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La Contradicción de la Contradicción
(ensayo antifeminista, no-machista)

Al contemplar por primera vez lo que tristemente sucede, luego de una prolongada convivencia con una mujer, con la relación amorosa, me surgió la duda: ¿Será ella?. Al contemplarlo por segunda vez en la vida, me pregunté: ¿Seré yo?. Entonces escuché las historias de otros hombres, de las más diversas clases de hombre y me pregunté ¿Serán ellas?. Ellas me preguntan ¿Y si son Ustedes?. Yo quisiera preguntarme si somos Nosotros, ambos sexos, hombres y mujeres, y creo que hay algo de eso pero sólo una pizca. Apelo a la historia y a la literatura, a la filosofía y la sabiduría y me convenzo cada vez mas, de que La Contradicción es una diosa que reina sobre la humanidad desde tiempo inmemorial, pero que en la actualidad esta llegando a su apogeo, y sí… que es diosa nomás, es decir…
una Mujer con poderes.


Del príncipe azul, al zappinero colorado, o al viejo verde:

Desconozco si fue hombre o mujer quien ha escrito el primer cuento sobre príncipes azules, pero ha quedado implantado como modelo, en la utópica aspiración amorosa que hace temblar y humedecer, a los sendos pares de labios que poseen los ejemplares de la fauna femenina. Quizás este arquetipo haya sido la causa de la contradicción primaria de la mujer: “Quiero mi Príncipe Azul, para casarme”. ¿Y por qué yo veo esto como una contradicción?. Porque ni bien se casa (o se junta) pretende convivir un hombre sin la mayoría de las cualidades del principesco modelo. La contradicción secundaria es decir, la contradicción de la contradicción surge cuando esta logra por fin que el príncipe se domestique a su nuevo ideal de mujer casada, y entonces ella vuelve a desear un príncipe azul, y en consecuencia, se deprime o abandona su marido, o lo cornea, o lo compara peyorativamente con aquel príncipe que supo ser en el pasado, y lo peor de todo: con otros príncipes del presente. Veamos:

El príncipe azul es atractivo en su imagen y modales (que forman parte también de esa imagen), es aquel al que desean todas las mujeres a primera vista.

La mujer siempre desea al más deseable, y ese deseo no encarnaría cierta contradicción si no estuviese contaminado por un fuerte espíritu competitivo mujer-a-mujer. Porque un hombre deseado por todas las mujeres, o es un mujeriego, o si no… es un monje, o un impotente, o un maricón. Desconozco la existencia de otras alternativas que distorsionen ese instinto de padrillo tan natural en el hombre.
Ahora bien, a la mujer se le cumple su sueño: El príncipe se enamora de ella, se casan felices y comen perdices. A la mujer, bicho desconfiado por naturaleza, siempre le va a quedar la inseguridad de si la ama o no en exclusividad, porque era un mujeriego cuando lo conoció. La inseguridad es la fuente donde abrevan los celos, los celos generan el maltrato, el príncipe maltratado vuelve a considerar la anatomía de las mujeres que se le acercan, y entonces los celos ahora tienen asidero, y el cuento de hadas termina mal, muy mal. Algunos príncipes son reprimidos por sus cónyuges en sus atractivos, sobre todo en la apertura de sus modales para con las bellezas del sexo complementario. Basta que una mujer se acerque a pedirle fuego, para que su esposa le haga un verdadero escándalo, muchas veces injusto. Basta que se perfume y acicale antes de salir a una cita de negocios para que su mujer lo interrogue escrupulosamente. Basta que le traiga un dedicado ramo de flores para que lo mire con cara de “¿Qué macana hiciste por ahí, que te querés congraciar conmigo?”. ¡Basta... BASTA...!. Si entre los atributos del príncipe no esta la fortaleza de carácter, el príncipe deja de ser azul, y entonces se convierte en un colorado y rechoncho rey de su hogar con su acolchado trono frente al televisor, con el control remoto a modo de omnipotente cetro. Su esposa, entonces, añorará aquellos tiempos que ella misma supo asesinar. Si por el contrario el príncipe es un tipo cojonudo, entonces se divorcia o se queda por los hijos corneándola a troche y moche, gracias los naturales atractivos que supo conservar.

