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Yo no se que le ocurre, pero creo que Bruno ha cogido la gripe. Se va apoderando de él la nada agradable sensación de tener un martillo clavado en la espalda, justo donde comienza ese tatuaje de Tintín que se hizo en su último viaje a Bélgica. De su cabeza asoma una nube de pensamientos que le recuerdan que hoy es Domingo y no se levantará de la cama. Estoy empezando a desarrollar la teoría de que agarra una enfermedad diferente los domingos y los días lluviosos, y como hoy se juntaron las dos cosas, creo que ha desarrollado los síntomas que mejor se adaptan a la escena.
Todos dicen que mira mucho a Greta y que la mira bien, pero no cruza con ella más que frases asépticas. Aunque en tema de faldas siempre fue un poquito disperso , ahora está intentando no dormir en la misma semana con más de tres mujeres distintas y creo que antes del martes habrá superado el cupo (si consideramos las siestas). Seguirá mirando a Greta, eso sí, pero no sin haber seducido a todas las chicas , casadas y solteras, de la editorial - de las que un porcentaje nada despreciable conocerá el mejor sitio de su habitación- y sus formidable teoría acerca de la “mejor opción” , que justamente es la disertación favorita de Bruno con la que además , siempre termina (inevitablemente) viéndose a si mismo como una suerte de Jude Law en el remake de Alfie.
Bruno , a todos los efectos, es la alegría de la casa, una confortable vivienda en el centro de Breda escogida por su antiguo mentor para que pudiera escribir tranquilo la última entrega de una novela que habla de un trotamundos moderno que recorre Europa en busca de ciudades de las que enamorarse. Todo el mundo sabe que es su novela más autobiografica, por eso Bruno no renuncia a alimentar esa imagen de tipo desenfadado y urbanita que sabe apreciar un buen paisaje o un buen cuadro, conocedor de las corrientes artísticas más arriesgadas y de la arquitectura de Rotterdam. Cosmopolita y sensible, se queda con lo mejor de cada cosa, aunque para escribir prefiere la tranquilidad y ambientarse en los mismos lugares que habitan sus personajes. Esa es la razón , y no otra, que le llevó a instalarse cuatro semanas en una residencia de ancianos , dos meses en un orfanato , cinco noches debajo de un puente (compartiendo una cama de periódicos con yonkis y putas) y cincuenta y ocho días en una granja, experiencia de la que guarda como muestra más gráfica y palpable de su implicación una cabra macho que domesticó (después de leer de nuevo “El principito”) y con la que comparte vivienda, paseos y esos caramelos de marihuana que compra todos los Viernes en el mercado de Amsterdam en paquetitos de doce (seis para el, y seis para Ernesto la cabra) que se racionarán a razón de uno por día de manera rigurosa.
Amigo de escribir acerca de su vida y su proceder en un cuadernito de notas, según sea el estado de animo, lo hará en primera persona o en tercera (como el caso que nos ocupa) e intercalará comentarios aparentemente dispares e inconexos. Dará a entender que un observador externo es quien relata los acontecimientos al tiempo que toma notas mentales del tipo “vaciar estilográfica para llevar siempre encima como excusa para no tener que firmar autógrafos en los aviones “ y si el asunto a recordar es considerado importante , lo apuntará en su agenda electrónica al lado de su lista de tareas pendientes organizadas por prioridades , entre las que se encuentran amonestar verbalmente a la última señora de la limpieza que organizó inadecuadamente su colección de mandos a distancia y comprar las entradas para el concierto de Elvis Costello en Paradise (una de las muchas iglesias de Amsterdam habilitadas como salas de conciertos y que por otra parte, resulta ser la única que visita). Al menos el Domingo ha sido productivo y Bruno se cepilla los dientes con la firme resolución de llamar a Greta al día siguiente y rechazar amablemente la invitación a cenar juntos con una excusa aún por determinar, aunque definitivamente, el verdadero motivo sea que él ya no se encuentra cómodo entre cuerpos extraños y cada vez piensa más en Greta, en su aleteo de libélula y su luz de luciérnaga que prende en su pensamiento el final del Domingo lluvioso que , después de todo , no ha estado tan mal.

Texto agregado el 25-01-2005, y leído por 111 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
26-01-2005 Tus reiteradas referencias al Domingo han despertado mi curiosidad.Buscaré en ese puzzle tuyo para seguir leyendo. Me ha encantado entrelineas
 
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