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Había puesto el teléfono celular que daba la hora a la orilla de la ventana junto a mi cama. Era inalcanzable con solo estirar el brazo pero con alzar un poco el cuerpo y apoyándolo en el codo, podía tocarlo. La pequeña pantalla alumbraba sin recelo mi cara, marcaban las 12:57 y aún no era la hora. Volteé el teléfono con la pantalla besando la orilla de la ventana una vez más y volví los brazos a las sábanas blancas, en la misma posición recta que desde hace algún tiempo acompaña mis sueños. Debía esperar dos minutos más. La habitación que ahora estaba completamente oscura me convencía de lo contrario y mis parpados ya no participaban de la espera. La habitación inerte parecía tomar vida para arrullar con su silencio la cama de sábanas blancas y lo que en ella yacía: Una mujer de sonrisa dulce y sueños rotos que convivía con la espera desde hacía más de tres años. La ingenuidad del amor eterno se le posaba en las mejillas como un intento de colorearlas de felicidad. Todo su cuerpo entregado al sueño, tan integro como entregaba su alma en cada cosa que tocaba y en cada beso que daba. Yacía en una paz infinita convencida de que hoy él sí llegaría.

Sentí el peso de sus manos de niño nervioso en los hombros mientras giraba ligeramente mi cuerpo hacia el suyo. Sentía su mirada en mis ojos, en mis manos, en las aureolas marrones y erguidas que dirigían mis senos y asomaban por entre el vestido de seda. Sus dedos débiles se abrían paso entre las hebras de los cabellos deteniéndose en esos caracoles pardos que desenredaba ahora con suma delicadeza. Preguntó si lo había esperado. En una voz soñolienta debo haber respondido que sí. Sus ojos repentinamente parecieron alumbrar la habitación que permanecía viva entre nosotros. Posó sus tibios labios en la cima de un seno y con un delicado movimiento tiró del pezón excitado. Una corriente helada y fugaz estremeció cada nervio, cada hueso. Mi cuerpo, perdido en sus manos de aprendiz de cirujano que se dispone a cortar con unos labios filudos el pecho doliente, yacía otra vez boca arriba. El delicado paso de sus caricias me impedían despertar del todo, pero él no tenia apuro. Afuera la oscuridad gobernaba las cosas y el tiempo en un pacto de complicidad con los viejos amantes. Su felicidad recién había empezado.

El aire casi inmóvil y predecible enfriaba la huella ensalivada que dejaron sus labios en un seno mientras se saciaban del otro. Su cara alargada y tostada se perdía en la minuciosidad de sus maneras. Sus manos sostenían mi torso mientras perdía su nariz en las profundidades del ombligo, dejándose embriagar por el perfume de frutas y flores de las cremas que se mezclaban en mi cuerpo con extractos de sábila untada. Su lengua húmeda y ligera recorría el vientre, y sus manos de dedos largos acariciaban unas nalgas firmes. Sentí su cuerpo desnudo deslizarse por el mío desde su último recorrido hasta sentir la mirada de sus ojos negros como la noche frente a los mío. De verdad me has esperado? Preguntó por segunda vez. Sentí por primera vez su aliento dulce y espeso en mi cara. Con una mano sujetó el cabello. Con la otra, las yemas de sus dedos sujetaban sutilmente mi cara hacia el oeste mientras susurraba a mi oído el poema que copiosas noches había irrumpido mis sueños para revelar su llegada: “No es que muera de amor, muero de ti amor, de amor de ti”. Su voz baja y áspera que desencajaba con su cuerpo de niño penetraba las paredes mientras él penetraba su cuerpo con prisa, con ganas reprimidas, con la espera por fin saciada de horas interminables. La penetraba con todo el amor y todo el dolor del mundo. La habitaba como había habitado la oscuridad este cuarto aún vivo hace unas horas, y como ella habitaba cada noche sus sábanas blancas después de untar sus cremas de flores y extractos de sábila esperando la hora acordada. La habitó con toda la tristeza y pasión del guerrero que se entrega a la muerte en el campo de batalla.

Ella despertó repentinamente entre sudores y lágrimas, entre los perfumes de un jardín y un rosedal recién regados por la lluvia otoñal. Se repuso de un sólo movimiento para buscar el teléfono reloj en la ventana y comprobar lo que la oscuridad domada y esquiva que se filtraba apenas por las persianas ya le había indicado. Quedó un momento pensativa con el corazón galopándole en el pecho. Notó el otro lado de la cama arrugado y tibio; y sus piernas escapando del rigor de la postura recta que la caracterizaba al dormir. Apretó las sábanas blancas contra su pecho y aflojó una sonrisa. Recordó las frases del guerrero susurrando a su oído con su aliento endulzado por su piel. “Morimos en el sitio que le he prestado al aire para que estés fuera de mí, y en el lugar en que el aire se acaba cuando te echo mi piel encima y nos conocemos en nosotros, separados del mundo, dichosa, penetrada, y cierto, interminable”. Lo recordó a él con su cara de niño, sus cejas pobladas y levantadas como en constante asombro, sus dulces maneras, sus manos largas y sudorosas, su cuello delgado y vasto enlazado en el suyo, sus labios tibios, de saliva dulce. Si, ahora estaba segura que lo había esperado y él había llegado. Cubrió su cuerpo hasta el cuello con el cubrecama, y tendió los brazos a cada lado con el cuerpo recto y perdido una vez más en las sabanas blancas. Se sentía feliz, ligera, y complacida en cada célula saciada de su cuerpo. Sus mejillas acaloradas alumbraban su rostro de mujer dulce y complacida. La habitación empezaba a adquirir el semblante inerte de todos los días donde la vida continúa y los sueños terminan. La oscuridad de la noche cedía a la luz tenue de un sol naciente, y ella se entregaba de cuerpo y alma como siempre a su dormir pues aún no era hora de despertar.

kmg
Atlanta Wed 12/08/04

Texto agregado el 25-01-2005, y leído por 572 visitantes. (14 votos)


Lectores Opinan
22-03-2011 Sensacional, simplemente. Me gusta mucho cómo describes. Solo_agua
15-09-2008 excelente!! ferchula
20-05-2006 Excelente. El_Quinto_Jinete
15-03-2006 Muy bueno!!! se parece en la idea central a algo que escribi hace un tiempo, pero tu lo superas muy bueno mis* te las dejo , un placer leerte. kalanidhi
15-10-2005 muy buen texto, por ello te felicito. mis 5* tu tiempo estaria muy bien invertido aqui, se te da bien,en serio.gracias por compartirlo con todos nosotros. solete
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