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Inicio / Cuenteros Locales / rodolfo_gc_pitti / Relato triste #1

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Muchas mañanas, tardes y noches se le iban las horas pasando por aquella panadería. El olor del pan recién horneado le gustaba. No importa su nombre, ¿para que sirve? Ya se olvidaron de el. No hay quien lo busque... Era muy pobre, tan pobre que no había quien notase su mísera y sórdida pobreza. Tenía pobreza en sus bolsillos y aveces esta se colaba dentro de su alma. Su mujer lo había dejado por otro. No importa quien fuese; solo otro. Lo dejo con un vacío en el alma y una niña enfermita. Esa niña era su adoración. Ella aveces le preguntaba como era la ciudad. Que había en ella. ¿Porqué no tenemos dinero? ¿Porqué estaba enfermita? ¿Porqué su mamá no estaba con ellos? ¿Porqué le dolía el cuerpo y el corazón? ¿Porqué? Él intentaba darle respuestas pero muchas veces la distraía y la hacía reir. Esa situación era un infierno. El hambre no lo dejaba en paz. No tenía trabajo, no tenía dinero, no tenía paz y la poca felicidad que tenía se le estaba yendo. Su hogar, unas grandes cajas de cartón que una compañía tiro en ese lúgubre callejón. Quien sabe que eran esas cosas que habrán estado empacadas ahí pero una cosa era segura, estaban enormes y sus cajas hacían un buen "hogar". Llevaba tiempo la niña postrada en una cama improvisada de periodicos. El dolor de ella era tan suyo. Nadie lo quería para trabajo alguno. Que podía hacer él. No tenía lo indispensable. Las mismas viejas prendas adornadas con un rostro triste. La paciencia se iba poco a poco, la desesperación entraba en escena.

Siempre salía a pedir un poco de dinero ó algo para comer. Nunca le había gustado hacerlo pero la necesidad lo orilló a eso. Su hija sé estaba muriendo y, el no podía evitarlo. Pronto vendría su cumpleaños y tenía que darle algo, talvez esa rebanada de pastel que ella tanto añoraba. A veces soltaba su llanto frente a una parada de camiones. Y la gente que lo veía ahí solo le ignoraban o apresuraban el paso como muchas veces lo habían hecho. Pasaban a su lado y les repugnaba verlo. Odiaban ser contagiados por semejante pesar. Ganaban mas atención los anuncios de cigarrillos o bebidas ahí cerca que su triste figura. Sus llantos y quejidos de angustia y dolor muchas veces fueron apagados por el ruido de los motores que circulaban cerca y las cornetas impertinentes. No entendía porque Dios le había dado esa vida. No entendía porque tenía que ser así. ¿Porque el dinero? ¿Porque sufrir? ¿Porque ella, y no él? Solamente... ¿Porque?

El nunca robo ni pensaba hacerlo. Se acercaba el cumpleaños de ella. Odiaba dejarla sola. Pero no tenía a nadie con quien dejarla y el solo buscaba algo mejor dentro de los contenedores de basura, calles llenas de hogares felices, los lotes baldíos, las grandes avenidas, húmedas arboledas, escuelas con niños sanos, los viejos edificios e iglesias carentes de compasión. Una vez fue a un hospital debido a que la niña tuvo una crisis y solo recibió un escupitajo en la cara acompañado de una mentada de madre. Estaba cansado de buscar y no encontrar. De ser castigado e ignorado. El solamente quería un pequeño pastel para la niña, solamente un pedacito. ¿Era mucho pedir? De pronto a lo lejos vislumbró a un cartero bajar de una bicicleta. Ahí estaba su oportunidad; mientras el cartero entregase las cartas, él podría tomar la bicicleta y huir. No fue un gran trabajo. No hubo contratiempos. Solamente la tomo, huyo mientras musitaba un "lo siento"...

Seis cuadras adelante detuvo su presurosa carrera, no creía que pudiesen ya seguirlo. Se limpio un poco el sudor de la frente con su vieja playera tan llena a esencia de melancolía. Que pesar. Salió con rumbo para la avenida que lo llevaría rumbo a esa panadería. Pensaba dejar la bicicleta empeñada por un poco de pan y esa rebanada de pastel que ella deseaba. Era un ángel de niña. Él merecía todos esos tormentos, toda esa miseria, toda esa angustia, no la niña... "Maldita puta mierda de vida" decía en sus adentros. Observo fijamente al empleado y encaminó sus pasos hacia él.

