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Nunca más estuviste, desde aquel momento en que clavetearon tu cuerpo a esa urna ancestral, artificio de hechiceros, aves carroñeras jactanciosas que alardeaban de esta injuriosa separación. Te arrancaron de mis ojos sombreados de dudas, miles de preguntas moleculares que huyeron por las ventanas como pájaros en fuga hasta transfigurarse en un punto flamígero que se desvaneció en el ocaso.

Nunca más estuviste y sin embargo siempre te he sentido cerca de mis anhelos, tomando distancia entre las dudas que me asolan y dirigiendo mis sueños con tus dedos atmosféricos, acariciando infatigable mis cabellos cuando te recreo en mis paseos oníricos y me convenzo, con una certeza que linda en la locura, que nunca realmente te has apartado de mis linderos, madre de mi padre.

Incursioné demasiadas veces en aquellos panteones habitados por almas vivientes, son los barrios en los que tú y yo compaginamos nuestras vidas, allí me introduje en tus habitaciones crepusculares y tú invadiste mis sempiternas ilusiones, domesticamos con nuestras armas fugaces crueles y sanguinarios asesinos y tomamos de rehenes a las indescriptibles alimañas, aprendimos a volar y a entretejer pensamientos en una amalgama que quedó trenzada para siempre sobre aquellos parrones dorados. Fuimos cómplices, hermanos, amantes y piratas, despojamos de sus máscaras a esas señoras exiguas y a los impostores cotidianos que creían vendernos sus eternas falsedades. Fuimos, tú y yo, compinches acérrimos, discapacitados mentales que no entendíamos las rutinas de la calle, payasos intelectuales que nos devorábamos entre risas y manotazos cuanto mamotreto llegaba a nuestras manos.

Mema, desde siempre Mema, ahora y siempre, mujer manantial y polvo de huesos, de vez en cuando trepano la oquedad taciturna en que se alojan tus restos, para no darle tregua a esta compulsión que me susurra que, aunque nunca más estuviste a mi lado, ni nunca más dialogamos sobre esas interminables necedades, ni nunca más encaramamos nuestros desenfrenos a la grupa de aquel vertiginoso tiovivo construido por nuestras fantasías, siempre has estado, nunca me abandonaste, lograste desembarazarte de ese negro catafalco y eres la sombra de mi sombra hasta que la interminable noche nos iguale…









Texto agregado el 28-12-2004, y leído por 270 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
29-12-2004 Sin duda un gran amor, gestado entre vivencias comunes, que se prolonga más allá del corte de las relaciones materiales, que aguarda el momento del reencuentro, con las potencias libres y soberanas del espíritu. Hermoso y esperanzador. Un abrazo * neus_de_juan
 
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