Vale destacar la contradictoria estrategia de la mujer, que con su actitud celosa, espanta al que quiere conservar en exclusividad. Lo cela, hasta de aquellas mujeres de su pasado que lo pulieron en su calidad de amante amador que tanto supo atraerle. Pero veamos cómo siguen las contradicciones… de las contradicciones.

El Príncipe azul es valiente y temerario, lucha por sus ideales a capa y espada:

¿Qué braga no se humedece ante semejante heroísmo?. Pero es naturaleza de la mujer preservar la seguridad del nido, entonces le reprocha a su amado cada cruzada riesgosa que emprende, hace siempre de abogada del diablo ante la manifestación de sus proyectos, trata de convencerlo de que se consiga un trabajo con un sueldito en una repartición pública con todos los beneficios sociales, en lugar de “perder el tiempo” luchando a capa y espada para tratar de formar su propia empresa. Si el héroe se baja del caballo y accede, al cabo de unos años pasa a ser para los ojos de “la princesa” un verdadero mediocre sin iniciativa, la iniciativa que ella supo minarle. Pero decíamos que el príncipe es temerario, y si lo es realmente, se va a imponer a lo macho ante semejante contradicción, entonces también abandona el modelo, porque pasa a ser ante su amada “Un bruto, un machista dominante, un victimario... de ella”.
Ni hablar de actos de heroísmo como la de jugarse el puesto por un amigo, o prestarle plata. Allí el príncipe pasará a ser el Rey de la Pelotudez, coronado con toda la pompa por su propia esposa. Si en cambio se la juega por un ideal político, filosófico, cultural o religioso… es un bohemio, un ingenuo soñador que no valora a la mujer que tiene a su lado, ya que la pone por debajo de sus ideales altruistas y se niega a acompañarla un domingo por la mañana al supermercado, a comprarse esa crema que tanto el hace falta a ella, que insiste en ser bella para él y nada más que para él, y de paso para que sus amigas la envidien, pobrecita ella.
Un caso típico es la mujer que se enamora del heroico y gallardo policía condecorado, para pedirle de regalo de aniversario, la solicitud de un aburrido puesto de escritorio. El único premio que obtiene el héroe que accede al deseo de su esposa es una abultada panza y una depresión aún más gorda. La mujer del marino, del militar, del deportista, la del estresado ejecutivo de negocios… no, no se salva nadie. El acto más heroico de estos caballeros pasará a ser el mero hecho de soportarlas cotidianamente. De héroes, a mártires.




El príncipe azul es cultor del hogar y de la familia.

Sí, muy bien, pero que jamás lo sea de la familia de él, porque entonces es un nene de mamá, o un émulo del padre. Debe ser un buen padre, de los hijos que tuvo con ella, y un irresponsable y mezquino con los que tuvo con las anteriores, esas “molestias” que vinieron en el paquete de oferta, cuando ella se juntó a sabiendas con un hombre separado con esas “cargas” humanas del pasado que ni siquiera él ocultó.

Es entonces cuando me sumo a la mayoritaria fila de los que se preguntan qué es lo que quiere la mujer. Un amigo en estado de ebriedad me dijo una vez “La mujer sueña con casarse con el Che Guevara, para afeitarlo”. Yo completaría la frase “… para luego soñar con otro barbudo, o llorar sobre los pelos de aquella barba que ya no es”.

La contradicción de la contradicción del hombre:
Claro que las tenemos y algunas muy parecidas.
Esta el macho que conquista a una mujer de terrible sensualidad, se enamora, se casa y luego le prohíbe el uso de aquellas minifaldas que lo supieron seducir.
Esta el paternal, que le pide que deje de trabajar y/o estudiar para dedicarse al cuidado de los hijos y luego se queja de que su mujer se ha convertido en una matrona de notable chatura intelectual y poca presencia.
Esta el insolvente que le pide que trabaje y haga de ama de casa a la vez, pero se queja de que llegue cansada a la cama.
Son tan parecidas estas contradicciones, que me atrevería a decir que forman parte de nuestro “lado femenino”. (no se me enoje. señora, es una broma).

