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Inicio / Cuenteros Locales / nigna / Huele a días previos.

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Todo se había acabado.
Desde que el se había ido, el cielo se había tornado gris para cada día y las palabras estorbaban.

Elena opto por guardar silencio.


De las calles brotaba un humo acido nocivo para ojos y faringes, los alaridos de los niños se perdían entre bocinazos y gritos de viejas bordadoras de locuras en las veredas de la hedionda ciudad, los edificios tocaban las nubes negras así como una mano rasca tormentosamente una espalda, y se mezclaban con la negrura punzante y calmada del horizonte.

Hace meses que había decidido tapar sus oídos, y enclaustrar su cuarto, cerradas ventanas y cajones, cuatro paredes y su cama, su camita….
Elena estaba tirada en su cama rozando con un dedo la tapa dura de un libro que parecía lija, la sensación era grata por lo que siguió un rato que le alcanzó para romper su piel y sangrar un poco. Al ritmo de una canción idiota que sonaba en su equipo dibujó en su guata desnuda figuras enredadas de color burdeo aguado… ya ni siquiera sus líquidos tenían energía.
No, esa maldita canción no……
A esas alturas no quedaba otra que escucharla, era preferible al vacío entre emisora y emisora, o entre disco y disco por los ruidos…
Con las sábanas limpió su piel, se refregó los ojos y los dirigió a la ventana silenciosa, tapada por el dolor. Comenzaba a sentir claustrofobia, un poco más de miedo, mucha pena como siempre, pero por sobre todo protección, estaba sola en un lugar que de cierta manera le pertenecía, dormía mucho, soñaba poco, rezaba nada, vivía casi.

El gris del exterior le nubló de pronto la mirada para entregarla al sueño, pero la interrumpió el teléfono, contesto rápidamente alterada como siempre frente a ese odioso sonido
- Aló…
Era Mario, su abuelo, con su llamada nocturna de cada día, pero que ella siempre olvidaba y cada vez la desconcertaba más, desde el sonido del aparato hasta la voz lejana y confusa de su abuelo paterno, el Pappo como le habían dicho siempre todos sus nietos, hasta ella, que mientras contaba las migas en su colchón escuchó las diarias buenas noches del señor, a lo que respondió con un “gracias, chao” y colgó.

Se le había quitado el sueño… mal, horas de insomnio y catástrofe se vislumbraban, deseos de sexo retorcidos con la culpa de sentir algún deseo, no debía sentir, solo le quedaba estar neutra, sin exaltaciones, sin palabras, sin gente ni comunicación, agarro “El guardián del centeno” y siguió su lectura silenciosa mientras en la radio sonaba “Disarm”.


La cara se le desarmo cuando Mariela la despertó al día siguiente para que comiera.
Mariela tocaba siempre tres veces su puerta, le gritaba un largo Eeeeeleeeeeeenaaaaaaa, y se iba al departamento contiguo donde vivía para seguir su tediosa vida inmersa en las teleseries y todos esos personajes ficticios que llenaban los momentos…

Mario le pagaba a Mariela para que alimentara a su nieta, para que pagara las cuentas, para que la abasteciera de pasta de dientes y esas cosas, pero por ningún motivo debían tener algún tipo de contacto directo, todo debía ser detrás de la puerta, incluso las palabras unilateralmente dirigidas pues el Pappo le había dicho a la cincuentona vecina que no esperara respuesta desde la pieza de servico del departamento 94, lugar donde la niña habitaba hacía varios meses, lugar siempre cerrado, siempre con esos tarros estruendosos, que era como llamaba Mariela a la música silenciadora de Elena, siempre gris y cada vez mas gris, ahí estaba cada día la señora del hogar contiguo para alimentar al gato.

Que lata le daba comer, que asco más bien, dejó la bandeja con porquerías sin importancia afuera hasta que fuera realmente necesario entrarla, y con los primeros ánimos del día se levanto a mirar por la ventana sin importarle el miedo a las monstruosidades externas, eran sólo imágenes, no tenían sonido, no real por lo menos, sólo la radio eternamente prendida, sólo la densidad del aire conservado por meses en esa habitación pequeña y desordenada, miles de recortes debajo de la cama, muchas uñas esparcidas por la alfombra pinchantes, miles de tentaciones visuales arrugadas debajo de su cama, cajas de madera por todas partes, cajas hechas por su Pappo, ahí estaban esas manos acariciándola en secreto desde las vetas.