-Buenas tardes señor, discúlpeme pero no puede entrar aca con esa bicicleta.
-Perdone usted señor. Mire, no tengo nada de dinero. Quisiera que me aceptase esto por algo de pan y un poco de pastel, una rebanada sería suficiente.
-No creo poder hacerlo.
-¡Por favor! Usted no sabe cuanto necesito de ello. Mi hija esta muy enferma y...
-¿Y?
-Antes que ella muera solo quiero darle algo para su cumpleaños, algo para hacerla feliz... Espero se tenga usted compasión y pueda ayudar, se lo pido con todo mi corazón... Lagrimas surcaban su rostro y la voz se le quebraba. Lo doblaba.
-De seguro te robaste la bicicleta, ¿verdad? Yo te he visto por acá merodeando. Ensucias el cristal con tus manos todas sucias y grasosas. Pegas tu rostro ahí y me espantas a los clientes con esa presencia... ¡Qué va! Luego querras venir a cada rato con una nueva historia, lo siento.
-Pero... no es así, usted no entiende.. Por amor de Dios, ayúdeme. No creo usted llegue a estar en mi lugar pero por todo lo que más quiera, ayúdeme...
-Lo siento, retirese. No quiero verme en la necesidad de llamar a la policía. Estoy muy ocupado.

El empleado parece coger el teléfono. Teme que llame a la policía. Desesperación. El se quedo dólido, pasmado, despreciado. ¿Cómo le hacían eso? ¿Es qúe no poseían alma alguna? Una gran rabia corrió por todas sus venas; su corazón se había vuelto negro. Negro como todos ellos. Cogió una bandeja para el pan y con ella golpeo y golpeo. Lo golpeo y golpeo y solo lo golpeo. Rojo. La sangre empezo a correr. El miedo hizo presa de el. La respiración se agito. El sudor emano de los poros. Pánico. Tomo el poco dinero que había en la caja, algo de pan y dos rebanadas de un pastel de bodas. Veía como la gente se detenía y lo observaba con horror. Rápido abordo la bicicleta y empiezo a huir de todo y de todos. Al fondo se oían gritos, llantos e insultos. Siguió pedaleando. Él Pedaleo como si fuese una carrera contra la muerte...

En una esquina no observo aquel camión de basura que venía doblando. Voló por los aires. El pan y es pastel quedaron por ahí. Su cuerpo yacía tirado cerca de un puesto de revistas. Sesos regados. Sangre. Huesos rotos. Sangre. En su mente el recuerdo de ella. Sus lagrimas brotaron y limpiaron algo de sangre en su rostro demacrado. No entendía que estaba pasando. ¿Porque Dios? Sé estaba muriendo y solamente podía pensar en su hija. Su hijita enferma y sola. El solo quiso un regalo para ella, solamente eso. ¿Era mucho pedir? Se le cerraron los ojos, intento decir algo pero no pudo. Quería decir el nombre de ella. Ahora solo espera verla allá en las estrellas, que siempre los acompañaban en esas noches solitarias. Ellas llevaban su dolor tan distante y callado. Su cuerpo es bañado por una lluvia de flashes y clicks. Una orquesta de sirenas y de motores llena el lugar. Morbo. Murmullos y vociferaciones de siempre. Uno más que ha sido tragado por un sistema inútil y voraz. Uno más...

Texto agregado el 15-01-2005, y leído por 402 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
16-01-2005 porque encabronarnos por cosas tan pendejas como un amor perdido, un trabajo mal pagado o una simple mala cara en el super mercado, alla afuera hay deveras cosas indignantes y deprimentes, excelente cuento muchacho. lunishka
15-01-2005 Estos pseudo intelectuales que transitan en esta página, y que creen tener la neta del planeta en cuanto a rollos literarios, se siguen de largo ante cuentos como este, por abordar un tema ya muy abordado, la pobreza extrema. Bueno, es que como carajos evitar escribir al respecto si por todas partes nos llega el eco y hay quienes no podemos quedarnos impavidos ante eso?. Bueno, señores pseudo intelectuales de mierda, sigan buscando esa literatura tan redundante que cuenta viajes astrales, yo por lo menos, me quedo con grandes cuentos como este. !Muy bueno!.Un saludo y mis estrellas. the_man_who
 
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