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Lo compartían todo, desde el cepillo de dientes hasta la dirección mail. Eso suponía que entre ellos no había secreto que ocultar, ni desde la más incipiente caries hasta el fantasma de un posible tercero que se interpusiera entre ellos. Eso hacía feliz a Gladys pero no así a su esposo Nicolás, quien muy pronto comprendió que su espacio había sido invadido del todo por aquella que decía amarlo con locura y que expresaba que lo único que deseaba era que, de fallecer uno de los esposos, al otro lo sepultasen en el mismo sarcófago.
-¡Noo!-bramó Nicolás, no muy seguro de estar ocupando sus propias palabras. ¡Esto ya me tiene harto! Ella es una especie de lapa que se pega a mi epidermis y me corta el resuello con sus impertinencias. ¡Ya no puedo más! ¡Ya no puedo más!
-¿Pero de que te preocupas? Peor sería que no te tomase en cuenta- le comentó Arturo, su compañero, sonriendo con cierto cinismo en su mirada.
-Me gustaría que estuvieras un sólo día en mi pellejo- le respondió airado Nicolás, no muy seguro que el énfasis puesto en su contestación fuese genuino de su personalidad o algún elemento tomado prestado a su mujer.
-Te quejas de satisfecho. Ya quisiera yo una hembra posesiva que me acosara con sus caricias y desvelos…
-Claro. Y que usara tu ropa, tus perfumes y revisara tus correos para ver en que pasos andas. ¡No sabes lo que estás diciendo!

No, en realidad Arturo no sabía que ella vigilaba a su esposo con ojos escudriñadores, cuando le besaba, trataba de analizar sus sabores para descartar la posibilidad que otros labios se hubiesen posado sobre lo que ella consideraba de su legítima propiedad.

-Realicemos lo que parece imposible, mi amor- le dijo Gladys, arrimada a su cuerpo, sofocándolo de tal modo que Nicolás se levantó bruscamente y buscó un poco de aire junto a la ventana. Allá llegó su esposa con una copa de vino repleta hasta los bordes.
-Mi amor. Demostrémonos que somos uno. Bebámonos esta copa ambos al mismo tiempo.
Nicolás alzó sus ojos al cielo como tratando de buscar una explicación a tamaña sandez.
-Perdona querida. Tienes que comprender que no somos acróbatas. ¿Cómo diablos crees tú que nos vamos a beber esa copa ambos al mismo tiempo?
-Mira, no es tan difícil, primero bebemos ambos hasta que el vino no pueda ser aspirado por nuestros labios. Entonces, tú te subes a esa silla sin despegar tu boca de la copa, esta se inclina y de ese modo el vino llega a mis labios, después, yo me subo a esa silla y hago lo mismo, de tal modo que…
-¿Y por qué diablos no voy a ese mueble, saco otra copa y ambos brindamos como lo hace la mayoría de la gente?- vociferó ya fuera de sí, el esposo.
-¿Quieres saberlo?-chilló a su vez la mujer.- Porque nosotros no somos la mayoría. Nosotros somos uno. Parece que eso se te ha olvidado en estos días.
-No mi amor, no se me olvida que te amo. Pero ¿quieres que te sea sincero? ¡Esto ya me está ahogando! Necesito caminar, respirar y no sentirte a cada instante tan apegada a mí, como si temieras que si no lo haces, nuestro amor se fuese a diluir.
La mujer se levantó bruscamente, se dirigió a su dormitorio, abrió la puerta y la cerró de un portazo detrás de ella. Luego, un desgarrador concierto de sollozos, fue la música de fondo para ese hombre desconcertado.

Días después, mientras Nicolás conversaba por chat con alguien, apareció su mujer y se sentó a su lado, vistiendo una de las camisas predilectas de su esposo.
-¿Con quien conversas?- preguntó con voz conciliadora. Nicolás le contestó de mala gana que lo hacía con una amiga de la universidad.
-Para ella tienes tiempo. No reclamas por tu espacio ni porque no te deja respirar.
-Ella es felizmente casada. Tiene una familia maravillosa. Sólo hacemos recuerdos de aquella linda época.
-Claro.
-¿No me crees? Por favor, déjame tranquilo unos momentos.
-Quizás que cosas le dices cuando no estoy. No, no te dejo, mi sitio es este, muy junto a ti.
Y se quedó apegada junto a Nicolás, quien, muy molesto, cortó la comunicación y salió furibundo de casa.

