TU COMUNIDAD DE CUENTOS EN INTERNET
Noticias Foro Mesa Azul

Inicio / Cuenteros Locales / PsychoKid / Un café

[C:79039]

Pablo escribe sus tristes historias en cartas que nunca enviará a su destinatario, con el fin de contarle a alguien los problemas que no se atreve a pronunciar a la cara de la gente que sabe que le puede ayudar. Son muchos y sólo uno los problemas que recorren su cabeza, pero esa tarde decide cambiar su tristeza, ahogando sus penas en la soledad.

Sus amigos le invitan a acudir con ellos a esos abarrotados locales donde adolescentes engominados palian sus ansias sexuales mirando las provocadoras minifaldas de las mujeres, besando a cualquier desconocida que se presente agitando sus caderas en el centro de la sala. Él se niega, dice irse a casa por el agotamiento que le produce su rutina diaria, y le duele decirles esto, pues es toda una mentira que ha logrado pronunciar con el único fin de borrar sus penas en solitario, de no sentirse de nuevo aislado.

Dirigiendo sus piernas hacia el frente, recorre las estrechas calles cubiertas por la niebla y empapadas por la lluvia que aquella tarde se acurrucó en las aceras, y que ahora refleja las débiles luces de las farolas. No sabe muy bien a donde ir, así que el primer lugar que atisba es aquel en el que decide penetrar. Oscuro, cargado, con la música a un nivel suficiente como para oír y no oír, se dirige a la barra donde le espera el camarero dispuesto a proveerle de cualquier líquido capaz de convertirle en una persona sin preocupaciones. En la esquina, un hombre y una mujer entrecruzan sus extremidades y retuercen sus lenguas, que juguetean con la saliva que golpea las encías, como si se tratasen de olas arrastradas hasta el rompeolas. En una mesa dos mujeres y un hombre conversan mientras soñolientos ríen con frases sin sentido surgidas de los rituales de evasión que les produce el humo, de dulce aroma a tabaco.

Varios tragos de whisky son suficientes para que Pablo olvide su vida por un instante, y suficientes para que pierda esa timidez que en algunos momentos le juega malas pasadas. Acunado por el ritmo de calmadas guitarras, Pablo se dirige a la mesa donde aquellas tres personas ríen y cantan con el humo como corista; les pide tan solo una calada, pero ellos enseguida le invitan a unirse con ellos a captar los aromas y sensaciones producidos por las drogas. Las mezclas de alcohol y droga desinhiben a los cuatro comensales, que ahora hablan sin importarles nada de lo que puedan decir. Nadie se presenta, Pablo no sabe como se llaman sus compañeros de mesa, ni sus compañeros de mesa como se llama Pablo, pero eso no le importa, y no le impide contar hasta el último de sus secretos.

Las horas pasan y las tenues luces del bar invitan con sensualidad a los jóvenes a probar los secretos que sus cuerpos pueden hacerles encontrar. Hacen mella las sustancias ingeridas en las mentes de los hombres, y son estos precisamente los que comienzan con los juegos, con los duelos, siendo sus lenguas las espadas que se enlazan ante la expectación de los dientes, que de vez en cuando se suman a la pasión llamando la atención a los labios con pequeños mordiscos. No tardan en moverse sus bocas y visitar sendos cuellos, que al roce de los labios son avisados por la piel de que hay más sitios que también quieren probar. Siguiendo las peticiones que sus cuerpos suplican, salen del local estos dos hombres tambaleándose por las calles y buscando el portal que conduzca a la cama del hombre que Pablo ha aceptado besar.


A duras penas abren la puerta con las doradas llaves que el desconocido portaba en sus vaqueros. Rápidamente se despojan de sus ropas y contrastando los colores de sus pieles, una bronceada y la otra pálida, comienzan a recorrer sin temor todos los recovecos de su anatomía. Pablo siente escalofríos cuando descubre que ese chico, que pese a desconocer su nombre le llama Javier, besa la base sobre la que se asienta su virilidad. No tarda en ascender, llegando al punto más alto habiendo sido guiado por las venas que rebosantes de sangre, hacen más elevada la cumbre de los placeres. Y retorciéndose de excitación, explorando oscuros recovecos, se funden en besos y abrazos que retienen con fuerza el dolor del placer causado tras la perturbación de lugares nunca antes visitados. Pasando los minutos son descubiertos placeres jamás imaginados, fundidos entre el salado sudor y bañados por cálida espuma de mar que se acumula en sus ombligos como si de océanos se tratara, que tras ser formados agotan fuerzas y adormecen los párpados de los dos amantes, que se deslizan entre las sábanas que ahora intentan cubrir sus cuerpos etílicos.

Tras horas de sueño, los dulces suspiros de su amante despiertan a Pablo, y mirando a su alrededor observa junto a él al hombre que aquella noche consiguió dormirle con el agotamiento que siente un cuerpo tras someterse a una tortura de placer. Mirando el cuerpo desnudo, Pablo decide tomar un café.

Texto agregado el 12-01-2005, y leído por 156 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
27-01-2005 Muy bueno, mein freund; me gustó, en serio... No importa que digan los demás, créeme carajos! :P Me se fue Todd_Anderson
15-01-2005 En las descripciones me das miedo. Betteli
12-01-2005 La narración es muy buena, pero al no ser un cuento se pierde la historia es una anécdota de diario. alcestes
12-01-2005 Inquietante y sensual relato. El final es genial. KaLyA
 
Para escribir comentarios debes ingresar a la Comunidad: Login


[ Privacidad | Términos y Condiciones | Reglamento | Contacto | Equipo | Preguntas Frecuentes | Haz tu aporte! ]