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Enigma, buenos días. Disculpe si no la conozco y me atrevo a hablarle, pero voy a osar pedirle un favor, tal vez inmenso, podría usted hablar conmigo cinco minutos?, es que me resulta tremendamente hermosa, y saría peor saber que ni siquiera hice el intento.
Enigma, lamento si la estoy molestando, de ser así por favor envíeme una señal antes de que se canse y se valla volando por la ventana del colectivo –esto lo digo porque usted perece una mariposa–.

Enigma, sucede que aún no conozco el significado de su silencio, y no sé si quiere que me calle, o por el contrario, se está sintiendo plenamente conmovida...

Enigma, quedan tan sólo tres minutos para bajarme del colectivo, y parece que usted ni siquiera me escucha, no se ofenda por mi pregunta, ¿es usted sorda?

Bueno, con esa mirada tan fulminante está claro que no lo es, pero dígame, está molesta?

Apuesto a que sintió por lo menos la mitad de lo que yo sentí cuando estrelló su mirada relámpago con mi tormenta visual.

Enigma, quedan sólo treinta segundos (pucha, cómo corren los colectivos) y aún insisto en crear con usted un puente, pero recuerde que los puentes son la unión entre dos extremos, y en este caso usted quiere ser más bien abismo...

Me llamo Albeiro, nombre poco sensual, lo sé, pero no estamos para sensualidades, con la suya es más que suficiente... trabajo haciendo retratos y ésta cicatríz me la hice a los cinco...

Y bueno enigma, creo que todo está bastante claro, sólo me resta despedirme y llevarme este temblorcito en la parte baja del ojo izquierdo... pero, me da la mano?
Está bien está bien, no lo haga, por lo pronto, chau.

Albeiro caminó así dos minutos, quince metros, veinticiete minutos, toda una tarde, se sentó en el parque de los enamorados, bajo el roble más viejo, por lo tanto más sabio, preparó la punta de todos sus lápices (en realidad eran sólo dos, pero él los llamaba todos sus lápices), alistó el papel y se dispuso a pintar una mariposa que tenía al frente...
Luego escuchó una voz, no sólo una voz, Ésa voz, que le decía suavemente detrás del oído:
- podes pintarme en un mundo de mariposas?
Él paralizado, apretando todos los lápices más fuerte que nunca, sólo atinó decir:
-Bueno, tardaré sólo cinco minutos.

Texto agregado el 08-11-2002, y leído por 824 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
09-09-2008 "UN MUNDO DE MARIPOSAS" SERIA ALGO MARAVILLOSO, UN PLACER LEER ESTE CUENTO UNO DE MIS FAVORITOS... UN BESO POR SIEMPRE. 202
15-01-2003 Delicado como el vuelo de una mariposa.Sublime. lilith
15-01-2003 Excelente utilizacion de tus cinco minutos!!! Me ha gustado. williemay
09-11-2002 Tu relato es como una ráfaga de aire puro ... Porque además de lindo es refrescante. Lhuna
08-11-2002 Superbueno, creo que me identifique con el nudo en la garganta que dura uno pensando que podria decirle a una desconocida en cinco minutos. ELKIN
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