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-escrito por donut-

Saltábamos por sobre las estrellas, puestas en filita, una tras otra. Había campo y nubes de esas que se ven airosas y grisáceas y gigantes e inmensamente imaginativas que me enseñaste en uno de esos viajes al espacio sin tiempo. Tú llevabas puesta una polera negra, por sobre ella un chaleco azul, abotonado. Andabas con esa flauta e hilabas melodías de la nada, de esas que nacen en momentos no planeados. Yo estaba más allá, a un par de metros de ti, llevaba el pelo suelto y parecía una niña de siete años, me escondía entre los árboles, por debajo de las ramas, desde allí te observaba, mientras tomaba la tierra mojada por la lluvia de días anteriores, de la noche anterior. Tú me descubriste, intentaste acercarte. Entonces yo acudí nuevamente al barro, ese que tenía esparcido en la ropa, en la cara, en las piernas y en las manos. Cuando vi que estabas tan cerca de mí te lancé un poco. Y tú te reíste, yo pensé que te había gustado la idea, entonces lo hice de nuevo. A la tercera vez me empujaste, te apoderaste de mi barro y me lo tiraste de vuelta. Yo no podía parar de reír, miraba tu cara y reía. Tantas veces que se volvieron incontables. Cabeza enloquecida, pensando en quizás qué cosa.Tú comenzaste a alejarte del lugar, caminabas más adelante que yo. Hasta que te detuviste, me esperaste y me tomaste de la mano, enseñándome el camino que nos llevaría hasta una higuera, esa higuera que lo abarcaba todo, y que nos contempló desde que llegamos a ese valle solitario.
Yo comencé a enumerarte acontecimientos que, pensé, tendrías olvidados. Resultó ser al revés, tú recordabas nítidamente cada paso de este largo caminar. Al revés, como mirado desde el otro lado del espejo, te comentaba mientras me hablabas de cualquier cosa, de cualquiera, porque con nada era posible provocar el aburrimiento. Sólo que ahora no me encandila la luz, te dije. Nada puede encandilar en este lugar, repusiste. Desde este lugar escuchábamos a los pájaros cantar. Tú propusiste una salida con ellos, me fascinó la idea
No sé cómo llegamos a otro espacio, totalmente distinto, ya era de noche y estábamos juntos, recuerdas. Yo te abrazaba, tú también. Tú despejando, yo mirando. Pensando poco. Había olvidado el miedo del que te había hablado antes de salir. El magnetismo de un imán misterioso me atraía hacia embarcaciones alejadas de la costa. Fuimos escurriéndonos entre canales y fiordos y terminamos llegando a islas casi inhabitables, y digo casi porque contábamos con la presencia de los bicharracos adorables, fauna de esa del estilo del gato-laucha y cosas así. La propuesta de quedarse a vivir allí por tiempo indefinido más dos y medio sonaba demasiado tentativa, se escuchaba con tono novelesco, como de sueño

Texto agregado el 09-01-2005, y leído por 287 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
10-01-2005 Mmm...Precisamente eso me recuerda: un sueño... Uno de esos sueños absurdos que tenemos pero que nos hacen despertar sonrientes...Adieu. NemesisAmante
09-01-2005 un rollo que no lleva a ninguna parte un saludo.. kasiquenoquiero
 
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