-¿Qué significa esto?
-¿Qué cosa? ¡Ah! Mi nuevo cepillo de dientes.
-¿Ya no me quieres?
- Ay mujer. Te amo, eso bien lo sabes. Me compré un cepillo porque es antihigiénico que utilicemos el mismo para los dos.
-¡Me tienes asco! ¡Ay Dios!
-No es asco, es sanidad.
-Así le dicen ahora.

Esa tarde, estando sola en casa, Gladys encendió el computador y abrió el correo que compartía con su esposo. Sabía que ese día Nicolás estaría en terreno, por lo que urdió lo siguiente: Pinchó el nick Secreta Soledad que pertenecía a la ex compañera de universidad de su marido, quien se encontraba en línea en ese momento.
-“Hola linda”- escribió con dedos ligeros.
-“Hola”-se dibujó en el cuadro de texto.
-“¿Quieres creer que me he pasado la noche en vela?”
-“¿Si? ¿Y por qué? Tienes algún problema?”
-“Si”-digitó veloz Gladys-“El problema es que tú me quitas el sueño”. La mujer achinó sus ojos sonriendo interiormente. La respuesta que aparecería pronto, le despejaría todas las dudas. Leyó con ansiedad el texto que indicaba que Secreta Soledad estaba escribiendo un mensaje.
-“Tú estás loco”- respondió la mujer al cabo de unos escasos segundos.
-“Loco por ti”- contestó y una amplia sonrisa se dibujó cruel en sus labios encarnados.
La respuesta fue concluyente: -“Tengo que hacer algo. Más tarde hablamos.” Y la mujer se desconectó, dejando a Gladys sumida en la peor de las dudas.

Un rato después, Gladys volvió a la carga. Visualizó que la mujer estaba en línea y prosiguió con sus acosos. Al final de la tarde, consiguió lo que quería. Secreta Soledad le respondió con algunos piropos y aceptó por último reunirse aquella misma noche con quien creía que era Nicolás, en el Restaurante Los Enamorados.
Ahora sabría la zorra con quien se estaba involucrando. Le sacaría los ojos, le magullaría ese cínico rostro para que supiera que con ella no se jugaba. Se reía a carcajadas producto de los nervios, de la expectación, de la rabia y gozaba sintiendo como la química de su cuerpo se convulsionaba con aquellos malsanos humores..

El Restaurante Los Enamorados era un discreto lugar alejado del tráfago de la ciudad. Gladys descendió del taxi y contempló a la distancia el letrero rojo con letras blancas. Hacia allá encaminó sus pasos. Se suponía que Secreta Soledad aguardaría en la última
mesa a la izquierda. Atisbó a través de los visillos pero el lugar estaba vacío.
Nicolás entretanto, llegó a su casa y al no encontrarse con su mujer, encendió la TV y contempló entre bostezos un aburrido programa de variedades. Más tarde, encendió su computador y se conectó con el chat. Allí estaba Secreta Soledad en línea. Conversaron largo rato.
-“¿Ycomo está tu marido?”- preguntó Nicolás.
-“No sé. Dejó una nota anunciandome que hoy regresaría tarde”

Gladys, aún en la puerta del Restaurante Los Enamorados, esperaba con ansiedad que cierta mujer ocupara la mesa del fondo. Acodado en el bar, un hombre aguardaba que otro hombre se sentara a la misma mesa…









Texto agregado el 20-01-2005, y leído por 530 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
15-02-2005 ¿posesivos? Noooo.... Muy bien lograda esta historia amigo... Mis estrellas. tobegio
21-01-2005 Como todo lo tuyo, excelente, me encantó el tema, por un lado el ahogo provocado por una relación posesiva y por otro lado la desconfianza que despierta en distintas personas el chateo de sus parejas por internet. Mis estrellas para vos. Magda gmmagdalena
21-01-2005 Bien logrado. Placer leerle como siempre. gracias por compartirlo hache
20-01-2005 en ocasiones nuestros temores nos permiten ver fantasmas, donde nadie a muerto aún. y vivimos una paradoja. cuento sobre lo basico orientador
20-01-2005 esto es genial, sin duda alguna le has dado un giro fenomenal al final, me alegró el día leerlo*****para este polifacético escritor india
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