Miró hacia abajo y divisó a su abuelo emprendiendo la partida en búsqueda de algún restaurante vegetariano, después de pasar como cada día a la 1:30 por fuera del edificio mirando sin encontrar una cara familiar, buscando los ojos de la niña que él creía se estaba recuperando poco a poco y ya luego saldría nuevamente a regalar sonrisas como en las fotos que él guardaba de los años de colegio, de los años felices, que equivocado estaba, que despistado era, había dejado caer su gorro musgoso al volverse a mirar al niño que todos los días trataba de sacar una moneda del alcantarillado, y como en cada intento, esta vez tampoco lo estaba logrando, y el Pappo que ya sabía que no había caso, igual devolvía siempre su mirada.

Estaba realmente equivocado, por que desde que él se había ido no quedaba absolutamente nada.

Elena puso un disco de Blind Melon, según ella bastante bueno para olvidar pero que lamentablemente la hacía recordar, aguantó el hilo de ruido ensordecedor encauchado por el vidrio y se recostó en su querida cama que siempre la abrazaba. De pronto sintió pasos que se confundieron con el teléfono descolgado que sonaba tutututututututu…, sus ojos viajaron directo a un sobre que pasó por debajo de su delgada puerta.
-Eeeleeenaaaa carta, y comete la comida cabra mañosa!!!
Elena no logró poner en movimiento ninguna parte de su cuerpo, sus ojos no se cerraban, estaban pegados a la imagen del sobre pequeño y del color más extrañado, del cuerpo más necesitado, del recordar y ver, de verlo.
Rodó al suelo y recostó su cabeza sobre el sobre, presentía que eran flores desde el otro lado de su infelicidad, quizás alguna foto nueva que dejara un espacio de risa en su rostro, para dejar de ser la sin cara con sonidos damnificados y hacia dentro, presentía….sabia que eso no iba a ser posible. Abrió, empezó a leer:

Ele:

Quiero poder caminar un rato contigo, pero tu te enterraste sola, yo se que es doloroso todo esto, entiendo que al enfrentar su partida una parte nuestra se murió, quedamos minusvalidos Ele, pero a diferencia de ti, yo sigo viviendo como cualquier persona, tengo mis momentos bajos, pero sigo aquí, tu llevas muchos meses en ese encierro, ya no se como ayudarte, me prohibieron por mucho tiempo acercarme, le rogué a tu abuelo que me dejara mandarte algo y por fin accedió, no se si esto te va a hacer bien, él dice que estas mejorando, espero que así sea, ya no se que pensar, me encantaría poder sacarte la arena de los ojos pero no se como.
He pensado mucho, y a pesar de que compartía tu visión de que había sido un asesinato, hoy creo que fue decisión propia de él irse de aquí, Elena, entiende, él no quería seguir viviendo, tu no sacas nada con emprender esta huelga sola, no lo puedes traer de vuelta, y no puedes perder tu vida lamentando la perdida de un solo hombre, olvídate de los mensajes escondidos solo para ti entre las letras, olvídate de que tu sentías el dolor en las cuerdas de su guitarra, sácate la sonrisa de la felicidad a través de la miseria, ya basta por favor, haz algo mejor y sálvate.

Te extraño.

Julián
."

Julián siempre había sido azul, pero ella no lo extrañaba realmente.
Olvidó por un momento todo lo construido y se dejo envolver por un papel transparente amarillo que la dejó danzar como por primera vez lo hacia, recordó todo, absolutamente todo, las cosas y momentos autoprohibidos, lo más doloroso y feliz, ese día trágico, las miles de velas, 1980 y las comparaciones, abril , malditos asesinos, sus primeras heridas, las letras y sus significados tan gozosos, a Julián penetrándola mientras también lo hacia él, él…., volvía a mirarle la cara, a ver sus facciones, las había tenido tan escondidas en su interior todo este tiempo, volvía, se presentaba, la abrazaba con sus secretos solo para ella otra vez, solo que esta vez muerto.., espera Elena, nooooooooo!!!!!! no puedes, no puedes volver, quédate neutra!

Horas más tarde después de una pesadillesca siesta, Elena despertó como dopada, con el fuerte dolor de cabeza de todos los días, pero esta vez más punzante, hostigoso, empelotante. No recordaba nada, hasta que vio el sobre en el suelo, con la carta rota a su lado. Juntó los pedazos y la volvió a leer, para encontrar sorpresivamente nuevas lecturas en las palabras de Julián.
El sálvate final ya no le pareció tan repulsivo en el sentido dulce cansador que había reconocido antes, de a poco se apareció el proceso anterior de recordarlo todo y más, con sensaciones muy físicas en la piel y en los ojos, en la sangre y en el corazón.