La realidad es que habría que reconocer de que el hombre es menos obsesivo que la mujer en el sostén de estas contradicciones, (la obsesión: otra diosa bien mujercita) y que además sabemos reconocerlas (tarde), pero el problema es que otra gran contradicción de la mujer consiste en que… nunca será capaz de reconocer que es incapaz de reconocer algo.

Una sugerencia:

Sería caer en lo mismo que critico, en la histeria sin sentido, si me limito a exponer los problemas sin plantear un esbozo de solución. Por lo que vemos, se podría deducir que la mujer cae en la trampa de su propio sueño: El de convivir con un James Bond que le lave los platos, pasee al perro y saque la basura sin levantar la mirada del suelo (o del perro), y jamás acepte una misión peligrosa, a menos que sea para salvarla a ella. Es obvio que esta hidalguía polleruda solo puede ser SIMULADA. Hay infinidad de hombres muy poco hombres, que gracias a ese disfraz, la pasan de parabienes: Su esposa y sus amantes están muy satisfechas con los artificiosos modales del caballero. Esto, le guste o no, querida señora, es así: Si el hombre ES verdaderamente un caballero, le va a servir el vino a ella, y a las demás, sin que eso signifique que se quiera acostar con todas las damas presentes (bueno, en realidad sí, pero un caballero no lo haría, al menos con todas, se acostaría solo con las que le den bola y no se hallen en periodo de obsolecencia). Esto no surge como un acto pensado, es involuntario, es naturaleza de él, y si usted tiene la suerte de tener en cautiverio alguno de estos ejemplares en franca vía de extinción, no reniegue de su fortuna, no lo reprima. Si el hombre tiene la nobleza de jugarse por un amigo, tampoco se lo reproche, a menos que el amigo se delate como un evidente aprovechador. Si en lugar de chuparle las medias al jefe, su caballero lo manda a la mierda cuando corresponde, no se lo critique porque, póngase a pensar... ¿A qué clase de hombre quiere amar usted?. Vamos a ver, conteste multiple choice:





Usted señora... ¿qué quiere querer?

A) Un trepador obsecuente adicto al trabajo?
B) O un hombre con las bolas bien puestas, que privilegie la dignidad por encima de la necesidad?

A) Un retraido o un parco antisociable carente de buenos modales?
B) O un caballero que la haga sentir una dama... en todas partes, y a todas las damas?

A) Un dominado, un pelele, un perrito faldero que le haga las compras, le lave los platos, mire la novela con usted, y esté al tanto de los chismes de la farándula?
B) O un hombre que destile virilidad por todos los poros, un hombre con gustos y modales de hombre, que, por supuesto, son bien diferentes a los de las mujeres.

A) Un temeroso desconfiado y mezquino, poniendo excusas para no jugarse por nadie?
B) Un héroe que se la sabe jugar por un ser querido, o por una vida o un mundo mejor?.

A) Un hombre que la mire solo a Usted, que vuelque su energía sexual solo en usted?
B) Un hombre inconscientemente sensual, que se mantenga por amor, dentro de los carriles de la fidelidad.

Si todas sus respuestas son “B”, la felicito: Usted quiere a un Hombre (así, con mayúsculas). Siga así, y no cambie de ideal después de conseguirlo, como hacen todas.
Pero antes confirme muy bien ante usted misma que realmente lo quiere así.

Si todas sus respuestas son “A”, usted no quiere un hombre, quiere un utilitario. Una mezcla de lavavajilla con cajero automático y consolador. Le tengo una buena noticia, el hombre que usted quiere es el más apto para sobrevivir en estos tiempos, así que el suyo tiende a ser el ejemplar más común... y más fácil de conseguir. ¡Consígase varios!, así se divierte más, por lo menos.

Si le da lo mismo en todos los casos: Usted es un marica ¿A quien quiere engañar haciéndose pasar aquí por mujercita?.

Si no sabe, no contesta: usted no es una mujer... todavía. Lamento informarle que el test es para especimenes de la fauna femenina mayores de 21 años, de semihumanos para arriba. Usted esta solo apta responder al test de embarazo.

