Me da asco intervenir con mis palabras las cosas, quitarle a la huevá ternura y realidad. Y es que no son las palabras, sino eso de que la noche llega y no tiene nada que ver con la PALABRA “noche”, y el bar que se agolpa para lamer mis heridas y sorber mi sangre en sus copas mientras canto, y que no es la palabra “PÚBLICO” ni “BAR”. Es un asco. La mina que me mira, yo en el escenario: una, dos, diez canciones, cien y mi sangre que se saborean.
Yo la miro y miro a otro lado, me mira, sé que me mira mientras me bebo una cerveza y descanso: junto sangre para el próximo bloque. De pronto ese cruzarse de miradas y me guiña el ojo, ese ojo de puta.
“Nada tiene que ver la desesperación con la desesperación”, no cacha a Lihn. El bar arde.
Miedo.