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El hombre aquel, de aspecto tan severo, era en realidad un extraño espécimen, un genio sin lámpara que concedía un solo deseo a quien se lo pidiese. Por ejemplo, a la niña que pedía un novio, le consiguió un puesto de enfermera en una clínica particular. Allí llegó un buen día -un mal día para él- un joven que había colisionado su auto con un camión. Llegó muy estropeado, casi en el umbral del agujero negro. Los médicos jugaron a tirar la soga y tiraron y tiraron hasta que recuperaron para este mundo lo que la eternidad reclamaba como legítimo patrimonio. El joven fue atendido por la chica enfermera aquella, recibió tanta muestra de profesionalismo y dedicación el chico este que al poco tiempo se enamoraron, el no quería recuperarse para no perderla y la chica no quería perderlo porque sino la enferma sería ella. Al final, el se fue de aquella clínica pero del brazo de aquella muchacha, que, de este modo, cumplió con creces su sueño de tener un novio.

Pereda quería ser millonario y el genio aquel le consiguió un puesto en una empresa distribuidora de aves. Allí, el muchacho madrugaba para cumplir con su horario de entrada y luego de una extenuante jornada de casi trece horas, regresaba a su casa exhausto y renegando de ese esclavizante empleo. Pero sucedió algo que le cambió su suerte. Cierta noche, antes de retirarse, sin darse cuenta, volcó un enorme frasco de tintura vegetal color azul sobre una bandeja de pollos que estaban listos para despacharse. Al día siguiente, fue llamado desde la gerencia para preguntarle si él había sido el causante de este hecho. El, ignorante de la situación, pero como era demasiado honesto, reconoció que pudo haber sido el culpable. Esta confesión desembocó en una entusiasta celebración en donde fue palmoteado y felicitado.
-Querido amigo Pereda. Usted sabe muy bien que nosotros los comerciantes somos como los rateros, ya que lo único que deseamos es sacarle el dinero de los bolsillos a la gente.¡Je je je je! ¡Y usted ha dado en el clavo con esto de los pollos de colores!
Por supuesto que la venta de aves creció considerablemente con aquel nuevo ingrediente. Surgieron los pollos naranja, los amarillos, los celestes y los rojos y como resultado, las utilidades en esa empresa fueron color de rosa. Pereda fue ascendido a gerente de publicidad, su sueldo se sextuplicó y al cabo de dos años era un connotado empresario que se daba el lujo de dictar charlas en los más diversos países.

Gonzalini, el político, era una completa nulidad para declamar discursos. Quizás ello se debía a que odiaba de manera visceral el tomar un libro y empaparse de vocablos tan necesarios para su actividad. Era un asunto de piel, el simple contacto con el papel le engrifaba, se ampollaba completamente, se afiebraba y debía permanecer en cama por lo menos un par de semanas. Sin siquiera proponérselo, supo de la efectividad de ese genio que todo lo concedía y se dirigió a su consulta para pedirle que le proveyera del don de la palabra. En verdad, su problemática desembocaba en un lenguaje bastardo, exento de esas sutilezas tan necesarias para encantar a la ciudadanía, tan dada a seducirse con las proezas demagógicas de los candidatos. El podría haberse asesorado con un buen redactor que le escribiera encendidos discursos, pero no era eso lo que quería. Ese texto que podría leer más tarde para cautivar a la audiencia, era la palabra de otro, no la suya, de un tercero en discordia que más tarde podría emporcar su carrera ya que es bien sabido que en el mundo de la política, es conveniente sobre todo verificar que las bases del aspirante a ganarlo todo en ese terreno, deben tener un asidero firme, creíble, limpio. Las dudas, el chismorreo y la maledicencia corroen la honra del político y bien se sabe que existe un ejército de buitres provistos de pala y picota para escarbar bajo los cimientos del candidato a cualquier cosa, en busca de algún cadáver ideológico, de un desatino o de un pecado de juventud. No, no valía la pena correr el riesgo de convertir su historia en una mala parodia del Cirano de Bergerac. Por lo tanto, le expuso al genio aquel, que lo único que deseaba era conseguir un vocabulario amplio, motivador, con giros elegantes que le brindaran el aura de un candidato de gran credibilidad. A la semana siguiente, fallecía un tío suyo. Lo único que le heredó fue una completa y envidiable biblioteca…






















Texto agregado el 26-01-2005, y leído por 511 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-01-2005 A veces, confundidos, frotamos la lámpara equivocada. Maravillosa descripción de lo que la rueda de la fortuna nos guarda para cada uno. Agil descripción cargada de ironía. Un abrazo graju
28-01-2005 A veces, confundidos, frotamos la lámpara equivocada. Maravillosa descripción de lo que la rueda de la fortuna nos guarda para cada uno. Agil descripción cargada de ironía. Un abrazo graju
28-01-2005 A veces, confundidos, frotamos la lámpara equivocada. Maravillosa descripción de lo que la rueda de la fortuna nos guarda para cada uno. Agil descripción cargada de ironía. Un abrazo graju
27-01-2005 Gui: eres un modesto, no cabe duda. Me encanta la ironía y el humor que despliegas, fina negrura tan difìcil de lograr. Además, didáctico. Mis felicitaciones y estrellas. tobegio
27-01-2005 que ironía!!! anemona
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