Si sus respuestas son algunas “A” y otras “B”, entonces vos... ¡Sos mi esposa! Decime querida... ¿Quien te autorizó, a leer mis cosas? ¿Eh?. ¡Te vas YA MISMO a lavar los platos!


Pero usted me va a decir que aún espera la solución que le prometí y se la voy a dar:

Hombre y mujer deberían tomar conciencia de su verdadero ideal de pareja, tratando de abstraerse del que les impone la sociedad. Lo mejor sería que lo escriban en un papel y luego, intercambiar los papelitos y opiniones con la más absoluta sinceridad, sin intentar sacar ventajas, ni aprovechar para reprochar nada, discútanlo apuntando al acuerdo.
Se van a llevar una sorpresa.

¿Taoismo Freudiano?

Hay una pista milenaria que nos deja el símbolo Tai Chi, o conocido más popularmente como Yin Yang. El símbolo grafica el principio de polaridad entre las fuerzas del universo, y su natural movimiento hacia la armonía. Entre esas fuerzas naturales esta “Lo Masculino” en la mitad blanca, “Lo Femenino”, en la mitad negra (esto es una cuestión de equilibrio, y no de machismo, ni racismo. Si hay un “ismo”, es de puro taoísmo). Podemos observar que “Lo Masculino”, tiene una pequeña parte de femenino (“Lo femenino en lo masculino), y viceversa.
Dice la sabiduría, que el ideal que realmente buscamos de pareja, es el reflejo exterior de ese componente interior que tenemos del sexo opuesto. Es decir que la mujer busca a un hombre que se aproxime todo lo posible a su componente interno masculino, y el hombre, busca a una mujer que se aproxime a su componente interno femenino, pero con unas tetas espectaculares. Perdón, por el humor.

Mis conocimientos de genética no son lo suficientemente profundos (lo expreso así, porque quedaría mal confesar que no sé un carajo) para establecer una coincidencia con Freud y su teoría de atracción de los sexos (esa que nos aterroriza intentando demostrarnos que el hombre busca a una mujer que se aproxime a la madre, y a su vez, la mujer, a un hombre que se parezca al padre), por si ese componente femenino lo llegásemos a incorporar a través de los genes maternos, y los masculinos en la mujer, respectivamente. Entonces, si así fuera, quizás la mujer no esté buscando a la imagen del padre en la pareja, sino al reflejo de su componente masculino, que se asemeja al padre, porque tal componente ha sido formado por los genes de este. En la práctica esto resulta difícil de ver, ya que la parte genética suele ser sepultada en vida con lo adquirido en el contexto. Para ser más claro: Si el padre resultó ser un borracho, mujeriego y jugador, porque las circunstancias de la vida lo hicieron así, no quiere decir que la hija vaya a buscar un hombre con los mismos vicios, pero sí quizás con las características genéticas del mismo. Usted se está preguntando a qué viene todo esto. Ahora se lo contesto.

Si el Tao, Freud, o ambos tienen algo de razón, entonces estamos en que el ideal de la mujer (así como el del hombre) IMPUESTO CULTURALMENTE, tiene muy poco que ver con el ideal IDEAL, con esa famosa “Otra parte” tan buscada internamente. Sin exagerar, podríamos llegar a la conclusión de que lo que hemos buscado como pareja, ha sido inducido “publicitariamente” tanto como nuestra adicción a la coca cola. El príncipe azul es un modelo agradable, sin dudas, que cuenta con aprobación social y sobre todo.. familiar, pero uno debe preguntarse algo muy jodido, pero muy sencillo: ¿Hay enamoramiento?. Sí, me estoy refiriendo al AMOR, sí, esa palabra tan grande, pero que quedó así de pequeñita de tan manoseada que está. Porque no hay modelo que valga, la pareja ideal es aquella de la cual nos enamoramos, y quizás nos enamoramos porque responde a aquel ideal interno, el del tao, el de Freud, que está muy lejos del príncipe, y mucho más lejos de “Ken”, el novio de Barbie, ese con pinta de afeminado que ni pelotas tiene, y que le han vendido desde chiquita, señora. ¿O usted se casó con “ese” porque era lindo y un buen muchacho, nada más que por eso?. Quizás sea eso lo que ocurrió. Una pena. Ahora la nena maduró y ya no le gusta jugar con el muñequito.

