abrió sus ojos en medio del feroz escándalo provocado por la alarma de la radio, pudo darse cuenta que la TV ya estaba encendida y que algo ocurría en ella con una tal muchacha que padecía de una extraña enfermedad que copaba los titulares del noticiero de esa fría y húmeda mañana. Tapado hasta las orejas con una gruesa manta de lana puso atención a la noticia como una excusa más para no levantarse todavía.

Con furor en la TV el conductor del noticiero se esforzaba en explicar a ‘los telespectadores’ que Mackarena era una mujer que necesitaba ser urgentemente trasplantada, de lo contrario su muerte sería inevitable. Ella era una joven estudiante universitaria, catequista, alumna destacada en su carrera y para más remate era una muchacha agraciadita de presencia; por todo ello evitar su muerte se había transformado ese día en un ‘asunto país’, y en el tema principal de las pautas noticiosas de todos los noticieros matinales de la televisión. la misión de todos era salvar la vida de aquella 'joven símbolo'.

dOs

El Feña - como solían llamarlo sus cercanos -tenía la manía de abrir siempre el agua caliente de la ducha para dejarla correr un tiempo antes de ingresar a ella. A él le encantaba el ambiente que se formaba por el vapor del agua caliente debido a su semejanza con un sauna, esto le permitía relajar de algún modo todos sus sentidos antes de comenzar su rutina diaria de oficinista. Sin embargo no consiguió relajarse; la noticia de la inminente muerte de la bella Mackarena en la TV se había instalado definitivamente en su cabeza e inexplicablemente su estado de ánimo se encontraba profundamente turbado por tal penosa circunstancia. Una sensación de angustia se había instalado en su pecho tras conocer por la TV el profundo drama por el que atravesaba la familia de la estudiante enferma. Sobre todo estaba conmovido por el padecimiento de su madre quien no encontraba consuelo por ningún lado y no paraba de suplicar a Dios por TV en busca de un milagro que permitiera salvarle la vida a su única hija. Mackarena necesitaba desesperadamente un nuevo riñón y todo Chile ya estaba en cadena de oración para que así fuera.


tReS

Cuando Fernando sintió que alguien golpeaba con fuerza la puerta de su departamento, de inmediato corrió a ponerse una bata y sus pantuflas de chiporro. Mientras corría de aquí para allá su cuerpo mojado hacía estragos en el piso recién encerado, en tanto que los furibundos golpes a la puerta se hacían, con el correr de los minutos, más y más insistentes. Cuando finalmente Fernando abrió la puerta encontró parada frente suyo a doña Lupe la vecina del piso inferior de su departamento, su cara era de furia a tal punto que sus ojos estaban completamente inyectados de sangre y su cara era la de un perro. De inmediato y sin siquiera saludar al dueño de casa doña Lupe se lanzó sin más en una batería de insultos que daban cuenta de la inundación de su baño como consecuencia de la filtración del agua de un piso al otro. Las amenazas como siempre y desde que ella era su vecina, se volvían a hacer presentes con violencia para advertirle a gritos los efectos perniciosos que le aquejarían en el caso que no se abocara de inmediato a la reparación definitiva de aquel desperfecto en las cañerías de su baño. Todo ello iba acompañado por cierto, del más exquisito y fino repertorio de garabatos, amenazas e insultos que jamás en su vida ser alguno le había propinado.


CUaTrO.

Cuando aquella húmeda y fría mañana los vecinos del edificio de Fernando oyeron aquel duro y estruendoso golpe seco en el pavimento, de inmediato corrieron hacia las ventanas del edificio para indagar el origen del agudo azote. En el piso del pavimento yacía inerte el cuerpo de la señora Guadalupe, la vecina del quinto piso. Su cabeza terminó hecha añicos en el suelo mientras que su obesa humanidad quedaba desparramada y transformada en una masa deforme de grasa y huesos rotos que yacían en medio de un enorme charco de sangre. Don Enrique del tercer piso a la larga fue el único que vio pasar por la ventana el cuerpo de doña Lupe antes de terminar reventado en el suelo; mientras caía notó que a doña Lupe la seguían unos maceteros de filodendros. Doña Guadalupe acostumbraba a llenar de plantas la terraza de su departamento.


QuInTo.

Cuando más tarde Fernando retornó a su departamento tras una larga y tediosa jornada laboral lo primero que hizo fue ir corriendo a encender el televisor de su habitación; los noticieros de la noche no tardarían en empezar. Fernando tuvo tiempo para ir al refrigerador y servirse un vaso de jugo con hielo; sacarse la ropa del trabajo y hasta lavarse los dientes. También tuvo tiempo para limpiar la sangre del martillo que inexplicablemente había olvidado en el balcón de su departamento.

Cómodamente instalado sobre el sofá de su habitación Fernando sintió una tremenda paz interior que atravesó todo su cuerpo desde la cabeza a los pies, cuando pudo constatar a través de los noticieros que la joven y hermosa Mackarena ya había recuperado parcialmente la conciencia tras la larga intervención quirúrgica a la cual debió ser sometida para transplantarle el órgano de la señora que muy temprano en la mañana había fallecido en Concepción tras caer de un quinto piso víctima de un fatídico y trágico accidente domestico.

Las noticias informaban que la paciente ya había sido desconectada del respirador oficial y se recuperaba de su convalecencia. Un aire de optimismo y satisfacción rondaba en el ambiente de todas las noticias transmitidas por la TV. Afortunadamente la giganteszca campaña mediática, había sido todo un éxito.

En muchísimo tiempo Fernando no había experimentado esa satisfacción que trae aparejada una buena acción, y era precisamente esa satisfacción la que llenaba en ese instante su cabeza haciéndolo sentir bien consigo mismo y también con Dios. Milagrosamente pudo constatar que los riñones no se habían estropeado por el golpe, o al menos uno se había salvado.

Para Fernando el haber contribuido con un “empujoncito” a salvar la vida de la bella Mackarena lo llenaba definitivamente de orgullo y lo hacía sentir más chileno que nunca…algo muy parecido a lo que le ocurría cada vez que se llevaba a efecto la Teletón; él era uno de los primeros en correr hasta el banco para hacer su aporte en la cuenta Nº 24.500-03.

Texto agregado el 21-07-2003, y leído por 685 visitantes. (11 votos)


Lectores Opinan
29-07-2003 Me parece una buena historia llena de ironía y descaro. Me satisface esa pulsión sobre las acomodadas morales solidarias de los que acallan su conciencia participando con su sobrada cuenta corriente en rifas y colectas que viene a solventar las cosas que no se resuelven de pura justicia. Pero creo que debiera cuidar algunas cuestiones de repetición de términos y la poco explicable aparición del martillo; creo que esto último rompe un tanto la coartada del cuento: vale que el suceso pueda pasar por un accidente si el tipo no fue observado en su acción por ningún otro vecino, pero lo de machacarle la cabeza o el cuerpo como se insinúa con un martillo implica averiguaciones sanitarias y forenses que complicarían el final. Esa es mi opinión.... casual
26-07-2003 jajajajaja. La vida misma y la actualidad son una buena inspiración. Me agrado mucho el final, es como bipolar el personaje... Muy bueno Cao, perfecto. Saludos blanquita
24-07-2003 jajjaa...me encanta leerlo es usted muy bueno,,,seguire haciendolo...saludos sbet02
22-07-2003 hey..guey...todo un maestro ...me imagino a esa tía valia la pena el empujoncito...jajaja shady
21-07-2003 ¡Qué bueno que estoy en esta página! Muy bueno. Felicidades. migu
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