En realidad entendía lo que la carta quería decir y conseguir, era ella la única que se podía salvar, de toser tan seco, del olor de la asquerosa ciudad colándose por sus paredes, de toda la mierda, tenia que seguir, ya había construido lo suficiente como para botarlo y romperlo, ella era la salvadora de su propia existencia y por primera vez quería serlo sin obligación. Pero aun le dolía la cabeza.
Escribió una nota para Mariela y la tiró por debajo de la puerta. Esta decía: necesito algo más fuerte que aspirinas para el dolor de cabeza, estas ya no me hacen efecto.

Decidió que pasaría la tarde encerrada en el baño, hacia mucho calor y la baldosa fría le daba satisfacción a los colchones de sus pies y a sus mejillas. Subió mucho la radio, los parlantes rebotaban dentro de ellos mismos, los gritos de Axl bombeaban la sangre un poco mas rápido, las poesías de la Storni tomaban un ritmo distinto cada vez y se disfrutaban con los glúteos marcados de tanto permanecer sentada en el water, el agua corría sin importar el gasto, que importaba, ella tenia la capacidad de salvar, que importaba ya todo.

Llegaron los remedios por fin. Sonó el teléfono, era el Pappo, tierno como siempre.
Ese día Elena se percató de la ternura en sus palabras, ternura constante en cada ocasión, antes desertada por ella, esta vez, disfrutada. Después del saludo de buenas noches, Elena casi interrumpiéndolo le dijo que siempre lo había querido mucho, que empezaba a necesitar de sus palabras, le contó que se quería cortar el pelo como cuando era chica y ojala algún día verlo bañarse en su amado mar, tanto que le gustaba el mar al Pappo….él se quedo callado, no sabia que decir, con el tiempo se había maquinizado al establecer contacto con su nieta, hasta que soltó la voz. Hablaron un buen rato, entre el entusiasmo novedoso de Elena, Mario notaba un dejo de locura, pero que importaba, la niña estaba mucho mejor, quizás tanto tiempo le había hecho descuadrar las situaciones, pero daba lo mismo, había vuelto a sonreír. El Pappo le prometió que la iría a ver al día siguiente, pero Elena no quiso, le dijo que aún no estaba preparada, que hablaran más cada día y así resultarían mejor las cosas, él le dijo que estaba dichoso de escuchar sus palabras extendidas, no aguantó las lagrimas pero escondió sus sollozos con Elena, ella se dio cuenta y entro en una estado extraño de entrega y admiración, supo entonces que era él el indicado para apoyarla en esta gran prueba, reconoció la sabiduría que había tratado de negar cada vez que recibía la llamada nocturna, abrazo la oportunidad de aprender, a aprovechar esta voz que salía por el auricular, cuando oyó a su abuelo disculparse por la hora diciéndole que mañana la volvería a llamar. Elena perdida en sus emociones había escuchado solo un puñado de palabras dentro de 2 horas de conocimiento, se despidió abrumada, pero pensó…no importa, aun queda mañana.

Había dormido muy poco y ya estaba deseosa de que llegara la noche, el dolor de cabeza era persistente por lo que escribió otra nota para su vecina pidiéndole un remedio más fuerte, y que ojala fueran dos distintos por si uno no funcionaba. Además era 4 de abril, ella odiaba el numero 4, extrañamente le asignaba a ese numero malas situaciones, entendiblemente mejor dicho, pues era el día previo a la partida abrupta que la había hecho encerrarse por tan largo tiempo, pero eso ya estaba por terminar.

Al medio día sonó el teléfono con el Pappo al habla, que grato escucharlo aun de día pensó ella, y al sentir la ternura de su abuelo se le cayó una lagrima que escondió muy bien para que Mario no se diera cuenta, pero él sabia que ella lloraba, y lloraba siempre, por que a pesar de poder tenerlo todo, no quería tener nada, y pensaba él, que salir de las tinieblas, debía ser tan o más difícil que entrar en ellas, por lo que estiró sus brazos a través de los hoyitos del auricular y por la oreja y el mentón de Elena aparecieron pequeñas flores con olor a algodón de dulce, no sentía ese olor hace años, con esto concretó, asumió, era hora de emprender la batalla. Colgó feliz pues las palabras se habían transformado en sensaciones y eso la empujaba más a querer vivir su decisión, Mariela le aviso que ahí estaban sus remedios y le dejo también un alfajor bañado en chocolate blanco, como si hubiera adivinado sus gustos. Lo comió en dos mascadas y pensó en que su pobre vecina no debía seguir teniendo a su cargo a una persona como ella, Mariela debía vivir su propia vida y alimentarse a sí misma, aunque quizás le gustaba la sensación de tener un dependiente, pero eso ahora daba lo mismo, para Elena no era correcto, debía parar, y su Pappo que gastaba su plata en ella y ni siquiera la podía mirar a los ojos, eso no estaba bien.
Tenía por primera vez todo tan claro, era todo tan obvio, sálvate, se repetía una y otra vez en la cabeza, sálvate, sálvate…..