La solución tan prometida es drástica, y como tal, para nada agradable:

Si hay amor, descubra por qué, trate de aproximarse a la verdadera causa, entonces ya no sentirá que usted soporta esos defectos (los graves) de su pareja, descubrirá que inconscientemente se la buscó así, acorde a su modelo interior. La solución drástica entonces es dejarse de joder con tratar de cambiarlo, porque si lo cambia... usted dejará de sentir amor ¿No es lógico?.

Si hubo amor, por lo leído en el párrafo anterior, se imaginará lo que le voy a proponer,. Pregúntese en que cambió su pareja, y si no fue usted el/la que propició ese cambio. La solución drástica pasa por cambiarlo/a de vuelta, que todo vuelva a ser como antes, aunque el modelo de antes diste mucho de Ken/Barbie.

Si no hay ni hubo amor: La solución drástica lamentablemente es deshacer. Porque si usted formó pareja con esa persona porque “no quedaba otra”, por inercia, por aceptación social, por “no lastimarlo”, por lo que sea, si usted cometió el error de formar una pareja sin enamorarse, ese hartazgo que siente hoy es un “llamado” al verdadero sentido de esta vida: el Amor. No deje de acudir a ese llamado, que nada se interponga al encuentro entre usted y esa “Otra parte”, ese ideal interior. Para concretar ese encuentro estamos aquí, así que no pierda más el tiempo.

Un clásico: Hay veces en que se produce un verdadero desgaste por colisión. Los individuos somos eso: únicos, quiere decir que evolucionamos a una velocidad y dirección muy nuestra. Es imposible que los individuos que forman una pareja, evolucionen a la misma velocidad y dirección, y por lo tanto siempre se producen distanciamientos y aproximaciones. Le doy un ejemplo (solo un ejemplo) para graficar la situación: Imagine a una pareja de enamorados que pasea de la mano. Ambos han decidido sincronizar la velocidad y dirección de la caminata, por amor, para disfrutar juntos ese paseo. El que camina naturalmente rápido ha decidido disminuir su marcha, y el mas lento la aceleró un poco. No es fácil mantener el paso. Los brazos hacen de “amortiguador/corrector”, hacen que sigan en contacto a pesar de las leves diferencias en la velocidad de marcha. Todo va bien, ahora él se detiene a observar la vidriera de la armería. Ella lo tolera, mira para otro lado, o trata de aprender algo, o descubrir el por qué de esa fascinación por cuchillos y revólveres que compra para guardar en el placard y sacarlos sólo para aburrir con su hobby a sus amigos.
No se confunda, las armas no tienen que ver en esto, puede ser la vidriera de la casa de deportes o de la ferretería, no interesa, el tema es que uno de ellos se detuvo... y el otro “lo aguanta”. Ya pasó una hora y sigue mirando la vidriera, algo no anda bien, la situación se hace insoportable, a menos que haya diálogo y adaptación: “¿Seguimos caminando?”... “Sí, sí, disculpá, ¡Yo y mi pasión por las armas!”. El ejemplo podría haber sido con ella, y una vidriera de zapatos y carteras. Da igual. En la medida de que las pasiones individuales atenten contra ese momento (convivencia) en forma continua e intolerante, surge el arrepentimiento, el no va más, cada uno quiere, consciente o inconscientemente seguir su propio camino, su propia vida. Si deciden soportarse (por los hijos, por la casa, por lo que sea) andarán por el paseo/ vida a los tirones de brazo, discutiendo quién tiene derecho ahora a mirar la vidriera, y que “vos estuviste más tiempo y yo me la banqué” y así, hasta tomar conciencia de que no queda más remedio que soltarse de las manos.
No fue culpa de nadie, aquel que se enamoró ya no existe, es otro, camina ahora a otra velocidad, en otra dirección. No lo pudo evitar, fue su evolución. Esa pareja, ese amor ideal, fue una etapa que ya pasó.

