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Aunque resulta poco decoroso hablar mal de alguien fallecido, me será muy difícil contar la historia de Jesús Zukaila sin poner en serios aprietos la integridad de un afamado novelista.
La primera vez que vi a Jesús Zukaila se encontraba totalmente borracho abriendo la plica de la novela ganadora delante de la mirada atónita del alcalde de Jerez de Caballeros (Badajoz).
A juego con su borrachera, su discurso también fue políticamente incorrecto definiendo la velada como un simulacro gastronómico de homenaje a la literatura.
Al terminar se retiró tambaleándose y se sentó, casi se cayó, en la silla vacía que estaba a mi lado. Me miró de arriba abajo y me preguntó con voz totalmente sobria que qué tal había estado.
¿¡Borracho¡? –le respondí- y él se rió como si yo hubiese dicho lo más gracioso del mundo.
Esa noche los cubatas bautizaron nuestra amistad, y de paso ya no tuvo que fingir su borrachera, que según me intentó explicar simulaba por timidez.
El amor a la literatura, los cubatas y lo tremendamente aburridas que eran las tardes en Madrid (todavía no había talleres cibernéticos ;-) ) nos hicieron compartir muchos ratos, casi siempre entrañables, hablando de Dante, de Shakespeare y de Cela, a los que conocía de memoria debido a su trabajo de traductor.
Y digo casi siempre porque a veces sus excentricidades resultaban difíciles de llevar. Te podía abrir la puerta desnudo, pedirte dinero para pagar a una de sus habituales prostitutas ,o lo peor de todo, decirte en tu propia cara que lo que habías escrito no valía ni para usarlo como papel higiénico; y no precisamente con esas palabras.
El último día que fui a su casa fue uno de los peores. Jesús lloraba delante del telediario mientras anunciaban el lugar donde se celebraría la capilla ardiente de Camilo José Cela.
Me he muerto. Me he muerto –repetía entre sollozos-.
Le intenté consolar diciéndole que todavía nos quedaban Shakespeare y Dante.
-Me he muerto, imbécil. Me he muerto. ¿no entiendes?
Y arrojó con rabia sobre mi lo que parecía el borrador de una novela titulada “Rumbas con la muerte”.
Sabía que cuando las cosas se ponían así lo mejor era largarse. Y allí le dejé con una de sus rabietas.
Dos semanas después leí en un suplemento que a Camilo José Cela se le publicaba una novela póstuma: “Rumbas con la muerte”.
Fui a su casa y un vecino me contó que se suicidó la última noche que estuve allí.
Espero que algún día puedan ustedes juzgar está historia de casualidades, pues eso no depende de mi gusto y capricho, sino del que firma mis escritos.

Texto agregado el 18-10-2004, y leído por 466 visitantes. (4 votos)


Lectores Opinan
05-10-2005 Muy interesante. Felicidades capupa
24-05-2005 Lo siguiente SÍ lo digo yo: Genial. Calamitatum
29-10-2004 Bien llevado. Lector al fin, me recordo a Borges y sus tramas y a Cortazar en lo visceral de sus personajes (Jhonny de El Perseguidor). Vale. Una felicitacion. bartlebymex
22-10-2004 Negro sobre negro. No se me ocurre nada y mi negro se ha cogido el día libre (que joío), así que na más. JuanRojo
 
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