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Su Versión de la Historia del Monstruo Más Espeluznante

- Cuento de Terror Protagonizado por Usted -

OK. Para narrar esta historia voy a necesitar que trabaje, que su imaginación trabaje. Como la experiencia contada es tan, pero tan subjetiva, sólo puede ser captada e interpretada con la unicidad del propio pensamiento. En ese orden, en algunos momentos le voy a pedir que imagine algo, y no va a haber problema si se lo imagina distinto a mí o a otro lector, porque así como se lo imagine así lo vería si tuviera ese infortunio. Y lo va a tener.

Comencemos:

Está usted subiendo las escaleras laterales de una enorme y vieja mansión. Cliché, ¿no? Pero no proteste e imagínesela. Es verde. Use mucho verde en la paleta de la imaginación. Un verde viejo, claro está. Hay muchos decorados y detalles en los recodos y vigas, que usted sabe que originalmente fueron blancos, pero se han enmohecido con el pasar temporal, aumentando el verde. En los muros puede ver ventanales largos y con semicírculo en la punta, y afuera ve la nubosa-gris y macabra nocturnidad. Las gradas se enrollan, pero no en caracol, sino que en cuadrado. Subiendo va. Lo que evita que usted se caiga es un precioso pasamanos de hierro negro que simula una enredadera con rosas. Las escaleras no se acaban, pero usted llega a una puerta y se detiene. La puerta, como se lo esperaba, es muy bella y negra.

Sabe que al otro lado de la puerta lo espera el monstruo. Sabe también que el monstruo puede presentarse de dos maneras: como una criatura espantosa, oscura y de instinto asesino infrenable; o como un amable mayordomo, que no por su inocua apariencia le falta deseo de sufrimiento y angustia provocar. Usted medita que huir es inútil, así que decide abrir la puerta.

Mientras giraba la perilla dorada de la puerta negra, siente que algo, del otro lado, la hala. La sensación de impotencia lo invade. Es el mayordomo. Vaya imaginándoselo así: primero imagine una copa de gelatina, de esa que tanto gusta a los niños; o, si quiere, imagínesela como la que se usa para endurar el cabello. Imagínese esa textura. Ahora coloréela de algún tipo de gris oscuro, cualquiera. Bien, ahora imagine esa gelatina gris oscura con forma de persona, de un hombre adulto. Póngale a ese hombre adulto de gelatina gris oscura un traje de mayordomo, como los ve en las películas. Para el rostro, corte dos rodajas de pepino; esos son los ojos. Para la boca, imagine el pedazo de cáscara de una cebolla gigante; ésa es la sonrisa. Imagínele burbujas por todo el cuerpo pegajoso. Ahí tiene al mayordomo.

Él, con un elegante ademán, lo invita a pasar a la amplia habitación. Es como una sala de marcos de espejos, pero les falta el cristal; sólo son el marco, pues. Los marcos son como de cobre viejo; quizá fue oro, y tienen tanto detalle. Las paredes y todo siguen siendo verdes. Ahí, con el mayordomo, se encuentra a sus amigos. Tres amigos, los que quiera; pero dos de ellos son hombres y uno es mujer. Se ven asustados. Los cuatro saben que el mayordomo puede, en cualquier momento, convertirse en la terrible bestia. En cualquier momento puede.

Él los observa individualizadamente, de pies a cabeza, con esa enorme sonrisa de cáscara de cebolla. Verá, las líneas que se dibujan en la cáscara le simulan los dientes. El terror lo invade. El mayordomo se acerca a uno de sus amigos; uno de los hombres. Extiende su inconsistente mano y la aproxima a la ingle de su amigo, que comienza a temblar. Las paredes y todo se vuelven rojas, como si se hubieran encendido, repentinamente, focos rojos por doquier. La mano del mayordomo se vuelve más fantasmal y como otra cosa atraviesa la entrepierna de su amigo. Imagine ese movimiento como el que se hace al tomar un puñado de frijoles o cualquier grano de un costal; de esa forma atraviesa la mano del mayordomo a su amigo, resurgiendo y solidificándose a la altura del abdomen, totalmente fuera.