-Rape me, rape me my friend…
Miró el equipo de música, dentro de este él le estaba diciendo que si, que debía hacerlo, la energizaba y al mismo tiempo la atormentaba, los pétalos contra su piel se desvanecían para nacer pequeños surcos llenos de gusanos, la sensación era agradable pero sofocante al empezar los mugrosos a caminar por su nariz y los ojos, él debía parar de hablarle, por que estaba muerto, y los muertos no hablan con los vivos, por que los vivos viven, y los muertos se van a vivir lejos, a un lugar blanco donde son todos blancos como el pan de molde, y las bocas son pequeñas uvas jugosas y dulces, y los ojos proyectan imágenes en las paredes de lienzos como lo había leído por ahí entre sus tantos textos, y ella sabía que lo habían asesinado, te mataron, yo sé, repetía, te mataron, te mataron, te mataste, tú te mataste, tú no querías vivir más aquí, eras un estorbo, eras una maleza, hermosa pero maleza de igual manera, eras…..

Elena lloro por muchas horas en su cama, el colchón se mojó y empezó a estilar, la alfombra quedo llena de charquitos, en la radio daban un especial, ahora sonaba una guitarra estruendosa con su voz de fondo, estoy contento por que hoy encontré a mis amigos y a mi cabeza…, basta! gritó ella, era hora, pisó descalza el suelo mojado y en un arrebato apagó la radio y corrió a taparse los oídos con sus cojines, nunca había sentido tanto miedo. De a poco soltó las manos dejo caer los cojines y escuchó…, afuera llovía, el ruido era menor, su ventana realmente mantenía el silencio, sus oídos dejaron lentamente de palpitar, su corazón se relajó, sonó el teléfono, hablaron, recibió buenas palabras para continuar, colgó, durmió. Pasaron unas pocas horas, estaba oscuro y afuera seguía lloviendo. En un primer momento desconoció el lugar donde se encontraba, al apagar el equipo hasta los olores de su cuarto habían mutado. Estaba húmeda y le había salido sangre de narices, pero se sentía bien, iba a lograrlo, ya había partido por tirar lejos su coraza, faltaba una sola cosa, pero debía ser de día, debía haber luz natural. Prendió una vela y la incrustó en la alfombra, saco unos alambres de su velador y empezó a construir una mariposa para ella mientras la vela se derretía y su esperma se mezclaba con el agua de los pequeños charcos de lagrimas coladas por el colchón.

Colgó la mariposa sobre su cama, se recostó en ella y se quedo mirándola mientras esperaba con un fuerte dolor de cabeza el amanecer, afuera seguía cayendo agua y le empezaron a picar las puntas de los dedos de las manos y de los pies, pero no les puso mayor atención.
Con sus ojos muy abiertos después de varias horas de observar detenidamente su marisopa , fijó la vista en la ventana ya brillante por los rayos de sol de medio día, el día gris tenia ciertos toques de amarillo que había dejado entrar la llovizna, Elena se paró de su cama totalmente aliviada de su dolor de cabeza pero con fuertes puntadas en el estómago y con pasos lentos se aproximó a la ventana silenciosa del dolor y la abrió con dificultad, pues después de todo aquel tiempo parecía sellada.
Fueron dos golpes, el ruido fuerte en sus oídos protegidos por la mugre y el viento que limpió rápidamente su piel y sus ojos, se le aguaron los ojos secos y cayeron por sus mejillas lágrimas de desconcierto. Respiró, lo había logrado, estuvo ahí unos minutos, se envolvió del aire y volvió a su cama. Miró nuevamente los alambres en forma de alas.

-Toc toc toc, ¡¡¡Eeeeleeeenaaaaa!!!
Como siempre sin respuesta, Mariela dejó la bandeja detrás de la puerta y volvió a su departamento.

Sonó el teléfono.

Desde que él se había ido todo se había terminado, realmente ya no quedaba nada.
Elena seguía tirada en su cama con los ojos abiertos, uno de sus brazos colgaba rozando el suelo mientras un frasco rodaba por la alfombra húmeda para chocar contra la pared descascarada por la humedad. De sus dedos inmóviles empezaron a brotar pequeñas ramas.
La radio seguía apagada y la ventana seguía abierta, el ruido entraba lento a los oídos retrasados de Elena mezclándose con el viento que pasó por sus mejillas frías y jugó un rato con su pelo que alguna vez había sido rubio.

El teléfono seguía sonando.

Texto agregado el 01-11-2004, y leído por 140 visitantes. (0 votos)


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