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A la temprana edad de 2 años, desarrolló un gusto especial por el arte, utilizando su orín para dibujar lo que más tarde se llamaría, castigo y golpes del padre. A los 6 años ingresa en la afamada clínica psiquiátrica, para chicos con desorden neurológicos, ubicada en el corazón del centro. Tan al centro que un cachito más al costado hubiese estado ubicado un cachito más al costado del centro. 12 años más tarde conoce la libertad por medio de su viejo y conocido amigo, El salto de reja. Escapando de esa manera de las garras del bien. O del mal, da lo mismo. Se realiza una liposucción con el fin de cambiar de imagen, a lo que según el carnicero que lo opera dice: tiene toques de Gardel, Leguizamón, un poco de Mirta Legrand, y unos chorizos colorados. Huye por años viviendo la peor parte de su vida en la calle, allí conoce a mucha gente con influencias, negativas por supuesto. Con lo que descubre el arte de mendigar. Este período comprende los momentos más desgarradores de su corta infancia. La droga y el alcohol lo sumergen en un submundo de más drogas y más alcohol. Intentando suicidarse por medio de una sobredosis de choripanes. Gracias a un rápido lavado de estómago logra salvar su vida; se le cuenta cerca de 27 choripanes ingeridos. Por lo que entra directamente en libro Guinnes de los records. La fama lo lleva a terminar inconsciente en el subsuelo de un burdel. Vomitado, sucio, maloliente y lejos, muy, muy lejos de casa. En ese instante decide emprender un Largo camino a casa, tiempo después resulta un fracaso de taquilla. La cual queda dos calles abajo, exactamente al lado de la zanja en Gutember y Campana. Al llegar retoma el interés por el arte, volviendo a mear en cada uno de los arbolitos de la cuadra. Los vecinos azorados comunican a la policía, trasladándonos dos horas después a la comisaría 45, donde la maldita frase “Al servicio de la comunidad” golpea fuertemente en su interior. Luego un juez sentenció a su favor condenando a los policías por brutalidad y maltrato. Según los expertos, la marca en su espalda tardaría años en cicatrizar. Pero aprende a vivir con ella, “al servicio de la comunidad” en el lomo de su espalda.
Recuerda el crudo invierno del 63 o del 64, no sabe bien, con una tristeza desgarradora para él, ya que pierde a uno de sus grandes amigos, el cartón que hacía las veces de casa. El frío intenso quiebra sus huesos, pero salva su vida gracias al meo. Orina sus manos una y otra vez, conservando el calor corporal. Jonathan moore, reconocido crítico y marchan de arte, lo descubre en uno de sus momentos de creación. Cuando las últimas gotas caen ya, llevándolo a la cima sin pedir permiso. Alguno de los más famosos críticos dijeron de él.

“No lo conozco”.
“Nunca vi nada igual. En realidad, nunca vi nada”.
“Si lo veo, llamo a la policía”.
Y algunos más audaces emitieron bonitos mensajes.

“¿Arte con orín humano? ¿Es qué el mundo está loco?”
“Si estuviese mirando un atardecer olvidaría haber visto alguna vez sus pinturas.”
“Un arte efímero.”
“Simboliza todo lo que llevamos dentro. ¡Maestro del pis!”
“Se me hace agua las manos.”

Cumple los 48 años encerrado en el baño de una confitería cerca de acá y de allá también, recordando los días de ItalPark. Esos maravillosos momentos donde su arte se vio opacado por un estupendo trabajo de Encargado Eléctrico del Pulpo mecánico y más tarde del Matterhome. Obteniendo una ascendente promoción a la cima del parque de diversiones, quedando a cargo de las boleterías del Tren fantasma. Pierde gran parte de su vida intentando comprender el significado de la vida. Sin obtener ninguna respuesta emprende un viaje espiritual a la India pero en el trayecto al aeropuerto unos ladrones interceptan el remís, robándole todas las pertenencias. Que para ese entonces, dejan de pertenecer a él, pasando a ser propiedad de la banda del gordo. No sabemos quién es, pero siempre hay un gordo en toda banda. Entre las pertenencias hurtadas se encuentra el pasaporte para lo que su viaje se ve frustrado una vez más. Allí descubre que su vida estuvo meada por cientos de perros.

Intenta volver a sus raíces meando cada pared y huequito que se le ponía enfrente. Otra vez Dios vuelve a sonreírle enviándole una clara señal, que al principio ve confusa, pero que luego comprende. Como el mundo evoluciona, su arte debe hacerlo también. Por lo que organiza una exposición en los baños del cafetín Los Marchitos, en Villa del parque. Muy original si se tiene en cuenta que las últimas exposiciones las brindó al aire libre. La primera fue en la reserva ecológica, ahora convertida en Ex reserva. Mezcla entre naturaleza y naturaleza sintética, con predominio de la segunda. Allí conviven grandes especímenes de flora, fauna y más flora, artificial por supuesto. La segunda se realiza en el jardín del planetario. Esta recibió cientos de críticas, ninguna favorable, cómo va a mear en el planetario, pero está loco el tipo este.
Entre la concurrida asistencia, en el cafetín de Villa del parque, se encuentran conocidos del medio ambiente. Entonces allí exhibe toda su destreza con el meo, jugando con las bolitas de acaroína. Algunos dicen que las hizo bailar al compás de un ritmo suave, letárgico. Cual si fuese un viaje de ácido. Dando vueltas y más vueltas. Las bolitas blancas peleando por subir a ninguna parte. Acomodándose para nadie. Sólo para que ese hermoso líquido fluyera por entre ellas. De todas maneras nadie olvidará lo que el destino les tuvo preparado esa noche; introduce en nuestras vidas una nueva variante, detenerse antes de cambiar de mejitorio. Algo osado, insólito y poco pensado para la época. Tal es así que los críticos huyen horrorizados del recinto. Salvo uno de ellos que tuvo que hacer un pis antes. Cae en una profunda depresión de la que logra levantarse cuando los muchachos de limpieza comienzan a arrastrarlo hacia la calle.
Años más tarde el tiempo le da la razón a este viejo hombre imponiendo el arte del orín a cientos de miles de personas en todo el mundo. Algunos lo acusan de fomentar la pérdida indiscriminada de líquidos por doquier. Pero quién no se echó un meo por ahí. Una de las últimas veces que se lo vio fue en el los bosques de Palermo junto a un centenar de personas rodeando un bello arbolito. Se cree que formó una secta clandestina, donde se adora al Dios Roll On. Otro de los enigmas de este mundo, saber quién es Roll On. Pero unos más aventureros dicen haberlo visto asistiendo a grupos de auto ayuda, para lograr mantener el control de sus esfínteres.
Cuando haya otra historia que contar, aquí estaremos nosotros, lápiz en mano, nos autoricen directamente tipos como éste o no. Siempre contando los hechos como suceden. Un pis y a la cama.

Texto agregado el 07-07-2003, y leído por 559 visitantes. (0 votos)


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