Usted ve cómo se desorbitan los ojos de su amigo, que abre la boca como queriendo gritar. Inmediatamente se baja el pantalón y el calzoncillo para ver lo que el mayordomo le ha hecho. Horrorizados ven todos cómo los genitales de su amigo han desaparecido por completo, dejando en su lugar una total planicie en la zona. Imagínelo como se ve el desnudo frontal de una mujer, pero sin el vello púbico y el cierre de los labios vaginales. Totalmente suave y sin depresiones la ingle de su amigo; totalmente asexual. Su amigo comienza a llorar como bebé. Imagine el llanto de un bebé, así de desconsolado y sin posibilidad de defensa. Ustedes también lloran, porque saben que su turno se aproxima inexorablemente.

Usted, temiendo por la seguridad de sus gónadas, se escapa por la puerta bella; desciende a toda velocidad por las rojas escaleras, apoyándose de vez en cuando en el pasamanos de enredadera negra. Desciende, desciende, desciende. Puede sentir al mayordomo persiguiéndolo, distante por sólo unos cuántos centímetros, pero no se da por vencido y continúa su fuga. Llega hasta el primer piso. Accede a la entrada de la vieja mansión, a la inmensa puerta principal, y ve su auto estacionado en la acera, a través del portal de los jardines externos. Imagine su auto como un Cadillac, modelo clásico, de color rojo. Corre hacia su auto, sacándose las llaves en el camino. La mano le tiembla mientras intenta abrir la puerta. El mayordomo se aproxima, gelatinoso; lo siente justo detrás. Usted quiere despertar, pero no puede. Consigue entrar, enciende el motor y acelera. El auto despega y se eleva por el tan gris firmamento.

Se siente a salvo por un momento. Imagine el Cadillac flotando entre las nubes. Pero el mayordomo lo ha alcanzado y está adentro, con usted; no lo ve, pero lo siente. Usted sabe que todo está perdido. Baja la mirada y ve la mano transparente del mayordomo atravesarlo por entre sus piernas, con el movimiento del gesto de llamar a alguien, utilizando todos los dedos.

Algo extraño y casi liberador recorre su cuerpo.

El mayordomo sonríe. Usted le teme mucho a su sonrisa. Deja de presionar el acelerador. El auto deprime su punta y comienza a descender. La gravedad hace su tarea y va usted a estrellarse contra la superficie terrestre. Efectivamente lo hace, pero no muere. Todo ha terminado, mas usted no volverá a ser igual. Vaya ahora y continúe con su vida.


Texto agregado el 30-11-2004, y leído por 379 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
28-08-2005 Taba, muy bueno, el título ya te llama la atención, luego lo lees, y te da susto, no miedo, pero encuentro que fue original, etc, jejeje (Sonrisa nerviosa) misuzu_air
31-01-2005 Está original en eso de incluir al lector y me gustan los ratos de ironía. saludos. Quilapan
11-01-2005 Muy bueno, haces gala de habilidad. Encantado de leerlo y molesto porque no se me ocurrió a mi. Gatoazul
04-12-2004 oPiNo iWaL kE cId. eZ wEnO, cIeMpRe! SKABRONA
02-12-2004 Este.... je... al principio da sensación de "qué cojones es esto?"... luego da miedo, no un miedo excesivo, pero como un miedo q realmente asusta.. despues te da risa... otra vez miedo, por esa decapitacion de tu amigo...risa, miedo, asco,en fin... lo tiene todo para ser el mejor film gore q se haya hecho nunca... que tiemblen tarantino, jess franco y peter jackson... llega desleal... jejeje! muy bueno, me gustó Sidd
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