Yo y mi ingenuidad:

En realidad todo este ensayo es una demostración más de mi morbosa ingenuidad, al pretender que, quizás, sirva a modo de pequeño empujón para echar a andar algunos mecanismos atascados por el desuso en la mente de la mujer. Lo más probable es que esto sea solo tomado como un juego de esgrima intelectual, y que solo merezca la retórica y no un verdadero análisis por parte del hembraje que ha tenido la gentileza de leerlo.

He apelado también al estoicismo del hombre, que seguramente intentará usar estas reflexiones para defenderse de la contradicción de la contradicción de su cónyuge. Quizás por ese lado pueda cumplirse mi expectativa de utilidad, cuando aquél hombre descubra la inutilidad de estas palabras y pensamientos contra la tozudez de la contradicción de la contradicción, seguramente llegará empíricamente a la misma conclusión que yo:

La mujer ha sido concebida para ser dominada por el hombre, por medio del rigor,
Por su ancestral incapacidad para asumir sus propias decisiones.

Y esto lo vamos a demostrar ahora:

Un juguete defectuoso:

Las mujer en convivencia es como esos autitos con los que jugábamos de niños, con tendencia a desviarse hacia un lado, al que teníamos la paciencia de corregir cada tanto en su rumbo para que no se salga de la pista imaginaria: llegaban al límite, le corregíamos la dirección, y entonces otro ciclo comenzaba hasta llegar nuevamente al límite. Algunos, los más despiertos, ya calculaban el desvío, y la corrección era exagerada en su rigor, “apuntaban” considerando el defecto, para que se mantenga “en la pista” durante un recorrido mayor.
Pareciera que a la mujer le fascina jugar ese papel de juguete defectuoso: Comienza bien, se empieza a desviar hasta que la situación se vuelve insostenible, entonces llega la pelea, la explosión, la reconciliación, y otro ciclo vuelve a empezar, y así.
Los hombres cabales se preguntan si realmente la mujer quiere ir en esa dirección, se sienten muy mal al aplicar la corrección con reincidencia, como violentando el verdadero rumbo de su pareja, pero en realidad no es así. NO EXISTE TAL RUMBO COMO DETERMINACION, ES SOLO UNA ACTITUD EN LA QUE LA MUJER REPOSA SU ANCESTRAL FALTA DE RESPONSABILIDAD EN LA DECISION. Es una trampa en la que LOS HOMBRES caemos indefectiblemente, para DELEGARNOS EL RUMBO, quitándose así, la responsabilidad del mismo. Ellas “se hacen” el juguetito defectuoso, entonces la dirección queda como impuesta violentamente por el hombre, y aceptada a regañadientes por la mujer: Si el rumbo es bueno, fue la dirección elegida por la pareja “Fuimos los dos”, si el rumbo no fue tan acertado, entonces viene el reproche: “Viste, te lo dije, yo tenía razón”. Y la verdad es que no tenia la razón, simplemente se opuso por sistema, por si la cosa salía mal. Estrategia pura.

El por qué:
Como en mi ensayo anterior, deberíamos tratar de ubicarnos en la historia: 50 años de liberación (aclaro que estoy totalmente de acuerdo con la liberación femenina, pero bien entendida), no son suficientes para paliar millones de años de represión. ¿Cómo podemos pretender que no le escape instintivamente a ser responsable de una decisión, por pequeña que esta fuese?. ¡Pero si ni siquiera es capaz de decidir qué ponerse!...¿Cómo entonces podría hacerse responsable de la elección del hombre adecuado para compartir la vida?. Cuidado con la confusión: No digo que ellas no eligen (al contrario, generalmente eligen ellas), simplemente quiero decir que no quieren reconocer que eligen. Por eso siempre se las ingenian para echarnos la culpa de todos los males, si llueve, nosotros tenemos la culpa, por lavar el auto. Y sí, nosotros fuimos los que las sedujimos, las engañamos con las apariencias, pobrecitas ellas, que siempre se muestran tal cual son... ¡Por favor!. Se han maquillado... hasta el alma, con tal de seducirnos.

