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Tu.Io.In aeternum

Mi trabajo como editor jefe en la editorial “Intelecto” me llevaba a leer vorazmente todo lo que caía en mis manos. A todo esto se le añadían los de siempre, los que nunca faltaban, donde el amigo del cuñado de un primo de un vecino me asaltaba en el portal de casa para endilgarme un “libro único”, con la promesa de ser la revelación y/o descubrimiento que estabas buscando y eso si, todo muy bonito con un formato estupendo gracias a la informática, pero con un contenido infumable. Cuando los veía venir mi instinto me decía: ¡Otro para reciclar!

Últimamente la cosa estaba muy floja, lo que unida a mi falta de motivación y a mi cobardía a la hora de prodigarme demasiado en el retoque, hacía que pocos libros me valiesen a la primera. Llevaba mas de seis meses que no sacaba nada “rompedor” y las excusas se me estaban acabando.

Presionado por mi jefe, hombre muy persuasivo cuando te sugiere que tu bono de productividad y tu puesto están en peligro, y también por el cansancio de leer cosas intrascendentes que poco a poco minaban las escasas neuronas que aún me funcionaban en condiciones, decidí recurrir al recurso estrella de todos los editores mediocres como yo: “Un concurso literario abierto a nuevos talentos”. Después de tan grandiosa idea, original e innovadora donde las haya, me puse manos a la obra. Tras conseguir convencer a mi jefe, que fue lo mas parecido a un dolor de muelas, me autorizó un presupuesto casi tan corto como su voluntad de ayudarme, pero suficiente para mis fines.

Las bases eran las de siempre: simples, claras y cualquiera podía concursar. En una semana los efectos se comenzaron a sentir. Empezaron a llegar, primero gota a gota y luego en una cantidad que amenazaba seriamente mi capacidad de lectura. En cuanto se me acumularon treinta escritos sobre la mesa, la cosa me empezó a preocupar y cuando ya no me cupieron en el sofá del despacho, sonaron las alarmas y decidí pedir ayuda. Solicité la colaboración de una becaria que trabajaba en la editorial para que me separase el polvo de la paja, como vulgarmente llamábamos a la prelectura y filtro de nuevos escritos.

Una semana después, la cosa no mejoraba, no conseguía encontrar nada aprovechable sin meterle mucho la tijera o cambiar tramas, contextos y modificar aspectos que resultaban mas que evidentes. Algunas ideas eran buenas pero estaban mal desarrolladas, y las que estaban bien desarrolladas no iban a ningún sitio. Las primeras las apartaba añadiendo mis notas por si la cosa se ponía muy fea y tenía que echar mano de ellas, y con las segundas las apilaba para que mi secretaria las “procesara” y las devolviese al remitente con la pertinente nota de agradecimiento.

Al cerrarse el concurso y recibir las últimas propuestas, la becaria había concluido su labor y había hecho un trabajo estupendo, muy cuidado y ordenado. Incluso se había atrevido humildemente, según decía, a hacerme un ranking con su evaluación y su recomendación del orden en que debía leer las obras para ganar tiempo. Al final de sus notas hacía referencia a un original que no había sido capaz de leer, sin especificar su por qué, mención que llamó mi atención ligeramente.

Sin mas trámite cogí el primero de la lista de la becaria y me enfrasqué en los escritos, uno tras otro iba comprobando la certeza de las notas de la becaria y dócilmente me dejé llevar por el orden preestablecido que indudablemente agilizaba la lectura y evaluación de los mismos. Ya tarde, me quedaba un solo escrito por leer y mirando la hora decidí abordarlo para empezar por la mañana con la revisión global de los que había apartado. Una vez lo descarté por muermo, comprobé las notas de la becaria y efectivamente su recomendación era descartarlo, pero al revisarlas me topé con la nota relacionada con el escrito que no había sido capaz de leer. Inmediatamente la curiosidad me llevó a buscar la referencia del mismo y echar un vistazo para saber a que se debía la imposibilidad de su lectura. Como no podía ser de otra manera estaba perfectamente catalogado por la becaria y lo encontré al instante. Mi primera sorpresa fue el título: “Tu.Io.In aeternum”.... Título inquietante y cargado de ambigüedad, que me llevó inmediatamente a reflexionar sobre las combinaciones de sus partes separadas por los puntos. ¿Qué habrá querido decir?, ¿será Tú y Yo para siempre?, ¿Una declaración de amor?, ¿Mi Yo eterno?,¿la abreviatura de una expresión mayor?....Volví a mirar el reloj y eran casi las nueve de la noche, en casa me esperaban para cenar, pero la curiosidad me impulsó a leer las primeras páginas. Dudé si llamar a casa para avisar o no, y tras decidir que sólo sería un momento empecé a leer.

