Dick pretendía a todas luces hacerse con el poder de la palabra. Para ello leyó decenas de libros. Cuanto le gustaba leer! En la mayoría de los libros que adquiría en la biblioteca pública, Dick quedaba sumergido en todas las formas del saber, lo cual le hizo levitar en numerosas ocasiones. Al parecer la fuerza de su creatividad y las ansias de conocer que emitía el muchacho le proporcionaron la dosis exacta para adueñarse de las leyes de la gravedad.
La cual cosa no agradó en absoluto a su madre. Días después, Dick estableció sus propias reglas en la escuela donde todos los alumnos aceptaban sumisos cualquier orden que les fuese mandada. "Grandísimo!" se autoproclamó.
Aquella tarde, al regresar de la escuela, su madré le recibió de pie en el umbral de la puerta. Ésta le impuso sus nuevas normas, reduciendo las claras ideas del joven ídolo a poco más que palabras.

No todo fue decepción aquel día, pues emitieron sus dibujos favoritos por espacio de tres horas.

Lean las Voces en el salón