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Había pasado toda la tarde allí sentado entre las piedras del acantilado, viendo como las olas de forma incesante venían a morir una y otra vez hasta la orilla de la playa. ¿Sabían acaso que aquel era su destino eterno y que estaban condenadas a repetirlo una y otra vez hasta el fin de los tiempos?. Triste visión la de la Diosa Mar vestida con su traje de sal al ver como una parte de si misma acababa humillada mansamente entre la arena para volver derrotada hacia lo más íntimo de su ser.
Era una tarde de otoño, había observado como el sol se ocultaba por detrás de aquel mar mediterráneo, con sus últimos rayos dejando un último vestigio de luz sobre la cúpula celeste. Ahora amenazadores nubarrones habían encapotado el cielo y amenazaban con derramar su llanto inconsolable. Esas nubes impedían ver la luna. La pequeña playa que resistía los poderosos embates de las olas estaba desierta. Los escasos turistas que en aquellas fechas aún se atrevían a acercarse hasta ella hacía ya un buen rato que la habían abandonado como si de una amante despechada se tratase. Hacía frío, se había levantado una ligera brisa que traspasaba la tela de su camisa y llegaba hasta su piel, pero eso no lo arredraba, después de las horas que había pasado allí ahora sentía una extraña paz en su interior, tal vez fuese cierto eso de que tras la tempestad viene la calma. Debían ser las once de la noche aproximadamente cuando comenzó a descender entre las piedras del acantilado con sumo cuidado para no resbalar.
Al llegar a la arena se descalzó, le gustaba sentir la suavidad de aquella arena blanca bajo sus pies. Se sentó y encogió las piernas rodeándolas con sus brazos, apoyó la barbilla sobre una de sus rodillas y así se quedó un rato, dejando que su mirada se perdiera en la inmensidad de aquellas aguas que tanto amaba. Si alguien hubiera podido contemplar aquella mirada en aquel instante, habría apreciado cuanta angustia, dolor y desesperación encerraba. Dos lágrimas se escaparon de sus ojos, recorrieron lenta y suavemente su rostro humedeciéndolo, una de ellas llegó hasta la comisura de sus labios, dejándole un sabor salado en ellos, la otra continuó su camino hasta caer a la arena, donde se convirtió en una pequeña gotita de humedad. Alargó una mano y cogió un puñado de arena, y contempló como escapaba lentamente entre sus dedos para volver a su sitio natural.
Se puso en pie y lentamente comenzó a caminar hasta la orilla. El viento alborotaba su cabello, al acercarse, el agua empezó a acariciar sus pies descalzos. Estaba fría y sintió un hormigueo recorrer la planta de sus pies. Siguió avanzando. Sus pantalones empezaron poco a poco a mojarse, y siguió entrando en el agua hasta que esta le llegaba al nivel de su cintura. Entonces una voz de mujer se escuchó detrás de él
- No lo hagas.
El se volvió sorprendido por aquella intromisión. Descubrió una linda muchacha de larga melena rubia, su cabello lacio bailaba en armonía con el viento. Esbelta, de piel nacarada, tenía unos preciosos ojos azules que en aquel momento lo observaban fijamente, aunque su mirada reflejaba mucha tristeza. Iba vestida con un vaporoso vestido de azul de tela india. Su voz había sonado dulce, muy dulce. Pero ¿cómo había llegado tan cerca de él sin que se diera cuenta?, debía haber estado muy absorto en sus propios pensamientos.
- ¿Cómo sabes lo que voy a hacer?
- eso da igual, lo sé, pero no lo hagas por favor
- ¿y por qué no habría de hacerlo?
- porque nadie merece acabar así, sal del agua, sentémonos en la arena y conversemos.
No sabía muy bien por que había decidido escuchar a aquella chica pero salió del agua tan lentamente como había entrado y sin poder apartar la vista de ella, su mirada transmitía un magnetismo especial. Una vez fuera ella le tendió una mano y él la tomó con la suya. Su piel era tremendamente suave y cálida. Se alejaron unos metros de la orilla y a continuación ella se sentó en la arena, él la imitó. Permanecieron un par de minutos callados sin decirse nada, ella miraba al frente hacia el mar y él tenía la vista perdida en ningún lugar. Después ella, con la misma dulce voz rompió el silencio de aquella fría noche de otoño.
- Cuéntame tu historia
- no hay mucho que contar, es una historia muy vulgar
- ninguna historia es vulgar porque cada historia pertenece a una persona, y cada uno de nosotros somos únicos e insustituibles. Me gustaría saber por qué estabas a punto de entregarte al mar.
Él permaneció todavía unos segundos callado, parecía estar dudando si confiar en aquella desconocida o no. De nuevo dos lágrimas se colgaron de su mirada y comenzó a hablar en un susurro.