La historia arrancaba muy bien y me resultaba muy familiar, me identificaba de forma natural con el personaje y todo sonaba como si ya lo hubiese vivido, el ritmo era ágil y cautivante, tal era así que no me dejaba apartar la vista de sus páginas. En mi fuero interior iba creciendo la sensación que este podía valer. En un momento en el que el personaje llegaba tarde a una cita, caí en la cuenta que me estaban esperando. Levanté la vista y el reloj marcaba casi las diez de la noche: - Me voy corriendo – me dije instintivamente, mientras cerraba el escrito percatándome del número de página y párrafo donde lo dejaba. Me puse la chaqueta y antes de salir me fijé en las notas de la becaria. Las notas no decían nada sobre la historia, estaban en blanco.

A la mañana siguiente recordaba la historia muy bien e inmediatamente me dispuse a continuar la lectura. Me acomodé en el sillón bajo de mi despacho con la intención de “comérmelo”, fui directamente a la página 20, párrafo segundo y empecé a leer. La historia ahora no me cuadraba con la que recordaba, comprobé el número de página y era correcto. Tras unos segundos dubitativos empecé a leer hacia atrás para encontrar un punto de entrada que me permitiera reiniciar la lectura, pero para mi sorpresa, fui pasando página tras página hasta que llegué al inicio del escrito sin encontrarlo. Mi corazón dio un vuelco y mi mente se disparó en todas direcciones intentando encontrar una explicación lógica. Al no encontrarla, zanjé el tema echándole la culpa a mi memoria, la presión y el estrés y me apresté a retomar la lectura desde el principio.

A medida que avanzaba nuevamente en la lectura fui olvidando el incidente y mi memoria se fue llenando otra vez de una trama, ligera, agradable y absorbente. Las sensaciones eran las mismas, por lo que no me cabía duda alguna de que mi memoria me la había jugado.

Mi teléfono móvil comenzó a sonar e instintivamente señalé el punto donde me encontraba de la página con mi dedo índice, al tiempo que respondía la llamada con la otra mano. La llamada era de un distribuidor, buen cliente de la editorial, que buscaba apoyo para hacer una promoción en su cadena de tiendas. Tras escucharle muy atentamente, cortésmente le indiqué que era materialmente imposible hacerlo a menos que contásemos con algún famoso que se prestara gentil y desinteresadamente a la promoción, cosa infrecuente dadas sus condiciones de famosos. Ante su insistencia utilicé el viejo pero contundente truco de sugerirle que hablase con alguno de sus amigos influyentes y que si encontraba algo viable me lo hiciera saber. Nunca fallaba, todo el mundo se cree que tiene contactos que todo lo pueden.

Corté la llamada y volví a la lectura en el mismo punto donde lo había dejado y que era apuntado por mi dedo índice. Cuando apenas había leído un párrafo entero, la historia se volvió incompatible con el recuerdo que tenía de ella. Tiré hacia atrás para ver si el párrafo anterior me sonaba mejor ...y no....no la recordaba. Seguí leyendo hacia atrás hasta el primer párrafo de la página en la que tenía el escrito abierto y tampoco, no era capaz de recordar nada, era una historia incomprensible. Segundos después me encontraba nuevamente en la primera página.

Con una mezcla de extrañeza e inquietud me volví a enfrascar en la lectura, invadiéndome nuevamente la misma sensación que las otras dos veces anteriores. Tres páginas mas tarde el personaje se encontraba pendiente de la hora, llegaría tarde a su cita. Instintivamente levanté la cabeza para ver que hora era, y volví a la lectura y para mi sorpresa había vuelto a ocurrir ¡la historia había cambiado!.

Así pasé todo el día y gran parte de la noche, cada vez que perdía la concentración o simplemente levantaba la vista del escrito, la historia cambiaba. No daba crédito a lo que estaba pasando e intenté todo tipo de trucos. Leía hacia delante una página y antes de pasarla la releía hacía atrás.... y otra vez. Intentaba transcribir a mano un párrafo y nada. Intentaba memorizar un párrafo, cerraba los ojos, volvía abrirlos y nada. Hasta intenté fotocopiar una página y para mi ya escasa capacidad de sorpresa, sólo salía en la copia el encabezado con el título y el número de página indicado en parte inferior derecha.

Al día siguiente llamé a la becaria para que me buscase el sobre en el que había llegado el escrito con el objeto de identificar al autor de la obra. De paso le preguntaría que recordaba de sus notas sobre el mismo. Al rato entró la becaria en mi despacho portando el sobre original, el cual tenía un formato muy utilizado por las editoriales por su gran amplitud para enviar escritos voluminosos y faltos de un formato estándar. Dirigiéndome a ella le pregunté:

- ¿Recuerdas de que iba este escrito?

