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Inicio / Cuenteros Locales / elcorinto / Diario de Haenry J.: LUNES 20

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Comienza a llover.

Espero en la acera, en las sombras de un portal.
Mi presa vendrá esta noche a cenar, como cada jueves. A las 22:30 horas bajará de un taxi. Dejará propina al taxista, cruzará la calle y se dirigirá al restaurante. Nunca alcanzará su destino. Me pagan mucho dinero por matar a este hombre. No sé quien es. Solo es un nombre en una carpeta, una foto, una dirección, un numero de teléfono, un lugar de trabajo. Trabajo, si, esto es solo trabajo.

Son las 22:35. Y sigue lloviendo. Me he puesto los zapatos de piel de cocodrilo para ir a asesinar, y se me están poniendo chorreando de agua. Frente a mí, una tienda de lencería femenina exhibe en su escaparate minúsculos trocitos de tela, que insistentemente atraen mi atención. Tengo que luchar por mantener mi vista alejada de ese escaparate, pero no lo consigo. Esos triangulitos de tela trasparente con esos encajes de blanco satén, esos sujetadorcillos, esos tanguitas minúsculos y juguetones, que me llaman por mi nombre, y hacen que mi imaginación vuele a paraísos de turgente carne joven, cálida, húmeda, jadeante, sinuosa, palpitante, carne que palpar, carne que chupar, carne que lamer, carne que morder, carne que pellizcar, esos trocitos de tela minúscula y juguetona que hacen que bizquee de ambos ojos, que de mis labios se escape algo parecido a un berrido y un hilillo de baba caiga de mi boca, a la par que una atroz erección pugne por romper mis pantalones, y escandaliza por tamaño, ferocidad y vehemencia a las viejas que bajan a tirar la basura, esos trocitos de tela...

Un momento, un momento, lucho por volver a la realidad, y descubro que mi presa ya ha bajado del taxi, y esta caminando hacia el restaurante. Mierda, mierda, mierda. Rebusco en mis bolsillos, y descubro que me olvidé la pistola en la nevera. Tengo que hacer algo, tengo que hacer algo. Intento arrancar una papelera con la que poder golpear a mi presa, pero la hijaputa esta muy bien sujeta, y lo único que consigo es dar una imagen patética, sudar como un bellaco, y escandalizar de nuevo a las viejas que vuelven de tirar la basura. Cuando consigo arrancar la papelera, mi presa hace 10 minutos que ha entrado. Maldigo mi suerte. Dejo la papelera. Cruzo la calle.

Entro en el restaurante.

El maître me recibe en el descansillo, y me pregunta con voz meliflua si el caballero ha reservado mesa. Le respondo que no, pero que tengo unos zapatos de piel de cocodrilo buenísimos. El maître baja la mirada para ver mis zapatos, y yo aprovecho para sacudirle un gancho en las narices que lo deja fuera de combate. Me asomo al salón a través de las grandes cortinas que lo separan del descansillo. Diviso a mi presa. Está sentado en una de las mesas del fondo, de espaldas. Tengo que encontrar una manera de acercarme a él. Le quito la chaqueta al maître y me la pongo yo. Entro en la sala. Un camarero pasa a mi lado con una bandeja donde descansa como dormida una langosta “Menier”, roja como la cara de un ministro en un banquete. Sin que se dé cuenta, le arrebato la bandeja, y me acerco a mi presa. Me paro ante el. “Su langosta, señor”. Me responde “Yo no he pedido...”. Levanta los ojos. Me ve. Sonrío. Empuño la langosta, y comienzo a sacudirle langostazos en la cabeza. Le golpeo con todas mis fuerzas, hasta que se me disloca un hombro. Maldita sea. Intento huir. La gente se alborota. Tropiezo con un camarero, y le empujo sobre un carro donde arden unas criadillas flameadas. Las llamas prenden en la ropa del camarero, que en breve comienza a arder como una antorcha. El camarero corre y grita por toda la sala, prendiendo algunos manteles y las cortinas. Finalmente, desaparece en la cocina. La gente comienza a correr alborotada. Intento huir. Me cierra el paso un camarero, armado con dos brochetas de carne, champiñones y ciruelas pasas. Se abalanza sobre mí. Le esquivo, pero no lo suficiente. Me clava una de las brochetas en el costado. Grito de dolor. Vuelve a cargar, pero esta vez consigo colocarle una patadón en los cojones, que lo deja lívido. Para redondear el asunto, le parto un Dom Perignon en la cabeza. Cae redondo. La sala se esta llenando de humo. Hay llamas por todas partes. De la cocina llega una explosión. Sin duda, el camarero llameante ha debido de incendiar los fogones. Pronto todo estallará, en cuanto el fuego alcance los depósitos de gas. Corro hacia la salida. Algo me golpea en la espalda, y me hace caer. Cegado por el humo, veo que el maître se ha recuperado, y que me ataca con un extintor. Consigo levantarme. El maître intenta propinarme un extintorazo, pero lo esquivo, y el golpe se lo lleva una gorda rubia que cae fulminada sobre un solomillo “Papillon”. Su marido no parece tomárselo muy mal, porque ni siquiera protesta, aunque como su marido esta prácticamente ardiendo, supongo que es lo que menos le importa. El maître vuelve a la carga. Yo ya estoy harto de esto. Agarro una silla de madera maciza y se la destrozo en la cabeza. La cabeza del maître hace “ploc”, o un ruido muy parecido. Miro a mi alrededor. Me rodea el infierno. Llamas, humo, cuerpos quemados, comida francesa... Agarro al maître y lo lanzo por una de las ventanas, destrozando los cristales. Renqueante, salgo por el agujero.

Cientos de personas observan en la calle el incendio, pero nadie hace nada. Adoro este país. Suenan sirenas. Pronto vendrán los bomberos y la policía. Quemado, intoxicado, sangrando y con el cuerpo dolorido, consigo disimularme entre la gente, y pasar inadvertido (dije que amaba este país, ¿no?). Hay muy pocos supervivientes, pero consigo ver que mi presa ha conseguido salir sana y salva del restaurante. Aun tiene una pinza de langosta enredada en el pelo.

He fallado.
Mañana volveré a intentarlo.
Vuelvo a mi casa

Texto agregado el 20-12-2004, y leído por 277 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
30-10-2012 Qué fácil es reeir contigo. Un abrazo. Justine justine
23-12-2004 Jajajajjajajaja, ni en las mejores peliculas de acción hay escenas tan trepidantes, coloridas y divertidas...La forma en que conjugas la seriedad de la narración con el contenido humoristico es de premio. No quiero ni imaginar lo que hará la próxima vez que intente acabar con su presa...Jajajajja...¡Que bueno! yoria
21-12-2004 jajaja, que bueno, Corinx, parecía q estaba en el cine, genial- Poooor supuesto 5* pink-panther
20-12-2004 Trepidante parodia de una peli de acción de serie H. Un humor fino "marca de la casa" adereza una escena no por eso exenta de una grandiosa concepción de literatura que nos deleita con frases en las que conviven armónicamente "lívido" y "cojones" correctamente usadas. Ah y me rei. larsencito
 
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