Dicen que los milagros no existen, pero yo he sido testigo de que no es cierto. Quizá muchos piensen que al decir milagro exagero, y de una forma objetiva tal vez sea verdad. Pero dadas las circunstancias que me rodeaban, mi forma de ser y... él, lo es, créanme.

Imagínense por un momento a esos angelotes de los cuadros renacentistas, de rizos dorados, caritas blancas sonrojadas... un derroche de belleza exagerado. Pues yo me enamoré de uno de ellos.

El primer día que le vi estaba sentada en un banco de la facultad y, en el pasillo de enfrente estaba él. Había mucha gente a su alrededor y apenas se le podía ver. Pero no sé cómo lo hice que, en apenas unos segundos, me imaginé abrazándole y besándole en mitad de la gente y el ruido. Nunca me había ocurrido tal cosa y me asusté un poco de mis pensamientos. Las siguientes veces que me lo cruzaba tenía que bajar la mirada por miedo a que descubriera en mis ojos la desesperación que me poseía. Quería conocerle, necesitaba hablar con él, cerciorarme de que ese personaje estaba totalmente idealizado en mi mente y, que una vez hubiera sabido cómo era, esos deseos cesarían. Pero no llegaba la oportunidad.

Por aquellos meses (incluso años) me conformé con olerle al pasar casi rozándole y con conocer únicamente ese nombre que yo le había puesto, Querubín. Le veía reír, hablar con los compañeros y... parecía tan dulce, tan sencillo y tierno. Pero era consciente de que esos pensamientos eran fruto de mi enamoramiento, de verle como un verdadero ángel. Recuerdo que un día, yendo a la biblioteca, me tropecé con él. Nos quedamos callados, mirándonos a los ojos, ninguna disculpa... fue mágico sin duda, un gran día a mi modo de ver.

Hace un par de meses ocurrió el milagro. Comenzamos el curso y coincidimos en una asignatura. Me encontraba fuera de clase, esperando a que llegara la hora de entrada, apoyada en la barandilla del segundo piso. Llegó él y... habló conmigo. De lo que hablamos, ni importa ni me acuerdo apenas, sólo sé que pronunció mi nombre y que, a partir de ese momento las conversaciones eran diarias. No sé porqué vino, ni porqué conocía mi nombre pero... ocurrió, que es lo que importa.

A día de hoy mantenemos una recién estrenada relación de la que no puedo estar más orgullosa. Ha resultado ser incluso más perfecto de lo que yo me había imaginado, mi idealización se quedó corta. Es todo encanto, humor, alegría y bondad.

No sé si alguna vez han tenido un amor platónico que piensan inalcanzable. Pues mírenme, yo aún estoy en una nube y no me lo creo pero, pueden hacerse realidad los deseos que creemos más lejanos. Es cierto que no fui yo la que se movió para que se hiciera realidad, que fue él quien vino a mí pero, de una forma u otra, se cumplió. Espero que esto les motive y les dé ánimos para hacer lo que siempre han deseado y no se han atrevido. Igual es verdad eso de que no hay nada imposible y que todo está en nuestras manos.
Ya me contarán...