- ¿Cuál es? Ah!, si, muy vagamente,
– me contestó – creo que iba de una chica joven llena de ilusión por la vida, que buscaba abrirse paso en su carrera profesional...o era que buscaba novio...no, no, era una estudiante que....- terminó balbuceando y ahogando su voz en un mar de dudas e ideas inconexas.

- Mira a ver si dentro está el segundo sobre con la identidad del autor – le dije para sacarla del trance en el que había caído.

Extrajo el sobre en cuestión e instintivamente lo abrió. Su cara palideció y se tambaleo ligeramente al tiempo que decía:

- Aquí pone que el autor....¡soy yo!.

- ¡Déjamelo ver!
– exclamé al tiempo que le arrebata el sobre.

Leí el sobre y mi nombre estaba allí, como si lo esperase, como si lo presintiera, me dije para mis adentros: -normal, no podía ser de otra manera. Sin inmutarme levante la vista, cerré los ojos y volví a leer el sobre: el nombre era el mío. Inmediatamente me dirigí a la becaria:

- No mujer, no es el tuyo, ¡que cosas tienes! – y despedí a la becaria de la forma mas normal y cortés de la fui capaz.

- Pues lo habré leído mal, hubiera jurado que ponía mi nombre – dijo mientras cerraba la puerta del despacho.

Cerré el sobre pequeño, cogí el escrito y los metí en un cajón. Varias ideas me rondaban por la cabeza, entré en Internet y busqué concursos literarios. En unos segundos había localizado cuatro, cogí un sobre grande y sobre su lomo escribí las señas del primero de la lista. Saqué del cajón el sobre pequeño y volví abrirlo: Mi nombre seguía allí. Algo confuso, sin saber que hacer, tomé el escrito y en la primera página encontré la solución. La historia me lo había revelado.

**********************

Ya han pasado mas de 15 años desde aquel día y ahora soy un escritor de renombre, de los buenos y afamados. En todo este tiempo he publicado mas de 60 libros y ganado decenas de concursos de prestigio. Todo esto me ha llevado a convertirme en una de las personas mas reconocidas y de mas prestigio de la industria.

La becaria de antaño ahora es mi editora y no deja de sorprenderse con mis obras. No consigue entender como mi método puede ser tan efectivo. Otros han intentado imitarme pero no lo han conseguido. Esta mañana le he entregado la última de mis creaciones y hemos cruzado la mismas palabras de siempre:

- ¿No te resultaría mas práctico escribirlas en lugar de grabarlas en cintas?

- Pues ya ves, cada maestrillo tiene su librillo ..... y el mío es la leche.
– le contesté.

- ¿A que librillo te refieres? Los escritores tenéis musas no librillos – Me repuso

- No me hagas caso, son cosas mías – le dije mientras me despedía de ella

– ya nos veremos otro día

Como siempre, cada vez que vuelvo a casa de entregar una de mis obras, tengo la curiosidad de volver a abrir el sobre pequeño y hoy no ha sido una opción. Llegué al portal de casa, recogí el correo del buzón, abrí la puerta de casa y todo estaba en silencio. Me dirigí a la caja fuerte y extraje con cierto nerviosismo el sobre pequeño y lo leí............ Me lo temía, era de esperar que algún día ocurriera, mi nombre ya no estaba allí.

Como el primer día que descubrí su naturaleza cogí el escrito fatídico y leí la primera página, allí estaba la respuesta.

Había llegado la hora, debía enviar el escrito al concurso de la editorial “Intelecto”......mañana vendrían a por mi.

Texto agregado el 31-01-2005, y leído por 506 visitantes. (12 votos)


Lectores Opinan
19-03-2005 Un relato magnífico, y qué bien lo cuentas! ***** entrelineas
22-02-2005 ¡Es Genial! Cinco estrellas son pocas, pero realmente, las vale. Pocas veces un autor consagrado me ha atrapado así, como tú con este texto. Felicitaciones! orlandoteran
21-02-2005 Fantástico tu relato!!! me lo he leido de un tirón y sin pestañear por si acaso cambiaba la historia. Qué buen método de escritura, ya me gustaría a mi encontrar uno de esos sobres! ondina
16-02-2005 ¡Vaya historia!!!...¡Cómo me ha enganchado!!!...¡Estupenda!!!!. Un beso eloisa
15-02-2005 Esto es un pedazo de cuento como la copa de un pino, magnífico de verdad, un gustazo el haberlo leído. barrasus
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