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Dame esas imágenes mías; aquellas que se ven contaminadas con la peste de aquel tercero que aparece en la fotografía; resuella y desfigura el grado de depresión que convertirá tu voz en un sonido que perturbe mis entrañas; como animal en celo espero que lo sepa, que lo huela entre las llagas de mugre que cubren el casco de vidrio soplado que encamina al olvido,
al suicidio.

Inserta una moneda más,
gira la perilla hasta que los cuadros dejan de moverse;
una imagen que pesa,
una imagen del tamaño de un beso, espero lo sepa.

Los chillidos que se presentan en esta representación teatral del sexo insípido y desvalorizado son el combustible de las palabras que vuelan,
mirando el techo,
sintiendo el sudor ajeno
ahogando tus gritos,
matando augurios
gimiendo;
puta, puta vida. Los personajes no se conocen, son como espejos reflejando a otros espejos, el espacio se expande, se agranda; así que inserta otra moneda hasta que la película se haga una fotografía,
un retrato del tamaño de mi puño,
espero lo sepas.

Es tener hipo en el paraíso, celosamente perdido entre anhelos que construí,
que perdí con el sinsabor de mi saliva,
con lo común de lo terrenal,
mis besos son balas. Un membrete que ha de morir;
he mirado como te vendes una cosa más
a la par de la estadía incierta de tus actos,
siempre hay algo más,
una cosa más.
¿Porqué no te vendes otra vez?

Empujando al amante a amar a otro amante,
¿Te excita?,
¿Te provoca?,
Estoy muriendo de la ignorancia postrada en tus mantas de rabia,
de dolor,
de escozor,
de ningún perdón.

¿A quién jodes ahora?
Corto mis muñecas para firmar con sangre
¿y qué?; el agua se evapora; la sangre nunca se lava,
siempre se tiene,
siempre se siente entre las piernas, entre los dientes, desde el alma.
Y cuando no puedes competir, eliminas,
asesinas con tu ego,
pero calla, primero deberás tragarte mi orgullo,
movimientos pausados y cada vez más osados son los que marcan el plomo que tus ojos tienen, pero vengo por todos.

Le doy una importancia igual a cero a tu dignidad,
falsa musa de los sicarios que rodean tu fruto endemoniado y olvidado
por mí,
por todos los innombrables que se regocijan con las conquistas esparcidas por tierras de nadie,
por mieles de filo,
ansiosas de su perdón.

Veo melancólico las páginas de mí diario,
¿qué me impulsa a repetir los preludios de tanta peste?
¿Lo que causa mi risa es otro desastre?,
ese es el bastardo en mí.

Si vives de peste
abrirás tu propio camino fuera de esta,
porque la mugre me ha corroído,
me ha desnutrido en espíritu que elogiado de locura permanece,
subástese entre sombras del ayer;
mugre comes,
mierda eres.

¿Me estrangulé yo?
Adivina,
¿He muerto yo?
Adivina,
No me importa; mejor olvida.

Y soy como cualquier otro tipo,
muy tímido pero que vuela,
que alcanza y crea;
te marcaré y volveré,
reinare y me olvidaré.

Mi último beso fue una bala.

Texto agregado el 12-01-2005, y leído por 92 visitantes. (1 voto)


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