Y de pronto, no hay imagen...
nuestras amadas costumbres ya se han derrumbado en el desolado recuerdo del césped bajo la niebla...
Azul...
Siempre es azul...

La humedad se filtra por las grietas de mis ojos, se retuerce gozosa sobre mi cadera enloquecida, perdona entre sus piernas la gélida bienaventuranza de mi corazón. Mientras, y a un costado, los lobos devoran el cuerpo putrefacto de su presa... hincan sus dientes, ávidos, sedientos, insatisfechos en la carne seca...

Su pelo caía gracioso, acariciaba las mejillas, se entregaba dichoso entre los dedos...

Llueve...
El sonido del agua resbalando por las hojas, golpeando inmisericorde la tierra desprotegida, sostenido en un instante como arcano diamante escondido en el follaje... es la noche, en las cimas lejanas debaten enfurecidos viento y alma, se tocan, se demandan... se confunden.

Me quedo dormido en el aroma de la lluvia... en la generosa imagen de su risa...

contento en mi muerte...

arrullado por la sombra...