Estábamos perdidos entre una corriente de palabras y miradas resentidas. Nos deseábamos la muerte. No había molestia con los espacios de silencio. Entre menos palabras, mejor. Pero ella insistía. Las palabras salían disparadas, parecía una escopeta tirándome a matar. Balas cargadas de recuerdos que se iban por todos lados. Me querían tirar... Pero ella ya no formaba parte de las cosas que me importaban y merecían mi cariño; se iba muriendo con el viento del norte; se le desgarraban las palabras. Se torcían, caían sobre mí. Me golpeaban pero no hacían mella en mi ya. La gravedad reclamaba sus lagrimas. Yo solo observaba silente. Callaba por la duda y talvez la insensibilidad. No niego, que sentía tristeza y lastima. Pero, yo no podía reparar esto ya. Entre los dos había algo de odio, coraje y apatía.

-Habla ¿ Porque no me dices algo? ¿Acaso, sientes algo?
-No, no siento nada. Me siento de acero... impenetrable, fíjate.
-¡¡¡Eres un tonto, un niño, he perdido el tiempo contigo. Un gran hijo de puta eso eres!!!
-Lo sé....
-¿Nunca me amaste verdad?
-Te quise... Intente amarte pero no pude llegar más lejos, tu me lo impediste y yo no insistí.
-Vete ya por favor... Solo, aléjate.
-Veo que no lo estas tomando muy bien, yo estoy sereno. No es necesario todo esto...
-¿Hablas de serenidad? ¿Acaso debo estar serena con esto? Vienes y me dices que esto se termino después de cuatro años.. ¡Cuatro años! Y no me has dado ni una razón valida. ¿Eres homosexual? Porque sé que no te pudiste haber liado con una mujer, tu y yo estábamos juntos... ¡juntos por Dios!
-¡Ja!
-¿Ja? ¿Eso contesta todo? Eres un perfecto cínico, un hipócrita de primera. Lamento él haberme enamorado de ti. Lamento conocerte. Lamento estar aquí parada hablando con un peñasco. ¡Lamento todo lo que tenga que ver contigo!
-Este... creo que me voy. Realmente no puedo decirte mis motivos. Discúlpame. "Lo siento mucho"
-¿Te vas ya? ¿Eso es todo entonces? Muy bien... No te mereces ni el adiós.

Ella se había quedado parada. Su mirada en ese momento era de las que aniquilaban emociones y sonrisas. Una mirada sepulcral. El silencio reinante permitía oír mi tropezado andar por la calle mojada. Hacía un frío terrible que llegaba al alma. Cada respiración eran cuchilladas al pecho. Seguí avanzando. No quería que me contagiasen sus lagrimas. Creo ahora ella podrá dormir en paz. Se acostumbro a dormir con las luces encendidas y todo por mí. No sé, pero le temo a la oscuridad. De niño intuía que un sin fin de seres malévolos, deformes, toscos y tan negros como esa oscuridad vendrían a mí. Ahora no. Camino y me adentro a las tinieblas. Evito las pocas luces disponibles. Poco a poco me dejo mezclar entre las sombras. Quiero que me devoren; me hagan uno con ellas. Una a una se posaban sobre mí, me absorbían y poco a poco ella, y yo nos perdíamos de vista y de vida.