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A cinco cuadras, el Edén.

Dos o más horas lo tenían sentado a la mesa pegada al ventanal del café “Los Amigos”. Esa tarde- terminándose despacio- era una cortina pegajosa que caía sin parar.
-Una flor, Señor?-
-No, piba- respondió seco y con la mirada puesta en la calle mientras la pequeña pobreza se dirigía a la mesa de al lado. Un vaso con poca agua, el Express frío a medio beber y unos cuantos sobrecitos de azúcar prolijamente cortados por la línea punteada lo acompañaban.
Indeciso, sosteniéndose la cabeza con la vista del tránsito, sacó otro cigarrillo- el último- y le dio fuego. Santiago era un tipo callado y pensativo, siempre rumiando cosas de las que ni siquiera su mujer o Luis, el mejor amigo desde la infancia, podían descifrar.
Le dio vueltas al café negruzco (el cuarto que le sumaba a la acidez) mientras alternaba con cuentas infinitas que nunca alcanzaban a cubrir la deuda. Hacía como unas tres cuotas y un aviso legal que el sueño lo abandonaba para expulsarlo por las mañanas a la oficina con las ojeras cortándole las mejillas. La nena hacía tiempo que no compraba cuadernos y demás útiles para la escuela y la cooperadora iba ocupando los deberes de padre. Los tíos afanosos de cariño de familia unida, le regalaban a su hija bombachitas y soquetes y las primas mayores pasaban sus ropas planchadas, con algún botón de menos, pero que todavía podían usarse. A menudo, Adela canturreaba una especie de bolero tedioso que se titulaba “Yo te lo dije”, coronando los almuerzos y las cenas…y en oportunidades también el desayuno que la sorprendía despierta para desgracia del hombre.
-Otro mozo, pero cortado por favor.-
Sacudió el paquete e hizo del Jockey un bollo, los autos atascados esperando la luz verde despedían señales de humo vaporoso mientras la tormenta castigaba a los sin paraguas.
-Clarín!!! Claríiiiiin!!!!!...gritaba a viva voz el canillita cubierto con una improvisada capa de bolsa de consorcio.
-Porque mierda no te callás- pensó, en el espacio libre que le dejaba esa idea perseverante.
Lucía, seguramente, estaba cebándole unos amargos al viejo antes de cenar. Papá no podía resignar esas manías aperitivas previo ahogarse de fideos con manteca y queso, mucho queso. El padre de Santiago cumplía con esos rituales “que te da la vida” consistentes en vasos de leche tibia para dormir, té de tilo si estás nervioso y yuyos de las sierras cordobesas para bajar la grasa del asado dominguero desbordado de risas y pastafrola para los nietos.
Los cristales dulces esparcidos sobre la superficie, eran alineados con minuciosidad por un escarbadientes señalando así la dirección de los pensamientos: …a dos cuadras del bar doblando a la izquierda y tres más por la vereda de los pares, justo en la esquina está la ferretería del Tano que acostumbra bajar la persiana después que el resto…, porque decía el inmigrante ganarse la mejor venta: la de los rezagados. Bueno, había venido para “hacerse la América”, Ché!
El bolsillo del saco hacía bulto en un costado y él se lo tocaba a cada rato como a quien le duele el hígado; a veces cruzaba las piernas para que ese relieve tuviera alguna caída que la tela barata no podía por si sola. Ese peso parecía un montón de chupetines mal acomodado.
-Aproveche Señor, es la última que me queda…para su novia o su esposa…- dijo con cara de laucha. La miró a los ojitos y pensando en Milagros, sacó la moneda del otro bolsillo. Qué vida perra, carajo! - Cabeceando entre los hombros musitó y el cortado sin tocar y todo frío.
Con los ojos cerrados planeaba el recorrido: …en frente para el 75 pero tomo el 20 a la vuelta, a mitad de cuadra donde están “esos”, fumando como si esperaran el bondi… El barrio era conocido y “esos” con certeza lo ayudarían a la hora de disimular. Con suerte tomaría un taxi pero desestimó la ocurrencia, llovía.
La cavilación era insoportable
La mesa se había agrandado casi a la dimensión del ventanal con letras firuleteadas del ñaupa cuando los vio: Adela y Milagros, Mamá y el mate para el viejo, el gerente del Banco y la Vida que lo parió, todos aguardando la decisión.
Se bebió de un trago el cortado vomitivo y manoteó por última vez la joroba sólida. Arrastró la silla hacia atrás, caminó unos pasos y empujó la puerta vaivén. Ya afuera y de espaldas a “Los Amigos” enfiló por la vereda sin importarle el agua en los zapatos. Por delante, la ferretería del Tano y la llovizna que no dejaba un alma sin mojar.

Texto agregado el 15-07-2003, y leído por 212 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
22-09-2003 "de que aquello en su bolsillo ES...." tylerfenix
22-09-2003 Puede que peque de apresurado pero al llegar al punto final ,no me quedan dudas,de que aquello en su bolsillo en algún adminículo para borrarse...pero en fin,eso no debe ser lo más importante..o si?.Me gusto Ave ,como casi todo lo tuyo." yo te lo dije"..que ibas a salir bueno...it´s a joke. tylerfenix
15-07-2003 Está muy bueno, lo que no entendí fue el bulto que tenía en el bolsillo, ¿era un revolver para matarse...?, pero me gustó igual, un beso, Ana C. AnaCecilia
 
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