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La austeridad nos había embriagado a todos, meditaba, mientras esperaba al colectivo, en la esquina de la facultad. Era profesor de Letras en la Universidad, y si bien tenía auto, en estos tiempos, gozaba de un descanso repentino en el garaje de casa. Hoy las cosas, habían estado todas retrasadas; la llegada de los alumnos a clase; el almuerzo en el comedor estudiantil, y ahora también el autobús. Dentro del refugio, recosté mi cuerpo sobre el banco enmugrecido, con las mismas leyendas de siempre. El sol podía traspasar el techo, acrecentando aún mi espera. Me detuve en una madre con su hija, que caminaban perpendicular a mí. La adolescente, de unos 24 años, sonreía bajo los rayos de la siesta, con el cabello danzando a la par de su vaivén. La madre, no dejaba de tironear su mano, tratando de equilibrar el paso atolondrado. Se detuvieron a mi lado, hablando en voz alta, casi a gritos. La muchacha plasmó sus ojos en mí, como si me conociera de siempre; y yo me quedé mirándola algo aturdido. Con sus manos, y monosílabos destemplados, comenzó a decirle a la mamá que yo era su profesor, y que me quería desde hace tiempo. La señora detuvo sus ojos, sobre mi rostro pálido, que se iba trasmutando, mientras preguntaba si era verdad. Y como no sabía que contestar, murmuré: - “Quizás señora, han pasado tantos estudiantes por mi curso”, (aunque no creía haberla visto, mucho menos con el “retardo leve” que poseía). Ella no dejó de mirarme, a la vez que su hija le seguía repitiendo las mismas frases. El colectivo quebró mi angustia, con una frenada vaporosa, que las hizo desaparecer unos instantes. Me miraron como invitándome a subir, aunque preferí dejarlo pasar, para recluirme en algún otro. Al irse, la muchacha dejó entre ver una sonrisa extremadamente dulce, que me decía adiós. Me quedé sentado, adormecido en los recuerdos de mis clases, hasta que el próximo autobús, me recogió de la nada.

Hacía tanto que no veía a Gloria, mi pequeño amor de facultad, con su risa leve, e inteligencia precoz, que ni siquiera me había enterado, de la severa meningitis, que la había llevado a estar así.

Ana.

Texto agregado el 27-10-2002, y leído por 786 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-10-2002 snif Giovanni
28-10-2002 si... obituari
28-10-2002 Este me gustó. PoetaSuburbano
 
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