- Creía tenerlo todo. Yo la amaba, ella me amaba. Todo era perfecto entre nosotros. A su lado el mundo era un paraíso donde vivir eternamente. Toda la belleza del universo se concentraba en su mirada, en sus labios, en su cuerpo. Ella era la perfección, a su lado yo solo era el reflejo de lo que su amor me hacía sentir.. Yo me inundaba de su resplandor cada día y eso me hacía estar vivo y desear poder amarla durante toda mi vida. Ella despertaba en mí las más dulces sensaciones. Hoy todo eso se ha acabado, ahora cuando la realidad es demasiado cruel para aceptarla solo la noche guarda intacta la memoria de mi amor por ella. Ahora dudo incluso de si me amó alguna vez, de si todo eso que me hizo sentir solo fue un juego, un simple divertimento para no sentirse sola mientras encontraba otra víctima. Pero lo peor de todo es que lo que ha pasado no cambia en nada mis sentimientos, la sigo amando con locura y sin embargo sé que jamás podría volver a mirarla a los ojos. ¿Qué esperanza queda para mí por tanto?, creo que lo que estaba a punto de hacer cuando tu llegaste era la única solución posible.
- Eso nunca es solución- respondió ella- solo es una huida, escapar de esa realidad que en este momento tanto te abruma, mas si te paras a pensar fríamente verás que con el tiempo ese dolor pasará, dejará sus huellas por supuesto, pero tu vida continuará y probablemente, muy probablemente encontrarás otro amor que no solo te haga olvidar todo esto, sino que llegará a proporcionarte la verdadera felicidad que ahora creías tener con ella. Pero dime ¿qué es lo que ha pasado exactamente?
- lo más ruin que pueda pasar en una relación, algo que nunca creí que ella pudiera hacer. Esta mañana volví a casa antes de lo acostumbrado, trabajo de guardia de seguridad en una empresa informática. Al llegar a casa y entrar en nuestro dormitorio...allí estaba ella durmiendo plácidamente en brazos de un desconocido, completamente desnudos los dos, en nuestra propia cama, solo una sábana cubría la vileza de su pecado. Creí volverme loco, deseé con toda mi alma que la tierra me tragara en ese preciso instante. Ni siquiera se despertó, escapé corriendo de allí sin rumbo mientras el dolor se iba apoderando de mi corazón. Solo deseaba morir, y por eso vine aquí, para que las aguas purificaran su pecado y acabaran con mi tormento
- esa mujer no merece tu sacrificio, nada ni nadie merece el sacrificio de una vida humana, porque cada uno somos un eslabón imprescindible en este mundo de sufrimiento. Debes quedarte con el amor que tu has sentido por ella. La sinceridad de tus sentimientos, la devoción con que la has amado, y llegarás a la conclusión de que es ella la que pierde al hacer lo que ha hecho, porque ha perdido el amor de su vida. Llora esta noche todo lo que tengas que llorar que las lágrimas son la sangre del alma, expulsa de tu interior todo ese sufrimiento y toda esa rabia, yo me quedaré aquí contigo para consolarte, seré para ti el refugio donde cobijarte en esta noche tan tormentosa para tu espíritu. Pero mañana cuando amanezca serás un hombre nuevo, dispuesto a enfrentar la vida y a buscar ese amor que de verdad te merezca.
Quedaron los dos en silencio. Él volvió a hundir la cabeza entre sus rodillas, poco a poco su pecho se fue agitando y rompió en sollozos. Ella le acarició el pelo y lo atrajo hacia su pecho, acunándolo como a un niño pequeño e indefenso. Poco a poco se fue serenando y abrazado a aquella chica a la que no conocía de nada, sintiendo el reconfortante calor de su cuerpo, se quedó dormido.
Los primeros rayos de sol lo despertaron suavemente. Sin abrir los ojos recordó todo lo sucedido el día anterior, y sobre todo la noche. Como aquella misteriosa chica le había impedido cometer aquella locura. Ahora se sentía mucho mejor, como si ella lo hubiese purificado y le hubiera arrancado el dolor de sus entrañas. Abrió lentamente los párpados y se giró para buscar el rostro de aquella chica. Había desaparecido, se había marchado tan silenciosamente como llegó. Durante un segundo dudó si todo había sido un sueño, producto de su imaginación. Se sentía tremendamente confuso, pero entonces descubrió algo en el bolsillo de su camisa, era una pequeña hoja de papel doblada por la mitad. La abrió, solo tenía escrita un pequeño párrafo; “Graba esto en tu corazón, vive cada día como si fuera el más feliz de tu vida. Borra de tu memoria esos amargos recuerdos, aspira el aire límpido de la mañana, siente la embriaguez de las olas frente a ti, deja inundar tu cuerpo por los rayos de sol de este precioso día, y vive. Estas son las últimas palabras que sabrás de mí, mañana ya no me recordarás, solo soy una chica que un día hizo en este mismo lugar lo que tu estuviste anoche a punto de hacer. Ojalá alguien me lo hubiera impedido”.

Jayro, Septiembre de 2.002

Texto agregado el 12-10-2002, y leído por 459 visitantes. (0 votos)


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