La infelicidad crónica de la mujer:

Cuando digo que los hombres estamos en el lugar privilegiado en el mundo que conocemos, mis amigas se enconan, pero ni las feministas más recalcitrantes me han podido discutir muy seriamente este parecer. Es como si la mujer hubiese sido concebida para el sufrimiento. Esto me hace acordar a un chiste: En el momento en que Dios se enoja con Eva, y la quiere eliminar: “Lo pagareis con sangre” le dice. Adán pide por ella, entonces, el todopoderoso la perdona a medias “Está bien, lo pagareis con sangre y dolor, pero en cómodas cuotas mensuales”. A ella le ha tocado el dolor de la menstruación, el del parto, y el de la indecisión. Ni hablar de que deben depilarse, asarse en la peluquería y al sol, maquilarse, ayunar y matarse en un gimnasio, todo para que el hombre se digne a fornicar con ellas. Dígame con sinceridad: ¿A quien le tocó la mejor parte de la torta?.
Claro, las feministas me van a decir que el hombre esta privado del gozo del parto (no puedo imaginarlo, salvo gozar del antes y después, es decir de la siembra y de la cosecha de la criatura, ese fruto del amor), y también me van a refregar que la mujer tiene el privilegio del multiorgasmo. Esto último me hacía dudar, pero ya no. Resulta que el taoismo y el tantra, con sus técnicas milenarias, nos permiten (a los hombres, si) aproximarnos bastante en este don ¡Mire usted!.

También hemos comprobado empíricamente que la competencia y la envidia, son cualidades exacerbadas en el bello sexo. La obsesión, es un subproducto de estos males. ¿Cómo se puede llegar a ser feliz así?. No hay nada que sea suficiente.
Toda esta naturaleza del sufrir en la mujer, quizás sea una pista del por qué, para la mujer, es imposible alcanzar la felicidad plena, reservándole apenas algunos momentos de alegría intensa y espiritual, como cuando se compra un par de zapatos, o le roba el ascenso a su compañero, o el novio a su amiga.
Yo no culparía a Dios de esta diferencia, quizás el también quiso hacerlas felices, pero ni él pudo.

Conclusión de conclusiones:

Venimos al mundo a encontrarnos con nuestra “Otra Parte”. Esa otra parte es el reflejo de nuestro componente interno del sexo opuesto. Es el ideal que se encuentra en el plano inconsciente.

La sociedad, con el modelo de ideal impuesto, influye en la elección a tal punto, que se suele producir una contaminación en la elección del verdadero ideal (el que coincide con el ideal interno).

El origen de la falta de responsabilidad en la toma de decisiones de la mujer, es ancestral, hay millones de años de sometimiento que pesan contra los apenas 50 de seudo liberación.

El verdadero origen de la contradicción de la contradicción en la mujer, es la falta de responsabilidad para asumir la decisión para elegir a su Otra Parte, y para cualquier decisión posterior.

La mujer culpa de tal desviación al hombre elegido: “Resulto ser diferente a lo que creí”. Se siente engañada por la vida... y por el hombre. En esa situación acumula presión.
La sociedad con su modelo de mujer liberada, le da ínfulas para resolver esa presión mediante una pelea.

La mujer culpa al hombre de su infelicidad, pero como ya vimos, por naturaleza y por ella misma, puede acceder a dicha Dicha, solo por momentos.

La presión estalla cada tanto, generando conflicto, a modo de llamado al sometimiento.
Se produce un conflicto de poderes en los que ella siempre queda premeditadamente como la victima sometida.

La mujer se encuentra CÓMODA solo cuando está sometida por el hombre. De tal forma que esta, le pueda atribuir a él, cualquier error que surja de las decisiones de pareja.
La mujer en sumisión, se re-encuentra con su molde ancestral, libre de las molestias de su nueva situación de liberación. Como un canario que regresa a las comodidades de su jaula, luego de haberse perdido en la peligrosa libertad de la selva.

Conclusión/solución final:

Es más sencillo de lo que parece. Trate de hacerla feliz, si la mujer se siente en paz, solo cuando está sometida, sea todo un caballero:
No se le ocurra negarle ese capricho.

Alejandro Racedo “El Loco”















Texto agregado el 21-12-2004, y leído por 121 visitantes. (0 votos)


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